Bajo el título 'Dalí, todas las sugestiones poéticas y todas las
posibilidades plásticas', el museo Reina Sofía de Madrid inauguró el
viernes 26 de abril una gran retrospectiva de la obra del pintor
surrealista español, que explora su influencia en otras formas de arte.
Por Javier Soriano
Bajo el título 'Dalí, todas las sugestiones poéticas y
todas las posibilidades plásticas', el museo Reina Sofía de Madrid
inaugura el viernes una gran retrospectiva de la obra del pintor
surrealista español, que explora su influencia en otras formas de arte.
Formada por más de 200 cuadros, esculturas, dibujos, textos y vídeos
de cine y televisión desde los años '20 hasta los '80, la muestra
incluye 30 obras nunca exhibidas en España. "Queremos mostrar la riqueza de la creación de Salvador Dalí,
queremos mostrar el conjunto de la creación de este artista, un
personaje complejo, paradójico y controvertido", explicó Jean-Hubert
Martin, uno de los comisarios de la exposición.
El museo madrileño pone al
alcance del público lo mejor del genio catalán con la exposición ‘Dalí,
todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas’.
Alabado por muchos como un genio creativo por su onírico e impactante
imaginario, Dalí vio cómo algunos críticos tildaban de puro 'márketing'
sus campañas de televisión y sus trucos publicitarios como enterrarse a
sí mismo en billetes de banco. La estrella de la exposición es el célebre cuadro 'La persistencia de
la memoria' (1931), prestado por el Museum of Modern Art (MOMA) de
Nueva York, para cuyos flácidos relojes el pintor afirmó haberse
inspirado en quesos camembert derritiéndose al sol. Mientras la muestra, abierta hasta el 2 de septiembre, se centra en
los cuadros de Dalí, junto a ellos se exhiben fotografías, películas e
incluso un anuncio publicitario de chocolates Lanvin emitido en la
televisión francesa en los años '60.
El museo madrileño pone al
alcance del público lo mejor del genio catalán con la exposición ‘Dalí,
todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas’.
"Dalí es un artista interesante porque siempre bascula entre un gran
respeto por la tradición, por los grandes maestros, y un gran deseo
insaciable por todo lo nuevo", afirma Montse Aguer, otra comisaria.
"Dalí vive en una época en que la pintura estaba inexorablemente
destinada a perder terreno a favor de otras formas como la fotografía,
el cine, al arte conceptual y él se sirvió de todos ellos", agrega. Entre las obras fílmicas, la película muda 'Un perro andaluz' (1929),
escrita junto al cineasta español Luis Buñuel, con su famosa escena del
ojo de una mujer cortado por una hoja de afeitar. También 'Destino', un
corto animado que Dalí hizo para la Walt Disney Company y que no se
estrenó hasta 2003. La retrospectiva se había exhibido a principios de año en el Centro Pompidou de arte moderno de París. Nacido en la ciudad gerundense de Figueres en 1904, Dalí murió en esa misma localidad en 1989.
El tiempo medio de espera es de
dos horas, y así desde las diez de la mañana que el museo abrió sus
puertas. En este primer día, ya casi 8MIL personas han visto la
exposición. Quedan por delante 4 meses. Se espera que bata todos los
records de visitantes. Hoy, la gran mayoría eran extranjeros y a pesar
de la importante bajada de temperaturas en Madrid y las dos horas
mínimas de espera nadie ha querido perdérsela. Incluso hemos conocido
una historia muy especial, la de Pilar, un mujer ciega que ha esperado
su turno para entrar, asegurando que el arte se puede sentir aunque no
se vea.
Composición gráfica de la mezquita de los Omeyas de Alepo, antes (en el cuadrosuperior)y después(imagen inferior) del hundimiento del minarete, el 24 de abril de2013 en Alepo.
