CENTRO CULTURAL RECOLETA: RECUERDOS DEL FUTURO

Nueva programación.

Hasta noviembre se puede apreciar la variedad de muestras del CCR: homenajes, archivos compartidos, intimidad, ciencia ficción y sensuales fantasías animadas
En primer plano, dos esculturas mitológicas de Renata Schussheim en Sala Cronopios
En primer plano, dos esculturas mitológicas de Renata Schussheim en Sala Cronopios. Foto: LA NACIÓN / Leo Vaca/AFV

Daniel Gigena

Tres tiempos conviven en la nueva programación de artes visuales presentada por el Centro Cultural Recoleta: pasado, presente y futuro. Hay continuidades, bucles, pasajes de uno a otro, además de homenajes y clausuras de poéticas personales, colectivas e institucionales.


CRONOPIOS


Formas e historia del Centro Cultural Recoleta
, la gran muestra por partida triple en la Sala Cronopios y las J y C, fue curada por Rafael Cippolini. Las exposiciones laterales, con material de archivo audiovisual, gráfico y documental, rinden homenaje al CCR y al Espacio Historieta. La central está integrada por 80 obras de artistas que expusieron allí desde 1983.
"Todos son parte de la historia del Centro, y la mayoría de las obras que se exhiben pasaron por sus salas; incluso muchas de ellas se mostraron por primera vez allí", dice Cippolini, para quien la clave del CCR fue la mezcla de estilos a lo largo de las décadas. "La única salvedad quizá sea que, a partir del segundo lustro de los años noventa, exponer en el CCR resultó prestigioso, y eso atrajo a muchos artistas que no habían expuesto antes en la institución, lo cual acentuó aún más la disparidad", agrega.
Curador invitado por la gestión de Jimena Soria, Cippolini destaca que el Recoleta fue una suerte de escuela para espectadores de arte: "Lo inconciliable se manifestaba simultáneamente, mes a mes; nada más había que recorrer sus salas para constatarlo". Para él y para otros que fueron jóvenes en los años 90, el CCR siempre fue "una suerte de sismógrafo, un indicador inexcusable, puro presente".
En Cronopios se agrupan obras heterogéneas: están las de Marcia Schvartz, Liliana Porter y Federico Klemm, una pintura monocromática de Juan José Cambre y otras de Alfredo Prior; varios collages calendarios de Nora Iniesta se cruzan con fotos de Nora Lezano, y esculturas de Pablo Suárez (como la audaz El pibe Bazooka) conviven con el díptico de sillas de Luis Benedit y León Ferrari.
Las dos muestras contiguas exhiben entrevistas filmadas a artistas, ex directores y trabajadores de los equipos de las distintas gestiones (ocho desde 1983), una línea de tiempo, videos musicales, afiches y vitrinas con producciones gráficas. Es deseable que la capacidad de producir catálogos y afiches del CCR no se pierda en aras de la no tan revolucionaria revolución digital. Los catálogos construyen identidad y memoria cultural.

Vista del escenario de Stellarator, de Mariano Giraud, antes de que comience la función de realidad virtual foto: LA NACION Leo Vaca/AFV
Vista del escenario de Stellarator, de Mariano Giraud, antes de que comience la función de realidad virtual. Foto: LA NACIÓN / Leo Vaca/AFV

SIN PICAPORTE

Las nuevas líneas de programación del CCR son explícitas: aumentar los espacios de promoción de artistas jóvenes, sumar disciplinas e impulsar una mayor apertura en la definición de contenidos, con curadores invitados rotativos. Sin picaporte, el conjunto de muestras curadas por Laura Spivak, se acerca de manera ideal a esas premisas.
"Sin picaporte refiere a la idea de puertas abiertas, de invitación a entrar sin golpear ni pedir permiso", dice Spivak, que convocó a artistas de edad intermedia, provenientes de artes visuales y escénicas: Gabriel Baggio, Daniel Basso, Mariano Giraud, Luciana Lamothe, Gonzalo Córdova, Fernando Rubio, Juliana Iriart y Matías Umpierrez, que participa con una serie de videoinstalaciones cuya huella se puede rastrear en www.proyectoconstrucciones.com.
"Nos interesaba conformar un grupo de artistas ecléctico, que trabajaran diferentes formatos, que presentaran universos disímiles y que involucraran al público a través de diversos mecanismos", cuenta Spivak. Varias propuestas lo consiguen. En especial las de Giraud, Basso y Baggio.
Stellarator, de Giraud, propone una obra-viaje de realidad virtual. En la sala no hay picaporte, aunque sí un organizador de fila que dispone el paso de una persona por vez. Desde el umbral, el espacio parece un escenario incongruente de carpas y banderas con insignias. Una vez abierto el paso, el espectador es guiado por una joven vestida como la princesa Leia de Star Wars. Al sentarse en un sillón, equipado con un casco visor, el visitante asiste a una transformación increíble. Giraud narra una historia interestelar en la cual las carpas se han convertido en bases espaciales y naves abandonadas entre íconos del arte occidental; las banderas se ven ahora quemadas. Giraud, que apoya su proyecto en presupuestos científicos (algo muy de moda hoy), crea una obra de ciencia ficción poética.
"Elijo los materiales en función del concepto blando, soft -cuenta Basso, creador deTour blando-. Decidí anular las ventanas de la sala y poner en su lugar esculturas que le den continuidad." Alfombras, módulos curvos y tapizados, una escultura incorpórea y monturas acolchonadas de cuero, mármol y madera configuran un itinerario de cabaret, de confort inquietante y sensualidad, en el que las superficies amortiguan el sonido y expanden las potencias de lo táctil.

