LA MAGNOLIA HA MUERTO


    Pimpollo de Magnolia - Magnolia Grandiflora
      
 

LA MAGNOLIA HA MUERTO

Veo en este mediodía gris que la vieja Magnolia de la Plaza Vicente López ha muerto.
Me entero al pasar por allí.
La noticia me invade, como las gotas de la lluvia, que caen, haciéndola más triste todavía.
Sus vecinos de años parecen presa del lógico duelo que les provoca la novedad.
Los más cercanos, el Palo Borracho y la Falsa Caoba, se han poblado de blancas flores,
como despidiendo a la yacente en forma anticipada.
Estaba mal.
Por prudencia, ni pregunté de qué murió. No sé si ahora no me arrepiento.
La están preparando. La patética escena conmueve.
Oigo que se le rendirán honores.
Unos proponen a Chopin, otros quieren Mahler.
El colosal Gomero, mientras comunica lo ocurrido a sus parientes de la Recoleta, dice preferir a Liszt.
Las Tipas cuchichean sobre el aspecto de la muerta.
Ultiman los detalles del entierro.
¿Cuándo será? ¿Habrá discursos de despedida?
¿Le agradecerán tanta belleza tan generosamente brindada,
el frescor y la tersura de sus pétalos,
el sutil perfume de sus flores poblando las tardes estivales?
¿A qué hora partirá el cortejo?
¿Hacia dónde trotarán los lustrosos zainos negros que imagino para ella?
¿Es que adónde van las Magnolias beneméritas cuando mueren?
¿Existe algún cielo que les pertenezca?
Me pregunto si la cremarán.
Las hojas crepitarían la despedida. Como queriendo vaciarla de tristeza.
Los brillosos verdes anversos cederán ante el avance de los opacos tierras de los reversos.
El pozo deberá ser bien hondo.
Y así y todo no alcanzará la hondura del pesar que provoca la noticia sobre la venerada planta.
El cercano Laurel de Flor se ha puesto más colorado que lo habitual.
¿Será de ira al ver qué poco se la asistido a su vieja amiga?
Dicen que la mataron el cemento, la indiferencia, el desamor.
Yo la creía eterna…
Las bocinas de los autos que pasan, parecen hoy potentes bronces de un urbano adiós masivo.
La contigua Grevillea, tan robusta como tímida e indecisa, mira la escena desde ahí nomás.
Espera el momento apropiado para integrarse.
La Santa Rita de la playa de estacionamiento, también hace su magno aporte.
Bueno será que, cuando llegue el momento, en silencio,
Y con el respeto que la anciana dama merece,
que sus vecinos unan sus ramas para portarla hasta el lugar
desde donde partirá en su definitiva vuelta a la Naturaleza.
¿Publicarán los diarios necrológicas de la Magnolia vencida?
¿Le habrán agradecido debidamente los viandantes de la plaza?
Estoica, la Magnolia nunca se quejó durante su larga agonía.
Sin duda el Palo Borracho querrá despedirla. Como su amiga lo merece.
Tantas tardes compartieron. Tantos idilios cobijaron. Tantos juegos acompañaron.
A tantos viejos alegraron.
¿Dónde la velarán? ¿La velarán?
¿Pasarán los que con ella gozaron a rendirle su homenaje?
¿Sería suficiente cualquiera que se le tributara?
¿Alcanzaría para retribuirle aunque fuera sólo en una mínima parte?
¿Rezará el cura de la iglesia de las Esclavas un responso por ella? ¿Bendecirá el cajón?
Sigue lloviendo y el gris plomizo de este día resulta más luto que el mismísimo negro.
Los fuertes truenos suenan como una salva de cañonazos en honor a la difunta.
Por favor, pídanles a los enterradores que no griten cuando se tensen las sogas y,
con ademán municipal, bajen el cajón a la fosa.
Cuando todo esto ocurra, allí estaré yo, donde se le rindan honores a la vieja y admirada Magnolia.
Ve entonces a pasear, Magnolia, y que, por fin, descanses en paz.


Pedro L. Baliña
Buenos Aires, febrero de 1999

1 comentario:

  1. Pedro, no había leído el comentario (mejor dicho el poema, lindísimo) y pensé que te referías a todas las magnolias. Quedan pocas, que yo conozca. Una es la que está casi en la entrada del Yacht Club de San Fernando, de la cual alguien robaba alguna flor para traérmela. Y otras dos en el Tortugas. No sé si todavía existe la que mi madre tenía en su estancia La Esperanza. Son difíciles de cultivar y crecen con mucha lentitud. Tengo una chiquita en mi jardín, pero no le tengo mucha fe. No quiere crecer. No hay perfume más emocionante que el de esa magnífica, misteriosa flor blanca que tendrá tan corta vida.

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