Por Jalal al-Halabi
Tras el hundimiento el miércoles del minarete de la
mezquita de los Omeyas de Alepo, joya histórica de esta metrópoli del
norte de Siria, repasamos las principales destrucciones de bienes
culturales en conflicto:
- MALÍ: Tombuctú, apodada "la ciudad de los 333 santos" e inscrita en
el patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco, permaneció entre
abril de 2012 y enero de 2013 bajo control de los grupos armados
islamistas que la destrozaron. En junio de 2012, los yihadistas de
distintos movimientos relacionados con Al Qaida, que consideran la
veneración de santos como "idolatría", iniciaron la destrucción de
varios mausoleos, entre ellos el de la principal mezquita de la ciudad.
En enero de 2013, el Instituto de Investigación Islámica Ahmed Baba fue
saqueado, aunque se pudieron guardar la mayor parte de sus famosos
manuscritos y libros.
- LIBIA: En agosto de 2012, los islamistas demolieron con excavadoras
y profanaron el mausoleo del sabio Al Shab al Dahmani, en Trípoli.
También hicieron explotar el mausoleo del jeque Abdesalem al Asmar, un
teólogo sufí del siglo XVI, en Zliten, 160 km al este de la capital.
- TÚNEZ: Desde octubre de 2012, cerca de 40 mausoleos sufíes fueron saqueados o incendiados, según la Unión Sufí de Túnez.
- IRAK: En el caos que siguió a la invasión estadounidense de 2003,
al menos 32.000 piezas fueron robadas de los 12.000 sitios arqueológicos
catalogados. En Bagdad, otras 15.000 piezas fueron robadas del Museo
Nacional.
- AFGANISTÁN: En marzo de 2001, el jefe supremo de los talibanes, el
mulá Omar, ordenó la destrucción de los dos budas gigantes de Bamiyan
(centro-este), tesoros arqueológicos de más de 1.500 años de antigüedad,
considerados "antiislámicos", ya que representan figuras humanas.
- EX-YUGOSLAVIA: A finales de 1991, durante el conflicto serbocroata,
la ciudad medieval de Dubrovnik, clasificada en el patrimonio mundial
de la humanidad, fue arrasada. La biblioteca nacional de Sarajevo, joya
de la arquitectura austrohúngara del siglo XIX, fue destruida en agosto
de 1992 por la artillería de las fuerzas serbobosnias durante la guerra
de Bosnia.
En noviembre de 1993, las fuerzas croatas de Bosnia destruyeron el
puente de Mostar, considerado como una obra maestra de la arquitectura
otomana. La obra fue después reconstruida.
Tejido en el siglo XVI, robado de una catedral española en 1979
supuestamente por uno de los mayores expoliadores de Europa y vendido en
cinco países, un valioso tapiz regresó a España después que una historiadora lo descubriese a subasta en Internet.
Por Diego Crespo
Tejido en el siglo XVI, robado de una catedral española
en 1979 supuestamente por uno de los mayores expoliadores de Europa y
vendido en cinco países, un valioso tapiz regresó a España después que
una historiadora lo descubriese en una subasta en internet.
Los ministros españoles de Cultura, José Ignacio Wert, y del Interior, Jorge Fernández Díaz, presentaron este jueves a la prensa el recién recuperado tapiz 'La Virgen con San Vicente entre San Ramón y San Valero'.
La obra había sido robada hace 34 años de la catedral románica de
Roda de Isábena, en el noreste del país, "al parecer" por René Alphonse
van der Berghe, más conocido como 'Erik el belga', uno de los más
famosos expoliadores de iglesias de Europa, explicó a AFP un portavoz
policial.
El tapiz fue sustraído "junto a numerosas obras de arte, tras forzar
la puerta de entrada a la basílica con dos palanquetas", precisaron en
un comunicado conjunto los ministerios de Interior y Cultura. "Desde su
sustracción en 1979, el tapiz experimentó un largo periplo de viajes con
sucesivas ventas y adquisiciones en el mercado del arte, llegando a
pasar por cinco países: Bélgica, Alemania, Italia, Francia y,
finalmente, Estados Unidos", agregó.
