MUESTRA DEL ARTISTA HÚNGARO QUE CREABA MUNDOS EN UNOS TRAZOS




Lajos Szalay nació en Hungría pero vivió años en Tucumán. Para Picasso, era el mejor después de él.
Aguafuerte porteña. Plaza de Mayo según Szalay 
Por Julia Villaro
La misma línea nerviosa habita todas las obras: si Lajos Szalay desenvainara su pluma como un cuchillo, todos sus dibujos vivirían de un mismo toque de gracia.
Szalay nació en Hungría en 1909 y en 1930 estaba en París estudiando con Picasso. Le fue bien: cuenta la leyenda que Picasso dijo que Szalay era “el más grande dibujante, después de mí”.
En 1948 ganó una beca Unesco y se vino para la Argentina, donde enseguida estaba enseñando en la Universidad Nacional de Tucumán. Con él había gente como Lino Enea Spilimbergo y Pompeyo Audivert. Entre sus alumnos estaba, por ejemplo, Carlos Alonso. Aquí editó tres libros de imágenes. Uno, Impresiones de un inmigrante, da cuenta de su mirada de Buenos Aires.
En 1960 se fue a los Estados Unidos, pero cuando murió, en 1995, estaba otra vez en Hungría. Y ahora sus obras se exponen acá, en el Museo Sívori, frente al puente del Rosedal.

Una mirada a la historia. El dibujo se titula “Marx y Engels”.
El dibujo de Lajos es esencial: tinta negra sobre hoja blanca. Pero su esencia es descarnada, dislocada, sus líneas son cuerdas, tendones, arterias, sus anatomías imposibles puestas ahí, arrojadas a la existencia, se retuercen en una mueca tormentosa pero atractiva.
Szalay expone su drama, que más allá del de las guerras y las injusticias es el drama de la existencia humana, su necesidad de sacrificarse, de rebelarse y de creer en un dios.
En su obra hay lugar para múltiples mitologías y su trabajo como ilustrador no hace más que intensificar su necesidad de crear una cosmogonía propia, un relato personal de cómo empezó el Universo. 
Este es el lado claro de un dibujante que, a primera vista, puede parecer oscuro, con sus personajes deformados, o con ojos que en la misma línea mutan en lágrima, pero que sostienen el sol en una mano y la luna en la otra.

Una mirada a la historia. El dibujo se titula “Marx y Engels”.
Desde su llegada a la Argentina, Szalay ejerció una importante influencia sobre el panorama artístico: su trabajo no sólo ayudó a conceder al dibujo la importancia que merece como práctica artística en sí misma –y no sólo mero preliminar de la pintura– sino que muchos de los protagonistas más importantes del arte argentino del siglo XX aprendieron de sus quiebres, de su “línea mosca, que zumba alrededor de las formas”, como él mismo la definía.
Cuesta comprender algunas imágenes, pero si le damos el tiempo necesario las formas emergen y el relato se impone. La reiteración educa el ojo del espectador, que a lo largo del recorrido aprende cómo encarar las obras de este artista y entonces comprendemos el sentido de una muestra tan vasta.
Si cada trazo de tinta en una hoja en blanco abre un mundo, el universo del dibujante húngaro Lajos Szalay se vuelve presencia a lo largo de nuestro recorrido por las salas de un museo acá, frente al Rosedal.


Fuente: clarin.com

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