La instalación de Gabriel Baggio en la sala vecina al Patio de los Naranjos foto: LA NACION Leo Vaca/AFV
La instalación de Gabriel Baggio en la sala vecina al Patio de los Naranjos foto: LA NACIÓN Leo Vaca/AFV

Con La mano inteligente, Baggio lleva su poética doméstica y artesanal a un plano espacial. Ocupa la sala con una instalación que incluye vitrinas repletas de herramientas, libros y tejidos; un juego de sillones con mesita ratona y obras enmarcadas con esmero. Cerámicas esmaltadas decoran el salón con vistas al Patio de los Naranjos, a la vez que permiten reflexionar sobre las estrategias del artista e incluso preguntarse si esas estrategias no deberían ser renovadas.
La intervención de Lamothe en el Patio de la Fuente, donde un géiser choca contra un techo de chapa, provee energía a un conjunto definido por una interacción discreta, que admite segundas y terceras visitas. Los espectadores miran, tocan y escuchan, se sacan fotos y las incluyen en un mapa (como en la obra de Rubio) o deben mover cuerdas para cambiar sombras, como en la de Iriart.
"Lo particular de Sin picaporte radica en los encuentros inesperados -agrega Spivak-. Las obras se nutren entre sí y conforman un grupo que se caracteriza por tener una extraña naturalidad."
Con La mano inteligente, Baggio lleva su poética doméstica y artesanal a un plano espacial. Ocupa la sala con una instalación que incluye vitrinas repletas de herramientas, libros y tejidos; un juego de sillones con mesita ratona y obras enmarcadas con esmero. Cerámicas esmaltadas decoran el salón con vistas al Patio de los Naranjos, a la vez que permiten reflexionar sobre las estrategias del artista e incluso preguntarse si esas estrategias no deberían ser renovadas. 
La intervención de Lamothe en el Patio de la Fuente, donde un géiser choca contra un techo de chapa, provee energía a un conjunto definido por una interacción discreta, que admite segundas y terceras visitas. Los espectadores miran, tocan y escuchan, se sacan fotos y las incluyen en un mapa (como en la obra de Rubio) o deben mover cuerdas para cambiar sombras, como en la de Iriart."Lo particular de Sin picaporte radica en los encuentros inesperados -agrega Spivak-. Las obras se nutren entre sí y conforman un grupo que se caracteriza por tener una extraña naturalidad."

En la Sala 4 del Recoleta, el espacio se halla bajo el dominio creativo del cómic, la ilustración y el relato gráfico foto: LA NACION Leo Vaca/AFV
En la Sala 4 del Recoleta, el espacio se halla bajo el dominio creativo del cómic, la ilustración y el relato gráfico. Foto: LA NACION / Leo Vaca/AFV

LOS ACCIDENTES

En el espacio Radar, que convoca a creadores sub-30, José Sainz (compilador deInforme-Historieta del siglo XXI) reunió a varios dibujantes e historietistas argentinos.Los accidentes rinde tributo a la labor que el CCR desarrolló por la historieta nacional.
"Intenté elegir a los autores emergentes que tienen propuestas gráficas y narrativas más arriesgadas, sólidas, originales o todo eso al mismo tiempo -dice Sainz-. Estética y temáticamente se puede organizar una lista de coincidencias entre varios integrantes, pero al mismo tiempo hay una diversidad amplia de registros." En las paredes de la sala, la historieta evoca el espacio de los sueños, "una arquitectura mutante capaz de conseguir cualquier forma", dice Sainz.
Su seleccionado incluye a Lucila Adano, Jo Murúa, Rip Gordon, Maia Debowicz, Fran López, El Waibe y Pablo Guaymasi, entre otros. La sala se asemeja a una revista diseñada con entusiasmo, creatividad y desparpajo. "Lo que propone visiblizar la muestra no es tanto el futuro de los jóvenes, que por suerte no sabemos dónde queda y cómo es -agrega el curador, editor y poeta-, sino distintas variaciones del ahora."

 
Fuente: lanacion.com

SILVINA OCAMPO, ARTISTA VISUAL

El dibujo y la pintura, con los que entró en contacto de niña, dejaron en su obra literaria huellas profundas que pueden rastrearse en algunos de sus temas y en las palabras que eligió para crear universos ficticios.
Foto: LA NACION
Foto: LA NACIÓN