La obra fue descubierta en 2010 por una investigadora del Museo de
Lleida, Carmen Berlabé, que "lo localizó a la venta a través de internet
en el catálogo de una galería que se dedicaba al comercio de tapices
antiguos" en la ciudad belga de Mechelen, cerca de Amberes, precisó el
portavoz.
A partir de ese momento comenzó una investigación que condujo a la
policía española hasta el último comprador, en la localidad
estadounidense de Houston. "Entre octubre y noviembre de 2012, un equipo
integrado por expertos en tejidos antiguos (...) viajó a Estados Unidos
para acreditar la autenticidad del tapiz", según el comunicado.
El análisis fue tan minucioso que se llegaron a contar los hilos del
tapiz para comprobar que se correspondían con la técnica utilizada en el
siglo XVI.
Tras su autentificación, las autoridades estadounidenses acordaron la
devolución de la obra, que ahora será sometida a una minuciosa
restauración en el Instituto del Patrimonio Cultural de España. Ésta
permitirá conocer aspectos "tales como el tipo de telar que se utilizó
en su confección, la calidad del taller y de los artesanos que lo
produjeron, su procedencia" o "la naturaleza de las fibras y
colorantes", precisó el comunicado.
Dos esculturas procedentes del saqueo del Palacio de Verano de Pekín en 1860 serán restituidas a China,
anunció el viernes un portavoz del grupo dirigido por el empresario
francés del sector del lujo Henri Pinault, cuya familia las había
adquirido tras una polémica subasta y nuevos avatares en 2009.
Pinault, presidente del grupo Pinault-Printemps-Redoute (PPR), se lo
anunció directamente al presidente chino, Xi Jinping, durante la cena de
Estado ofrecida el jueves por el mandatario chino a su par francés
François Hollande, precisó el vocero, que solicitó el anonimato.
Las piezas robadas del Palacio de Verano por las tropas
franco-británicas durante la Segunda Guerra del Opio (1856-1860) son dos
esculturas de bronce que representan cabezas de animales -una rata y un
conejo- del zodiaco chino, de la época del emperador Qianlong
(1736-1795).
Fueron subastadas en 2009 por Christie's, en el marco de la venta de
la colección de obras de arte de Pierre Bergé y de su compañero
sentimental, el modisto Yves Saint-Laurent, fallecido el año anterior.
China trató por vía judicial de impedir el remate, que finalmente se llevó a cabo en febrero de 2009.
Los dos bronces se adjudicaron por 14 millones de euros cada uno a un comprador anónimo que participaba por teléfono en la puja.
El misterioso comprador se identificó un mes más tarde como Cai
Mingchao, experto del Fondo de Tesoros Nacionales, una fundación privada
que tiene por misión adquirir obras de arte chinas dispersadas en el
extranjero.
Pero Cai indicó que se negaba a abonar la suma anunciada en el remate.
Posteriormente, "la familia Pinault compró las dos piezas", dijo a la
AFP el portavoz de PPR. Se abstuvo de precisar el precio de la
adquisición, pero aclaró que "no fue el que habían alcanzado en la
subasta".
Henri Pinault integra la delegación de unos sesenta empresarios de la
comitiva que acompaña a Hollande en su primera visita oficial a China. Fuente: AFP
Un busto del artista suizo Alberto Giacometti, que representa a
Caroline, su última musa, y valorado en entre 3 y 5 millones de francos
suizos (entre 2,5 y 4,1 millones de euros) será subastado el próximo 13 de junio en Lucerna, Suiza.
Por Carl Court
Un busto del artista suizo Alberto Giacometti que representa a Caroline, su última musa, y valorado en entre 3 y 5
millones de francos suizos (entre 2,5 y 4,1 millones de euros) será subastado el próximo 13 de junio en Lucerna (centro de Suiza).
