EL PASAJE RIVAROLA EN EL ESPEJO

Secreta Buenos Aires

Fue construido en 1926 entre las calles Mitre y Perón por una empresa de seguros, y es una joyita de la Ciudad.

Simetría. Los edificios de ambas aceras son idénticos
Por Eduardo Parise

Hasta 1957 se lo conocía como Pasaje La Rural. Es que todos los edificios de sus escasos cien metros de extensión eran propiedad de la compañía de seguros que, desde 1894, llevaba ese nombre. Tenía lógica: la empresa era la que había encargado la construcción de los ocho edificios para alquiler. Pero lo más llamativo en ese limitado paisaje porteño no está en su extensión ni en que corta una manzana de la Ciudad, sino en la simetría de su imagen: como si fuera un espejo, todos los edificios de una acera son exactamente iguales a los de la de enfrente.
Construido entre 1924 y 1926, el Pasaje Dr. Rodolfo Rivarola (su nombre actual recuerda al jurisconsulto y escritor nacido en Rosario –Santa Fe– que vivió entre 1857 y 1942 y fue figura intelectual destacada de la llamada Generación del 80) es fiel representante del estilo denominado Beaux Arts. Y es casi un símbolo en el barrio de San Nicolás, poniéndole un toque francés a esa zona. Une las calles Juan Domingo Perón y Bartolomé Mitre, en paralelo con Talcahuano y Uruguay.
El proyecto de La Rural fue encargado a los arquitectos Petersen, Thiele y Cruz y la construcción la realizó una empresa alemana, Geope. Considerado como área de protección histórica, el pasaje tiene ocho edificios, todos de planta baja y cinco pisos (hay tres departamentos en cada una de esas plantas). Y en una muestra de algo que sería característico en construcciones futuras, cada departamento tenía asignado en la terraza un lugar para el lavado y tendido de la ropa, además de un cuarto en el sótano para ser usado como depósito, un émulo de las actuales “bauleras”.
Para tener una idea de la calidad de la construcción, alcanza con mencionar que los pisos en las entradas y los palieres son de mármol y los de los departamentos, de roble de Eslavonia. En el exterior, la buena materia prima tampoco escasea: herrería artística, pizarra importada y marcos de bronce. Y para completar, los cuatro edificios de las esquinas rematados con cúpulas y elegantes torres. En cada una de esas cúpulas hay un departamento.
Muchas veces utilizado como escenografía urbana para darle marco a películas, tanto artísticas como publicitarias, el Pasaje Rivarola también tiene varios locales comerciales. En uno de ellos estaba en un principio la sede de aquella aseguradora original. Pero el más destacado siempre fue el local de una casa especializada en la reparación de relojes, a la que suelen visitar coleccionistas que llegan a Buenos Aires desde todo el mundo. Se la conoce con la denominación popular de “la Chacarita de los relojes”, como si se tratara de un cementerio de esas máquinas, muchas literalmente detenidas en el tiempo.
Con su imagen bien europea y mucho aire de bohemia, el Rivarola es uno más de los tantos pasajes porteños dispersos a lo largo y ancho de esta Buenos Aires que ya superó con creces los cuatro siglos de existencia. Y así como este pasaje se destaca en el barrio de San Nicolás, hay uno muy especial que también tiene lo suyo, pero en La Boca. Es quizá uno de los más fotografiados y visitados por propios y extraños. Se llama Caminito y alguna vez fue un desvío de los rieles ferroviarios que llegaban hasta el antiguo puerto que estaba en las riberas del Riachuelo. Por impulso del genial Benito Quinquela Martín se convirtió en icono de la Ciudad y del tango.
Pero esa es otra historia.


Fuente: clarin.com

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