Luciana Olmedo-Wehitt


Silvina Ocampo solía autodenominarse "el etcétera de la familia", en alusión al último lugar que ocupaba en una dinastía cuya reina se llamó Victoria. Fue, además, erróneamente catalogada como la sombra detrás de Bioy. Y aunque todo ello le permitió coquetear desde los márgenes con aquel centro importador de modernidad que fue la revista Sur , durante varios años los ecos de su obra fueron enmudecidos como pasos sobre una espesa alfombra. Sólo una minoría la leyó y valoró en su tiempo. Sus relatos aguardaron el encuentro con lectores póstumos que, imantados por sus múltiples miradas, los sacaran a pasear. El abordaje de sus dibujos y pinturas, en cambio, aún hoy está en suspenso.
El primer contacto de Silvina con las artes plásticas se produjo en 1908 en Europa, donde la familia permaneció dos años. Como relata en el poema "El caballo blanco" (Poesía inédita y dispersa ), Silvina recogía los restos que sus hermanas desechaban durante las clases de dibujo en el Hotel Majestic. Escondida debajo de una mesa parisina, primero los calcaba y luego los expandía, haciendo uso de una imaginación sin límites. Con el pulso de sus cinco años, un día dibujó un caballo cuyas "protuberancias" escandalizaron a sus hermanas. Rápidamente ellas se encargaron de borrar "la infidelidad" del dibujo infantil. La crueldad, hincada en la mirada del otro, no la detendría. Por el contrario, Silvina la haría resonar en sus relatos por medio de un coro irreverente de ventrílocuos, conformado por las voces de la niñez. Así, la desnudez humana -el ser oculto tras el disfraz social hilvanado con puntadas de vestimentas y vestiduras- se coló entre sus renglones y, al mismo tiempo, el desnudo idealizado como manifestación artística se transformó en uno de los temas más recurrentes de sus dibujos, óleos y pasteles.
A comienzos de la década del 30, Emilio Pettoruti le ofreció a Silvina organizar una exposición de grandes óleos de desnudos femeninos. Ella declinó la invitación para no disgustar a su madre. Participó, en cambio, del "Salón de Pintores Modernos" organizado por la Asociación Amigos del Arte en Buenos Aires donde, en 1931, exhibió dibujos y acuarelas junto a Xul Solar, Horacio Butler, Norah Borges y otros integrantes del Grupo de París.
Aunque en 1950 Silvina dejó de exponer, nunca cesó de dar continuidad a una vocación pictórica que se remonta a su infancia y que profundizó, durante su adolescencia, tomando clases con Cata Martola de Bianchi, en Buenos Aires, y con Giorgio De Chirico y Fernand Léger, en París. Sólo se conocen estudios de sus desnudos en carbonilla y lápiz que, como sus croquis de la plaza y los retratos a amigos notables (Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Wilcock y Pepe Bianco, entre otros), ilustraron artículos periodísticos, libros y revistas. Aquellos catados por el ojo audaz de Pettoruti y otros que pertenecen a colecciones privadas siguen envueltos en un manto de misterio tan grande como el que rodea a la propia Silvina.
Podríamos aventurarnos a decir que los desnudos por el momento accesibles al público recaen en lo que el crítico de arte John Berger denominó nude. En su célebre ensayoModos de ver , el autor establece una división dentro de este género artístico: nude/naked. El primer concepto hace referencia a la exhibición de la propia desnudez. No verse y sí, en cambio, ser visto y juzgado por un otro voyeur, que observa el cuerpo ajeno como objeto e influye en la definición de la propia subjetividad desde afuera. A esta noción Berger opone la de naked: estar desnudo, sin disfraces, siendo uno mismo.
En los cuentos de Silvina, las vestimentas que aparentan exhibir los rasgos de personalidad de los personajes esconden la llave que permite dirigir la mirada hacia el interior de los cuerpos que envuelven. Los vestidos son disfraces que, como sus textos, ocultan al impostor: es en sus puntos y puntadas finales donde solemos encontrar la punta del ovillo.
Algunos de sus relatos ilustran esto. En "El Remanso" ( Viaje olvidado ) Libia y Cándida, las hijas del nuevo casero, se convierten en las mejores amigas de las niñas de la casa. Cuando crecen y la brecha social se acrecienta, quedan en el olvido y sólo reciben migajas de afecto en forma de vestidos usados y sonrisas heladas. Esto las impulsa a entrar a escondidas en la casa grande para mirarse en los altos espejos. Al verse siendo las otras y sentir "el abrazo de las mangas vacías de los vestidos", huyen de sus propias imágenes. La piel ilusoriamente cubierta por las vestimentas se descama y muta, en la letra, como el cuerpo desnudo de un modelo vivo sobre el lienzo.
Lo contrario ocurre en "Las vestiduras peligrosas" ( Los días de la noche ). Allí Régula, la modista y narradora, nos informa que Artemia, la niña ociosa para quien confecciona vestidos, ha sido abandonada por su novio. Hay algo, sin embargo, que además de paliar el ostracismo de Artemia también se presenta como su mayor virtud: dibujar vestidos extravagantes cuyas hechuras mantienen en vela a la modista. De manera inexplicable, sus originales son copiados en Budapest, Tokio y Oklahoma, por chicas que, según informa el diario, cuando los visten son violadas y asesinadas por patotas. Artemia, decepcionada, cree que eso debería sucederle a ella. A pesar de que Régula lee en esa afirmación un exceso de bondad, detectamos en Artemia la necesidad de ser reconocida como una persona bella y, en recompensa, ser poseída por otro. Con tal fin, se ofrece como mercadería. "¿Para qué tenemos un hermoso cuerpo? ¿No es para mostrarlo, acaso?", pregunta. A su singularidad artística no le corresponde una originalidad de pensamiento. La moda era entonces tan tirana como aún hoy la desnudez. Cuando la necesidad de ser vista la lleva a acatar el consejo de Régula y vestirse con "una vestimenta sobria, que nadie podía copiarle, porque todas las jóvenes la llevaban", es violada y acuchillada "por tramposa".
De acuerdo con Berger, exhibirse sin ropa es otra forma de vestido, es estar condenado a nunca estar desnudo por completo. Es tener la superficie de la piel transformada en un disfraz que uno no puede quitarse. El hecho de que Libia y Cándida en "El Remanso" hayan operado ellas mismas como sujeto que mira / objeto mirado permite una instancia de aprendizaje en la que es posible la redención. Lo contrario sucede en "Las vestiduras peligrosas", donde la narración de Ocampo castiga la mímesis de Artemia.
El dibujo y la pintura dejaron, en la obra literaria de Silvina Ocampo, huellas profundas que pueden rastrearse en algunos de sus temas, en la fragmentación de los cuerpos -propia del cubismo y la pintura metafísica- y en la mirada de sus mundos pintados con palabras, en general reducidos a la riqueza de una casa grande. Revisitando la tumba de su infancia, Silvina logró horadar la lápida, desempolvar recuerdos y, como en un juego, hacerlos posar en la antesala de su memoria. Desde allí, en pequeñas dosis, los fue desnudando. Y mientras aguardamos el encuentro con la totalidad de su obra plástica, andando y desandando por entre las hojas espejadas de sus relatos, vamos descubriendo a Silvina, más allá de Bioy y más allá de Ocampo.

Fuente: lanacion.com

SILVINA OCAMPO:
LA INFANCIA COMO PATRIA LITERARIA

La reedición de Chingolo permite releer la narrativa infantil de la autora y descubrir su mirada sobre la niñez como estado de rebelión
Ilustración: Sebastián Dufour
 Ilustración: Sebastián Dufour.
Luciana Olmedo-Wehitt