El busto en bronce patinado, de una altura de 48 cm, fue puesto a la venta por un coleccionista suizo, indicó la galería Fischer de Lucerna, que organiza la subasta. Giacometti conoció a Caroline en 1958, cuando ella tenía 20 años y él 57. Permanecieron juntos hasta la muerte del artista en 1966.
El busto cambió de manos en varias ocasiones. La última vez que estuvo en el mercado fue en 1995, cuando su actual propietario lo adquirió por 320.000 dólares en la subasta de Sotheby's en Nueva York.
Alberto Giacometti (1901-1966) es uno de los escultores más caros del mundo. Su obra "L'Homme qui marche I" ("El hombre que camina I") fue subastada en Londres en 2010 por el precio récord de 104,3 millones de dólares.
Reúne unas 2 mil obras de 180 artistas, entre ellos dos argentinos.
La familia soñando (2011). La foto del argentino Alejandro Chaskielberg, tomada en Kenia, integra la muestra.
Berlin.- Ningún viaje, ninguna cola de espera, ningún ticket. Todo el
tiempo del mundo para admirar lo que se quiera, sin interrupciones ni
molestias. Hoy comienza la primera bienal de arte contemporáneo del mundo en Internet,
en la que se podrá disfrutar de las cerca de 2 mil obras de 180
artistas de todo el mundo sin levantarse del sillón de casa. Y que,
además, incluye creaciones de dos artistas argentinos.Los organizadores de la exposición digital ( www.biennaleonline.org ) esperan recibir al menos 100 mil visitas. “Nuestro objetivo
es sacar el arte de la torre de marfil en la que está recluido y
hacerlo accesible para la gente, que evita normalmente los pasillos de
las galerías”, explicó el creador de la iniciativa, David Dehaeck.
Autocensura (2006). Un video de la artista cubana Jeanette Chavez.
El
director artístico de la bienal, Jan Hoet, fue curador de la Documenta
IX (1992), una de las exposiciones más importantes del mundo, y durante
años también estuvo al frente del Museo de Arte Contemporáneo de Gante,
en Bélgica. Su trabajo se apoya en el criterio de 30 curadores de renombre internacional,
entre los que se encuentran Nancy Spector, del museo Guggenheim de
Nueva York; Daniel Birnbaum, del Museo de Arte Moderno de Estocolmo;
Yuko Hasegawa del Museo de Arte Contemporáneo de Tokio; y el argentino Rodrigo Alonso,
curador del pabellón nacional en la 54° bienal de Venecia. “Formé el
equipo de trabajo en dos semanas”, comentó Hoet. “Cuando comencé a
recibir una confirmación tras otra supe que la idea funcionaba”.
Pedazo de exposición (2010). De la holandesa Gwenneth Boelens.
Alonso comentó que “el planteo de Hoet fue bastante amplio: hay un tema general, ‘Reflexión e imaginación’, y a partir de ahí dio total libertad a los curadores para que elijan lo que quieran ”. La idea, agregó, fue “seleccionar a artistas jóvenes que no estén muy consagrados”.
Así, cada curador podía proponer a cinco artistas, de los cuales al menos dos debían ser de su país. Los dos argentinos elegidos por Alonso son Eduardo Basualdo y Alejandro Chaskielberg. “Son
dos artistas que me interesan mucho. Basualdo tiene una obra potente,
que dialoga perfectamente con la producción contemporánea internacional,
y que sólo necesita un poco de visibilidad para que su trabajo llegue a
lugares destacados.
El silencio de las sirenas (2012). Obra del argentino Eduardo Basualdo.
La obra fotográfica de Chaskielberg es igualmente
poderosa y ya ha llamado la atención internacional también”, dijo
Alonso.
Con la elección de los curadores se armó la muestra, que
ofrece cerca de 2 mil obras (cuadros, esculturas, instalaciones, videos)
de 180 talentos de todo el mundo. Las obras se
podrán ver a través de fotografías de gran resolución, complementadas
con una biografía del artista y un comentario del comisario. El público
podrá además entrar en contacto con los artistas a través de Facebook o
Twitter.
