Fue un actor principal de la transición del arte argentino hacia lo contemporáneo.
Trepanación inconclusa (1961). Alambre tejido, tela, enduido y óleo sobre hardboard. |
Por Julia Villaro
“Caminar por detrás del ojo del artista”. Así define la propuesta de la exposición Kemble por Kemble su curadora Florencia Battiti. La muestra se presenta como la tercer fase de un vasto proyecto sobre la obra de Kenneth: el rescate, a través de la publicación de dos libros, de la obra escrita del artista, que consta tanto de los prólogos para sus muestras, artículos y entrevistas, como también de sus reseñas artísticas publicadas en el diario Buenos Aires Herald.
“Caminar por detrás del ojo del artista”. Así define la propuesta de la exposición Kemble por Kemble su curadora Florencia Battiti. La muestra se presenta como la tercer fase de un vasto proyecto sobre la obra de Kenneth: el rescate, a través de la publicación de dos libros, de la obra escrita del artista, que consta tanto de los prólogos para sus muestras, artículos y entrevistas, como también de sus reseñas artísticas publicadas en el diario Buenos Aires Herald.
Kenneth Kemble fue actor principal de
la transición del arte moderno al arte contemporáneo: sus obras de
fines de los años cincuenta abren paso a la aparición de la poética
informalista en Argentina, lo que por entonces significó la posibilidad
de un arte no figurativo que, sin embargo, no se sujetase a las
estrictas premisas compositivas del arte concreto, estética dominante en
los ‘40 y ‘50. La introducción de materiales no ortodoxos dentro de sus
obras (alambres, arena, trapos, chapas, clavos) y el tono gestual de su
pintura que oscila entre lo provocativo y lo agresivo, hicieron que sus
escritos funcionen como un bastión desde el cual el artista defendió su
postura estética y disparó hacia los críticos desorientados, que sin
comprenderlo, condenaban sus intenciones artísticas.
Consciente
del rol que el artista jugaba en la transformación de su contexto social
y cultural (“nuestra misión fue la de romper, destrozar y señalar a una
sociedad estéticamente anquilosada”, comentaría más adelante) organiza
en 1961 la muestra Arte Destructivo, junto a Luis Wells, Antonio
Seguí y Enrique Barilari (entre otros); ambientación experimental en la
que se veían ataúdes baleados, un sillón rasgado verticalmente y
cabezas de maniquíes colgando del techo, y que proponía pensar cómo la
pulsión destructiva inherente a todo ser humano podía ser canalizada por
la vía de la creación artística. Y cuando todos pensaban que el salto
de la pintura al objeto y al espacio era ya un hecho consumado, Kenneth
siguió pintando y volvió a quedar en la vereda opuesta a todos: “creo
que deberíamos aprender las reglas del juego de los juguetes que ya
tenemos y crear nuevas reglas para ellos, antes de saltar de un juguete
al otro”.
Para llevar a cabo esta muestra, su curadora ha contado
con dos elementos fundamentales a la hora de seleccionar las obras: una
carta fechada en 1972 de destinatario incierto, funciona como
itinerario del viaje por su producción artística; los catálogos de sus
muestras posteriores al ‘72 completaron la guía, para no dejar fuera de
la exposición ninguna de las obras que Kenneth hubiera considerado
fundamentales: como si se curara a sí mismo a través de Battiti.
Como
un mapa, la muestra permite recordarlo por todo lo que fue. Irónico e
irreverente, explorador desprejuiciado de la pintura y el collage
(principio intelectual de todas sus composiciones) la obra de Kemble
atraviesa múltiples y diferentes etapas, pero siempre conserva la misma
calidad pictórica y el mismo desenfado.
Fuente: clarin.com
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