Desde la tapa de un libro, lo que vemos nos mira. Esos ojos le pertenecen a Chingolo, pero aún no lo sabemos. Hace falta sumergirse en el cuento de Silvina Ocampo para conocer a ese niño-tigre con nombre de pájaro que da título a esta historia. La ilustración inaugural de María Guerrieri en esta reedición de Planta Editora no podría ser más acertada: ojos, fragmento, camuflaje, resto; muy Silvina.
Como el Gato de Cheshire con el que se cruza Alicia -aquel que se desvanece muy despacio desde el extremo de la cola hasta dejar la estela de una sonrisa sin gato-, los ojos de Chingolo anticipan el cuestionamiento que Ocampo, como Lewis Carroll, hace de las categorías de lo inteligible y de lo sensible, que es visible en toda su producción literaria: ojos-rendija a través de los cuales la realidad hace un guiño, preanunciando su inversión o, mejor dicho, invita a ser explorada en todas sus potencialidades.
Entre las publicaciones de Silvina Ocampo que han sido catalogadas como literatura infantil encontramos cuatro colecciones de cuentos infantiles: El caballo alado (1972),El cofre volante (1974), El tobogán (1975) y La naranja maravillosa. Cuentos para chicos grandes y para grandes chicos (1977); un libro de poemas con fotografías e imágenes -Canto escolar (1979)- y una novela -La torre sin fin- publicada en Madrid por Alfaguara en 1986 y en Buenos Aires por Sudamericana, recién en el año 2007.
Inicialmente, "Chingolo" formó parte del libro La naranja maravillosa, que publicó la editorial Orión en 1977. Ahí, reforzando el sugestivo título, Enrique Pezzoni advertía desde el prólogo que la lectura de los adultos también estaba prevista; que se trataba de "cuentos para niños, cuentos con niños".
La historia comienza cuando el protagonista, al que "llamaban Chingolo, pero se llamaba Horacio y era amigo de un árbol", atraído por la voz de un hombrecito-media que le pregunta en qué quiere transformarse, se introduce dentro del gomero bajo el cual todas las tardes solía sentarse a tocar el tambor. La presencia de objetos inanimados que cobran vida no es exclusiva de los cuentos infantiles sino un rasgo característico de la literatura fantástica, en la que la obra de Silvina Ocampo se inscribe. Así, por ejemplo, en "Cielo de claraboyas" (Viaje olvidado, 1937), "la falda con alas de demonio" revolotea sobre los vidrios y se vuelve santa, "más arrodillada que ninguna sobre el vidrio", y "el terciopelo se basta a sí mismo" en "El vestido de terciopelo" (La furia, 1959).
El fantástico latinoamericano, esa "deriva de la literatura gótica", como lo llamó María Negroni en Galería fantástica, es "una nueva forma de resistencia a las cárceles de la razón y del sentido común". Resistir la mente con la carne conlleva transformaciones en pleno cuerpo propio que constriñen y expanden, obligan a crecer. Estas metamorfosis operan en casi todos los niños de Silvina Ocampo. Y aunque a Chingolo ya convertido en tigre le sigan gustando los juguetes, las tortas y las bicicletas, no se queda atrás: "Vio que sus piernas se cubrían de pelo; no pudo ver su cara porque no tenía espejo".


Si los espejos en la literatura de Silvina Ocampo sirven para que penetre "lo otro", su falta permite que se revele "lo uno". Por eso, aun cuando los adultos aparezcan en éste y en la mayoría de sus textos para restablecer un orden capaz de poner a raya la imaginación, la subversión de las jerarquías pone al descubierto nuevas percepciones del ser en el mundo que no permiten dar marcha atrás. De esta manera, en "Chingolo", a pesar de que la incomprensión de los adultos obliga al tigre-niño a regresar al árbol y recuperar su forma humana, él nunca deja de creer que cosas extrañas pueden suceder: "-¿No pasó por aquí un tigre? -Pasó, pero se fue -contestó Chingolo". ¿Se fue? Se agazapó en su interior. Porque bien sabe Chingolo que los sueños de tigre son requetesuyos. En este sentido, aludiendo a la representación literaria de los niños en la obra de esta autora, Matilde Sánchez afirma en Las reglas del secreto: "El niño asiste como un extraño a los acontecimientos en el teatro de su propio cuerpo, como espectador y a la vez protagonista". Y es en medio de ese acto cuando se produce el intervalo donde la ferocidad de la inocencia que Italo Calvino reconoció en los textos de Silvina Ocampo logra asomar entre telones.
Creación circular
Para esta escritora no existía distinción entre su literatura para niños y el resto de su narrativa: "La creación es una cosa circular. Existe una especie de fidelidad involuntaria", declaró alguna vez. Conocer el porqué de la infancia como uno de los objetos-tema que recorre toda su producción implica hacer una arqueología del propio sujeto. Silvina fue literalmente "la hermana menor", como la bautiza Mariana Enriquez en el exquisito ensayo que retrata su vida y obra, y en el cual también afirma que "su primer libro de cuentos, Viaje olvidado, es su infancia deformada y recreada por la memoria; Invenciones del recuerdo, su libro póstumo, de 2006, es una autobiografía infantil. No hay período que la fascine más; no hay época que le interese tanto".

Sexta y última hija de Ramona Aguirre y Manuel Ocampo, Silvina nació en el seno de una aristocrática familia porteña pero eligió alimentarse en el lado B de su mundo. Trasladó a las institutrices, cocineros, planchadoras y costureras de quienes creció rodeada desde el margen hasta el centro de la foto a través de sus textos. A ellos, como a sus niños, les permitió rebelarse contra los órdenes preestablecidos. Evocación y expulsión del origen para poder conjurarlo, como postula Giorgio Agamben; para poder metamorfosearse y "volverse otra", como deseaba la propia Silvina, sobre quien Borges dijo: "Yo sospecho que, para Silvina Ocampo, Silvina Ocampo es una de las tantas personas con las que tiene que alternar durante su residencia en la Tierra".
La niñez se convierte en el territorio que define su patria literaria. Lejos de lugares como Nunca Jamás -donde los niños nunca crecen y viven columpiándose de aventura en aventura- y más cerca del país de las maravillas, Silvina condensa y retiene la infancia hasta congelarla y astillarla luego a su gusto en micromundos dulces y amargos que transforman ese espacio-tiempo donde -aunque la realidad aparente ser sólo una y muchas veces duela- la mente se revela como refugio de infinitas posibilidades, como la única máquina capaz de refractar múltiples sentidos desde el sinsentido.La voz de sus niños enmudece a los adultos, los obliga a tomar distancia. La ingenuidad con que lanzan sus palabras los vuelve impunes, pero los efectos que ellas producen lapidan al interior de quienes las escuchan, horadan estructuras y convenciones. Es en el devenir de su creación literaria donde Silvina Ocampo recupera recuerdos y con ellos construye el puzle de su propio yo: ese que, una y mil veces, se desintegra y se desmenuza en el coral de ventrílocuos que resuena entre sus páginas en prosa y que a veces logra contenerse en su poesía: "El soneto me parece una jaula. Una jaula bien ajustada".La infancia de Silvina, sin principio ni fin, no es una etapa que se atraviesa. Supone, en cambio, un estado por el que repta, un desplazamiento centrífugo que permite narrarla eternizando sus latidos primarios. Empezar con "Chingolo", o regresar a él, es permitir que esta fantástica escritora nos siga abriendo la puerta para ir a jugar.