Amor (2004). Una creación de la artista griega Maro Michalakakos.
Esta muestra
virtual estará online hasta 2015. Por ahora, visitarla tiene su costo:
quienes quieran ingresar entre hoy y el 14 de octubre deberán pagar 10
dólares. Del 15 de octubre en adelante el pase será gratuito.
Como
en una partitura, la nueva exposición colectiva de una de las galerías
más sofisticadas de la ciudad, en términos de criterio conceptual y
seleccionado de artistas, opone al ruido y la saturación visual un
conjunto delicado y armónico de trabajos.Blanco de silencio comparte
obras de diez artistas representados por la galería que ejecutan
variaciones sobre el blanco: abstractas, poéticas, inspiradas en la
naturaleza, o bien piezas de laboratorios ópticos intransigentes y
refinados como los de Macaparana, Fidel Sclavo y Marcolina Dipierro,
todas ellas recuperan un legado de las vanguardias artísticas del siglo
XX -el blanco- y lo hacen progresar por medio de diferentes materiales y
perspectivas.
Dipierro, una de las artistas jóvenes de la casa,
presenta grillas escultóricas, más un conjunto de origamis desplegados
que conservan las huellas del doblado y, apilados, erigen un tótem de
papel blanco. La única obra de Juan Lecuona basta para hacer visibles
las razones que lo han convertido en un artista secreto y a la vez
universal: la bruma blanca de su pintura restituye protagonismo a los
fondos y a las atmósferas inestables del cuadro. El díptico Escena de la que surgimos
, de Carlos Arnaiz, con sus referencias a un mundo de semillas, piedras
y plantas, reconstruye mediante grafismos y texturas de blancos impuros
un escenario preternatural. Laura Lío, artista argentina residente en
Madrid, aporta imágenes de dos hojas de árboles trabajadas en papel
calado envuelto entre dos capas de tul. Una pieza escultórica a gran
escala y un óleo en el que opera la distancia de una niebla se articulan
de manera técnica y poética. Primeras imágenes de una virtuosa que en
2013 volverá a exponer.
Óleos y maquetas de César Paternosto evocan el trabajo
iniciado hace cien años por los suprematistas rusos, cuando el blanco
era considerado plataforma de la sensibilidad plástica. El artista de La
Plata traduce ese programa estético en clave musical y afablemente
irónica, y sus óleos, como pentagramas sin notaciones, recubren el
silencio. Una solitaria obra de Kirin, con sus líneas que forman bucles o
estancias abiertas, contagia vigor y elegancia.
Una revelación de la muestra es la artista checa Kveta
Pacovská, pintora, escultora e ilustradora nacida en 1928, que en 1992
obtuvo el premio Hans Christian Andersen. En los trabajos exhibidos
conviven rastros de la sensibilidad de sus obras para niños con una
libertad aplicada a la pintura tan imaginativa como emocionante. De
Eduardo Stupía, uno de sus raros paisajes pálidos, en los que las
manchas blancas infunden energía al conjunto, y tres assemblages organizados como laberintos o puzles tridimensionales.
Las enigmáticas escrituras de Fidel Sclavo, caladas en
cartón, y sus cuadros de ambigüedad figurativa parecen inscribir su
genealogía en escritores como Felisberto Hernández, Mario Levrero o
Marisa Di Giorgio, más que en artistas visuales. Por último, el solista
del conjunto en un espacio exclusivo: Macaparana. Diagramas blancos
retocados de dorado y plata, notaciones algebraicas informadas por la
música, últimas manifestaciones de la poesía concreta brasileña, míticas
maquetas de su serie de las ciudades, las creaciones de este artista
excepcional nacido en 1952 acompasan el refinamiento formal con la
sencillez de materiales: apenas cartón y un sacabocados.
Blanco de silencio en Jorge Mara-La Ruche (Paraná 1133), hasta el 31 de mayo.