Fuente: lanacion.com

EL ARTE TAMBIÉN LE RINDE HOMENAJE A BORGES

A 30 años de su muerte, se inauguró ayer en Tecnópolis un laberinto al aire libre; más obras en el CCK
Partitura para exterior, de Mariano Ferrante Gza. Prensa
     Partitura para exterior, de Mariano Ferrante Gza. Prensa

María Paula Zacharías

En la semana de su cumpleaños y a 30 años de su muerte, Jorge Luis Borges es celebrado con fervor, sobre todo en Buenos Aires, que se llenó de laberintos en su recuerdo. En Tecnópolis se inauguró el Parque de los Laberintos, donde cuatro artistas locales modelaron sus propios entreveros. Y hay más en papel, pintura, pallets, césped... o palabras.
Ayer, su viuda, María Kodama, recibió en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges con charlas y con la muestra Atlas, curada por Fernando Flores, una selección de fotos de los viajes que realizó con el escritor. Cerca de ahí, en la estación Las Heras de la línea H se armó un laberinto de pallets Tampoco se pudo inaugurar con bombos y platillos la nueva atracción borgeana de Tecnópolis: cuatro instalaciones monumentales al aire libre, creadas por los artistas Inés Raiteri, Luis Terán, Jorge Miño y Mariano Ferrante, que ayer quedaron solas, bajo el agua, pero que seguirán en pie los próximos cuatro años. Desde hoy se las puede visitar y los fines de semana los artistas recibirán al público. Se anuncian actividades didácticas para niños de entre 3 y 12 años, además visitas guiadas; aunque en materia de laberintos, más vale perderse que encontrarse.
Las obras proponen más que el desafío de dar con una salida. El laberinto de Mariano Ferrante, Partitura para exterior, de 165 metros cuadrados, es una construcción de colores, que quiere recrear un sueño de la infancia del artista: imaginarse dentro de una pintura. Luis Terán realizó Yo soy Asterión, una enorme estructura de hierro y chapa de zink acanalada cubierta por graffitis. "Es una espiral concéntrica de 140 metros, con varias puertas que comunican el recorrido principal con otro interno. Las paredes miden entre 1,65 y 5 metros. Un camino que puede resultar interminable. Los grafitis, de artistas invitados, son para dar la idea del lugar que ya fue transitado muchas veces", cuenta. Los visitantes pueden agregar sus propios dibujos o escritos. "Tengo planes de seguir trabajando sobre la estructura en los próximos años. Quiero que sea una pieza viva."
Raiteri construyó Paisajes pintados, de 353 metros cuadrados, con módulos trasparentes de vidrios de colores, que recuerdan la paleta de sus pinturas. "Son caminos que se repiten, combinan y cambian de color. El paisaje y la luz dan tonalidades al recorrido, que se proyecta impregnando las terrazas exteriores de otras geometrías. La dinámica convierte a cada sujeto en protagonista del tramo transitado", explica.

El mar de papel de Andrea Moccio en el CCK Gza. Prensa
   El mar de papel de Andrea Moccio en el CCK.  Gza. Prensa

Miño trabajó sobre el dibujo de su propia huella digital para construir Lo infinito: un lugar donde sentirse seguro, un laberinto de espejos que distorsionan las imágenes, en distintos tamaños, donde nunca el visitante se refleja en su totalidad. "Cada uno es único. Por eso tomé la huella como sello personal. Trabajé con mamparas metálicas con unos vinilos espejados y desde arriba hay un cableado de luces", cuenta. En el CCK tiene otra pieza, donde otra vez, aparecen las ideas de distorsión, fragmentación y multiplicación."Pensamos en artistas capaces de producir obra monumental y permanente especialmente para Tecnópolis, y que entienden muy bien la participación de la gente como parte de la obra", dice Gabriela Urtiaga, curadora. "Es un espacio de arte que nos invita a acercarnos a Borges de forma lúdica e inclusiva", dijo Hernán Lombardi, Ministro de Medios y Contenidos Públicos de la Nación.Otro laberinto se despliega en los 400 metros cuadrados de la Gran Lámpada del CCK -la sala colgante y luminosa-: En el cristal de un sueño, que es un mar de papel de formas orgánicas de Andrea Moccio. "Utilicé 2000 kilos de papel de seda. Pensé en un recorrido laberíntico que fuera amable, como si se hubiera hecho naturalmente", dice la artista."Nadie es la patria, pero todos lo somos..." La frase se repite en el Museo Juan Martín de Pueyrredón, de San Isidro, donde la muestra La patria es un verbo reflexiona sobre la argentinidad a partir de frases extraídas de cartas originales de tiempos de la Independencia, pensamientos de poetas y, claro, versos de Borges. "Una exposición que en su último tramo nos propone dejarnos atravesar por las palabras, buscarlas, tropezarnos con ellas, seguirlas o eludirlas, de manera íntima o colectiva", dice Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria General de Cultura de San Isidro y una de las curadoras de la muestra. De palabras, en fin, se trata todo esto.

Fuente: lanacion.com

VANDALISMO AMERICANIZANTE DE MONUMENTOS SOVIÉTICOS
EN SOFÍA, BULGARIA

Паметник на Съветската армия 18.06.2011

The Moscow Times informa que en Bulgaria, bromistas pintan monumentos de la era soviética para que los héroes militares soviéticos representados pasen a tener la apariencia de superhéroes estadounidenses.
Rusia está exigiendo a Bulgaria que se esfuerce más para evitar el vandalismo de los monumentos soviéticos, después de que otro monumento a las tropas soviéticas en Sofía fuera pintado con pintura en aerosol, informó ITAR-Tass.
La Embajada de Rusia en Bulgaria ha emitido un comunicado exigiendo a su antigua aliada durante la era soviética que limpie el monumento en el distrito de Lozenet de Sofía, identificar y sancionar a los responsables y tomar "medidas exhaustivas" para prevenir ataques similares en el futuro, informó la agencia de noticias Lunes.
El monumento fue rociado con pintura roja en la víspera de la celebración del 123º aniversario del Partido Socialista de Bulgaria, informó la agencia de noticias Novinite, con base en Sofía.





IDEAS DE NADIE, IDEAS DE TODOS:
JULIANA LAFFITTE, MANUEL MENDANHA Y SERGIO BIZZIO


ARTE Y LITERATURA. Los integrantes del grupo Mondongo están realizando con el escritor dibujos que serán parte de una muestra y un libro. Discípulos de Rodolfo Fogwill, los tres reconocen la importancia de la crítica de un maestro en el proceso creativo

Bizzio (adelante), Laffitte y Mendanha
   Bizzio (adelante), Laffitte y Mendanha. Foto: LA NACION / SANTIAGO CICHERO/AFV

Celina Chatruc

El retrato de Rodolfo Enrique Fogwill -Quique, para sus amigos- reaparece en la última creación de Mondongo. La pareja de artistas, formada por Juliana Laffitte y Manuel Mendanha, se autorretrató debajo del escritor en el retablo dominado por una vista panorámica de la Villa 31. Realizada en madera y plastilina, de más de dos metros de alto, la obra dejará pronto el sótano de un taller de Palermo para viajar a dos importantes museos de Los Ángeles y Houston.
"Ésta fue una idea de Bizzio", dice Mendanha mientras señala en el paisaje un edificio en llamas, ubicado en pleno microcentro porteño. Se refiere a Sergio Bizzio, autor de novelas como
 Rabia y Era el cielo, que además es director de cine, guionista, músico, dramaturgo y poeta. Esta prolífica vida creativa comenzó con el dibujo, según el escritor, casado con la cineasta Lucía Puenzo, que ya expuso en Belleza y Felicidad y en Miau Miau. Desde hace meses trabaja con Mondongo en una serie de obras sobre papel que el año próximo integrarán una muestra y un libro.
Esta experiencia "es como un pequeño rito", agrega Mendanha, habituado a trabajar en forma multidisciplinaria. Él y su mujer destinan desde el año pasado la vidriera del taller a exhibir obras de otros artistas, como el film Transiberianode Mariano Llinás o la performance realizada durante la bienal BP15 por José Fogwill, hijo de Rodolfo. Este último, fallecido en 2010, conectó al grupo Mondongo con Bizzio. Gran amigo de los tres, fue también un crítico ácido que los ayudó a reflexionar sobre su trabajo. La unión dio sus frutos: el dúo de artistas proyecta realizar la escenografía de la obra teatral inspirada en Rabia, después de haber ilustrado la tapa del libro En el bosque del sonambulismo sexual.
El rito al que se consagran desde enero consiste en reunirse una vez por semana a completar un apasionante círculo virtuoso. Con música de fondo y casi sin hablar, se sientan muy cerca en una misma mesa. Toman una hoja cada uno y usan distintos materiales -desde el lápiz hasta el fuego- para plasmar la imagen que les surja sobre cualquier tema. Minutos más tarde, cuando alguno dice "paso", entregan la hoja a quien se sienta a su derecha, reciben por la izquierda y continúan lo que hizo el anterior. Algo similar al "cadáver exquisito" inventado por los surrealistas, sólo que en este caso está permitido mirar la producción previa.
Los tres coinciden en que esta práctica alquímica surgió sin más expectativas que experimentar y divertirse, pero fue ganando fuerza y no para de crecer. Ya llenaron una sala con 400 dibujos realizados bajo una única condición: libertad absoluta.
Uno de los dibujos realizados por Bizzio (adelante), Laffitte y Mendanha foto: LA NACION
   Uno de los dibujos realizados por Bizzio (adelante), Laffitte y Mendanha foto: LA NACIÓN

LN: -¿Cómo funciona este proceso creativo?
JL: -Para nosotros dos es un proceso de trabajo diferente a lo que hacemos habitualmente, que es algo lento, de procesos largos, de trabajo minucioso...
MM: -Cuando terminamos veo un montón de ideas juntas, velozmente expresadas. Es un diálogo que me hace pensar en muchas cosas. Es muy placentero.
SB: -El otro día hablábamos de que esto tal vez tenga algo de la mecánica del sumi-e, la metodología de arte japonés. Es como una observación detenida, sin plasmarla, hasta el día en que sentís que eso está muy claro y de golpe lo pintás en dos trazos.
MM: -Son evocaciones, ideas que surgen de inmediato. Porque estás evocando todas las ideas que tuviste en la cabeza durante años.
LN: -¿Hay temas que se repiten?
SB: -Alguna vez hablamos de trabajar un tema, pero lo hicimos una sola vez. Queríamos hacer una versión onírica del Kama-Sutra.
MM: -Es todo muy onírico. Al estar tres mentes planeando ideas, se transforma en algo onírico indefectiblemente... No surrealista. Es como mirar una mente, en un punto.
LN: -Sergio, ¿es la primera vez que hacés algo de este estilo?
SB: -Sí. Para mí es como tocar con Lennon y McCartney. Yo soy principalmente un escritor.
LN: -Pero hacés todo tipo de cosas. ¿Te seguís definiendo como escritor?
SB: -¿Qué es uno? Como decía Borges: "Decir yo soy esto, soy esto, soy esto, es una manera fatigosa de decir no soy nada". Soy principalmente un escritor porque es lo que más hago. Como escritor me siento atraído en particular por la transparencia y por el despojamiento, y esto que estamos haciendo con los chicos me parece que son dibujos muy claros, muy transparentes también. Incluso son muy despojados. El único terreno donde se vuelven complejos, donde pierden la sencillez pero en el buen sentido, es en el de las ideas. Me parece que todos los dibujos tienen por lo menos una idea. Algunos, hasta seis ideas. Eso es muy estimulante.