La selección de obras del exquisito
artista evoca universos mágicos, místicos y misteriosos y dialoga en
Colección Fortabat con trabajos de jóvenes seguidores en un contrapunto
bautizado Trascendencia /Descendencia; la muestra es también una oportunidad para recordar las peripecias de su vida, su imaginario y sus obsesiones
Con
vista al río, oteando otra ribera, Roberto Aizenberg vuelve. Es
justicia poética con predicamento homérico y quevediano que su obra se
exhiba en la sede portuaria de la Colección de Arte Amalia Lacroze de
Fortabat, y sume belleza sublime al contexto fashion de Puerto
Madero. La consideración evoca una temprana obra maestra de Aizenberg,
óleo esquivamente confesional donde un padre y su pequeño hijo, vestido
de marinero, enfocan la mirada hacia otra orilla, otro confín.
Estaba destinado desde su nacimiento en Villa Federal, colonia judía donde sus padres hallaron refugio de los pogroms
rusos. A poco la familia se estableció en La Paternal y desde allí
Bobby pasó al Nacional Buenos Aires, seguido de un lapso en la Facultad
de Arquitectura y al taller de Antonio Berni hasta el encuentro
definitivo con Juan Batlle Planas. Otro exiliado venido de Torroella de
Montgrí, búnker surreal en plena Cataluña.
La obra de Aizenberg metaboliza todos estos estímulos,
diversificados por una curiosidad incesante, metódica, que alcanzaba
otras disciplinas: neurología, biología, filosofía.
Jorge Kleiman, fallecido semanas atrás, muy afín y
compinche en seriedades y chanzas, resumió el ideario creador de
Aizenberg. En el principio fue el automatismo, la fluencia del
inconsciente sin intervención volitiva. La mano trazaba este dictado en
múltiples, pequeños apuntes. Seguía el reposo de este material examinado
más tarde, que excluía todo azar. Seleccionaba, realizaba bocetos que
también analizaba. El laboreo posterior observaba todos los rigores
renacentistas: veladuras innúmeras, raspados y secativos, sumando capas
tras capas de pintura hasta lograr esos cromatismos y degradés
infinitos, insuperables. Y todo sin perder la frescura, la respiración
del lienzo, esos entramados virtuosos hechos a pedido en Bélgica, o la
pulpa de dibujos y grabados. Tales rigores determinaban que anualmente
concluyera media docena de obras.
Su
maestría fue temprana y sostenida por la introspección y la
contemplación, esa receptividad vibrátil y parsimoniosa, zen. Santiago
Kovadloff habla de una disposición mística cuajada en estética que
contiene el decurso de su peripecia humana y los arcanos infinitos. Y se
acuerda al considerar las arquitecturas simbólicas, metafóricas y
mayestáticas de pinturas y esculturas. Incendio del Colegio Jasídico de Minsk de 17... es paradigmático.
Sin pathos las alfajías perfectas arden por
fuego que no es de este mundo, como las torres enhiestas sobre cielos
impertérritos. Se trata de panteísmo, la enunciación de la unidad
viviente más allá de los episodios históricos, gozosos o dolorosos, al
fin humanos en su precaria condición, pero no contingentes a un diseño
que Aizenberg escrutó desde la poética plástica.
Esta entrega y testimonio demanda disposición acorde
del espectador copartícipe. Acercarse a la obra de Aizenberg recordando
que, como dijo san Juan de la Cruz, "te buscaré en el silencio y, en lo
secreto, hablaré a tu corazón".
***
A fuerza de hermetismo y probidad ejemplar de
imaginería y oficio se nos hace cuento que Roberto Aizenberg fue
vulnerable, jaqueado por desdichas y padeceres desgarradores. Más
lancinantes y próximos que el incendio de la sinagoga de Minsk, tan
desolados como ese padre y su hijo oteando un mar, horizonte, tierra o
estrella prometida... esa pérdida del reino que estaba para él.