LN: -Manuel y Juliana, ¿por qué les interesa tanto el trabajo interdisciplinario?

MM: 
-Para empezar, nosotros descreemos de la noción de autoría. La experiencia nos dicta que es más enriquecedor compartir y dialogar con los otros. Dibujamos a solas y pensamos solos, pero cuando realizamos obras el diálogo es mucho más interesante. Consigo cosas mucho más elevadas que en soledad.
LN: -¿Creen que el proceso creativo de los artistas cambió en los últimos años? ¿Que es mucho más interdisciplinario en general?
MM: -Puede ser.
JL: -En nuestro caso es porque nos juntamos con los amigos, en general. No es una estrategia.
MM: -Creemos que encontrar a alguien con quien dialogar es alucinante. Es muy difícil, cada vez más. La panacea es charlar con alguien y trabajar en forma simultánea.
SB: -En cierto sentido, esto es como haber dinamitado la Avenida 9 de Julio. Yo tengo una teoría: antes de que hicieran la 9 de Julio, los escritores se encontraban en un bar en Corrientes y Uruguay, y los músicos, en Corrientes y Esmeralda, cerca de los pintores. Se juntaban, estaban en permanente contacto porque era muy fácil ir de un lugar al otro. Entonces las letras estaban escritas por poetas, el arte de las tapas de los discos lo hacían artistas plásticos... Pero cuando hicieron la 9 de Julio se separaron, porque era complicado ir de un bar al otro.
LN: -Los tres fueron amigos de Fogwill. ¿Lo consideran un maestro?
MM: -En algún punto sí. También era un amigo, pero aprendí muchísimo a su lado. Quique se paraba en un lugar muy lejano de donde estábamos produciendo y era muy interesante. Como un sparring... Te hacía escucharlo o plantarte más fuerte en tu lugar.
LN: -¿Qué es lo que más rescatan de esa amistad?
JL: -Más allá de la genialidad que emanaba constantemente, él nos ayudaba a pensar. De repente venía y decía: "Esta serie que van a hacer me parece una porquería, un espanto total. Y si la siguen haciendo, no vengo más". Eso ha pasado, desapareció por un año y medio. Nos ponía en lugares de pensamiento diferentes.
MM: -Era una persona que se plantaba delante de vos y siempre te modificaba. Creo que eso es lo más valioso que me dejó.
LN: -Su influencia fue muy fuerte. Para que su cara siga apareciendo en las obras actuales...
MM: -Es que era parte del proceso creativo.
LN: -Para vos, Sergio, ¿qué significó?
SB: -Yo tuve una amistad muy larga con Quique, incluso vivió un año en mi casa. Conté todo eso en una biografía coral que publicó Patricio Zunini en Mansalva.
LN: -¿Con vos también ejerció la crítica de esa manera?
SB: -En cierto sentido, sí. Yo empezaba a escribir cuando él ya era todo un escritor. Era un lector extraordinariamente agudo, no se le escapaba nada... Era inteligentísimo, así que era muy interesante lo que me podía decir. Habría sido un idiota si no lo hubiera escuchado.
Uno de los dibujos realizados por Mondongo y Bizzio Gentileza Mondongo y Bizzio
   Uno de los dibujos realizados por Mondongo y Bizzio. Foto: Gentileza Mondongo y Bizzio

LN: -¿Qué importancia tiene el maestro en la tarea creativa?
MM: -Es el que te va pasando la antorcha, te va abriendo miles de posibilidades. Aunque se dedique a otras disciplinas. Las formas de hacer son siempre las mismas. Te enseña cosas que se pueden aplicar a la literatura, a la pintura o a la música... Las disciplinas no importan. Es muy importante que la gente de experiencia opine y te abra caminos. Para mí es fundamental.
LN: -Manuel, ¿por qué decís que no creés en la autoría de las ideas?
MM: -Porque uno encuentra uniones y conexiones con gente para transformarse en una especie de canal, de algo que está en el aire.
JL: -En el trabajo colectivo se desdibuja totalmente la autoría. Cuando trabajás de a muchos en una obra, decís: "¿A quién se le ocurrió esto?". Y por ahí se le ocurrió a uno pero porque otro le tiró una palabra que lo despertó...
LN: -¿El ego se disuelve también?
JL: -Eso no sabría decirte... [Risas]
MM: -Ojalá.
SB: -Las ideas en realidad no son de nadie. Hay uno que las dice, pero son ideas que aparecen en el trabajo con el otro. En ese sentido las ideas son de todos, todo el tiempo.
MM: -Cuando tenés esa visión te relajás mucho, además. Estás mucho más abierto a escuchar, a ver dónde está la potencia de la idea que está surgiendo.
LN: -Vale más la idea en sí misma que la autoría.
MM: -Siempre. Para nosotros.
LN: -¿Qué lugar ocupan la lectura en la obra de Mondongo y las artes visuales en la obra de Bizzio?
JL: -La lectura es fundamental. Es como Internet, como la familia...
MM: -Pero la lectura, específicamente para mí, es fundamental. Muchas de las ideas las construyo leyendo.
JL: -Es una pata del espíritu.
LN: -¿Qué suelen leer?
JL: -Yo, de todo. Ahora estoy leyendo cuentos de Lamborghini.
MM: -Ensayos, literatura clásica... De todo. Soy un lector constante.
LN: -¿Y vos, Sergio? ¿Solés ir a muestras de arte?
SB: -Sí. Yo creo hacer una literatura muy visual. Y desde que empecé a trabajar con los chicos, a veces me despierto a la mañana pensando en imágenes. Tomo notas mentales, o busco en Internet alguna fotografía que me sirva como referencia, y después vengo acá y no es lo que hago. O si lo hago, lo hago mal. Me parece que todo lo que uno prepara se desvanece cuando bajamos la vista sobre la primera hoja.
LN: -Es un presente absoluto.
Los tres a coro: -Sí.
MM: -Es dejarse guiar por la química del momento.
JL: -Y cuando terminamos, los miramos y nunca sabemos bien qué onda tienen pero es la onda del día. Cada sesión tiene una energía que es muy particular de ese día.
Uno de los dibujos realizados por Mondongo y Bizzio Gentileza Mondongo y Bizzio
  Uno de los dibujos realizados por Mondongo y Bizzio. Foto: Gentileza Mondongo y Bizzio

LN: -Sergio, ¿sentís que esta tarea tiene repercusiones en tu escritura?
SB: -Más que tener repercusiones, creo que armoniza de algún modo. Porque lo que estoy trabajando ahora justamente tiene que ver con el carácter de lo que estamos haciendo con los chicos. Publiqué una novela, Mi vida en Huel, que es completamente onírica. Hay una relación. Pero no podría ni querría definirla de una manera mentirosa. Me parece que en lo que estoy escribiendo y en lo que estamos haciendo con los chicos hay algo que tiene que ver con la experimentación.
MM: -En realidad, la obra es el proceso creativo, el proceso de pensamiento, que después aparece en las hojas. La obra es el trabajo colectivo y ver hacia dónde se deriva. Porque no sabés dónde terminará.
LN: -¿Qué lugar tiene la experimentación en la obra de los tres?
MM: -Para mí es fundamental. Cuando estamos haciendo una serie que ya está cerrada, estoy totalmente aburrido. La parte que más me interesa es cuando estoy tratando de descubrir algo, como lo que pasa acá.
LN: -No saber adónde están yendo.
MM: -O sí saber y buscar en una dirección que es un poco desconocida. Quiero llegar a ese lugar y en medio del proceso pasan un montón de cosas. Incluso, a veces, tenías la destinación fijada y llegás a otra.
LN: -¿Y para vos, Sergio?
SB: -Para mí éste es el lugar de la experimentación. No sé cómo se podría definir. Se me ocurre la palabra juego, pero al mismo tiempo es una experimentación seria.
LN: -¿Te sentís más libre en este ámbito que cuando escribís, por ejemplo?
SB: -Son maneras de trabajar muy distintas... Yo escribo y vuelvo sobre lo que escribo, corrijo o reversiono... Acá no volvemos sobre eso, por lo menos hasta ahora. Estos dibujos son como raptos, como tres plumazos sobre el papel. Es lo más divertido del mundo.
MM: -Vas encontrando posibilidades, aparecen en el camino. El proceso creativo es muy excitante y veloz.
SB: -Hay días en que tenemos que parar porque estamos agotados físicamente. Queremos seguir y no podemos.
LN: -Manuel, me gustó lo que decías de convertirte en canal... ¿Cómo se hace para lograr eso?
MM: -Cuando se habla de algún tema hay que tratar de relajarse y escuchar la mejor versión de lo que se está diciendo. E ir para ese lado sin tratar de imponerse. Si uno trata de imponerse, empiezan a cerrarse las puertas. Tratar de ver qué dicta el momento, la química de lo que está sucediendo. En todos los ámbitos, me parece.
LN: -Y poner en pausa la crítica también, ¿no?
MM: -No, la crítica es muy valiosa.
LN: -Me refiero a la crítica que bloquea.
JL: -Entre nosotros no se ejerce.
SB: -Cero. Éste es el reino de la libertad absoluta.
MM: -Yo busco eso: la libertad.
JL: -Ahí está la gracia de esto, me parece.
LN: -Que todo está permitido.
JL: -Sí, sí, sí.
SB: -Hacemos observaciones, pero son mínimas. Es el reino de la cortesía, en un punto. Meterse en ese flujo, en esa velocidad de creación, es muy lindo. Detenerse a observar críticamente lo que se hizo es un momento posterior. No mientras estamos haciendo los dibujos.
MM: -Cuando terminamos la jornada decimos: "Esto me gusta, esto no me gusta..."
LN: -Pero es más una selección que una crítica destructiva.
MM: -Igual, cuando las obras están terminadas, adoro las críticas.
SB: -Además, quizá muy sutilmente, ejercemos la crítica en el mismo giro de la hoja también. Tratando de desviar el dibujo...
MM: -O de llevarlo hacia algún lugar, censurando una parte... Ha pasado.
SB: -Es como una crítica activa.
MM: -Es una crítica del diálogo. Opinar algo distinto de lo que está opinando el otro.
SB: -Pero con el dibujo.
LN: -Integrando lo anterior.
JL: -Sí, es totalmente diferente a nuestra otra etapa, cuando trabajábamos de a tres [con Agustina Picasso, que dejó el grupo en 2008 al casarse con Matt Groening], entonces sí se ejercía la crítica despiadada. Había que fortalecerse. Más allá de que siempre bajar el copete para nosotros es filosóficamente lo que vale, porque lo único que vale es la obra.

SERGIO BIZZIO

Escritor, cineasta, músico, dramaturgo y poeta
Autor de más de una veintena de libros, entre los cuales se destacan las novelas Rabia y Era el cielo, integra la banda de rock Súper Siempre, con Francisco Garamona, Alfredo Prior y Alan Courtis. Casado con la cineasta Lucía Puenzo, dirigió películas como Bomba (2013) y Animalada (2000).

JULIANA LAFFITTE

Artista
Integra desde 1999 el grupo Mondongo con Manuel Mendanha, padre de su hija, Francisca. Famosos a nivel internacional por su experimentación con materiales no convencionales -desde preservativos hasta galletitas, chicles y carne-, en 2004 retrataron por encargo a la familia real española con espejitos de colores.

MANUEL MENDANHA

Artista
Es el otro miembro del grupo Mondongo, que hasta 2008 integró también Agustina Picasso. En los últimos tres años expusieron en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en el Museo de Bellas Artes de Houston y en el Maxxi de Roma. Sus obras también se exhibieron en España, Bélgica, Suiza, Dubái y el sudeste asiático.


Fuente: lanacion.com