Humeante (1967).
Era
riguroso y prodigaba rigores. Accedió a ser entrevistado por una
periodista novel y estableció que la cita sería a las 21 -puntualmente,
señaló- en su departamento que hacía proa, desde la avenida Caseros,
sobre el Parque Lezama. Despuntaban los años de hierro y había pavor por
la responsabilidad periodística ante
el artista, y por las circunstancias,
lugar y hora del encuentro. Perfectamente cortés -como deben ser los
surrealistas-, abrió la puerta y aquilató sin dar a conocer su decepción
ante la magra entidad de la azorada entrevistadora.
El taller tenía la asepsia meticulosa de un quirófano. Y
la periodista supo que se jugaba a todo o nada. En la mesa de trabajo,
como tubos de un órgano virtuoso, se alineaban lápices de puntas bien
temperadas. La desdichada arguyó: "Allí tiene los HB, grafitos duros y
puros, secos, inconcesivos y los otros son grafitos B de menor a mayor
pastosidad". "¿Cómo lo sabe?", dijo él. "Por el olor de la mina", dijo
ella. Y a partir de ese momento todo fluyó. Desde el fondo del
departamento un llanto pequeño, acotó la charla. "No es grave, dijo,
sólo la molestia de la primera vacuna del nieto de Matilde."
Como si valiera la pena, escandió para la ignota
periodista, con notable claridad, los fundamentos surreales de su
creación, los pormenores obsesivos, renacentistas, de su factura
plástica, los entramados que examinaba con psicólogos o biólogos de la
talla de Samuel Goldstein, como otrora la hiciera con Juan Batlle
Planas.
Otros rigores cayeron sobre Bobby -nombre de mascota,
chanceaba-. Y el exilio hizo su marca indeleble. Volvía a Buenos Aires,
tanteando la posibilidad del regreso tras el desastre que arrasó a los
tres hijos de Matilde Herrera, sus parejas y nietos. Fue por mediación
de otro artista exiliado que la azorada periodista estableció el vínculo
para dar a conocer la creación de Roberto Aizenberg en el medio
porteño. En el departamento alquilado, casi clandestino, con fotos
improvisadas -para no comprometer a colegas expertos en cámara-,
Aizenberg daba razón de la obra consumada. Se debe a Ernesto Schoo,
editor en la cornisa, la posibilidad de publicar la nota.
Pasaron los años, también para la periodista. El
reencuentro se produjo a primera hora de la tarde, en un departamento de
calle Juncal, compartido por Matilde, Bobby y Ludmila. "Me la regaló
Aurora Bernárdez. ¿Sabés que es parienta de la gatita de Julio
Cortázar?", precisó Bobby. Matilde llegaba de la peluquería y saludó
brevemente mientras ceñía un pañuelo blanco a su cabeza. Por eso sé que
era un jueves. Bobby desvió la mirada hacia un tapiz de Carlos Luis Pajita
García Bes, otro amigo en común. Los encuentros se sucedieron, pautados
por rigores, precisiones y recatados dolores. Y como antes fue velada
Matilde, en la cama, la gatita anidó sobre el pecho y maltrecho corazón
de Bobby.
Encuentro generacional:
La lección del maestro
Trascendencia / Descendencia , muestra que
inaugura la temporada 2013 de exposiciones temporarias en Colección
Fortabat, reúne 65 obras de Roberto Aizenberg (Entre Ríos, 1928-Buenos
Aires, 1996) junto con trabajos de artistas contemporáneos como Pablo
Lapadula, Amadeo Azar, Cristina Schiavi, Max Gómez Canle y Daniel
Joglar. "La exposición no pretende añadir hipótesis acerca de lo que la
obra de Aizenberg fue, sino jugar en torno de lo que puede ser", aclara
su curadora, Valeria González, quien valora el clima "onírico,
pesadillesco, cabalístico, metafísico y poético" de la producción de
este gran artista, discípulo de Juan Batlle Planas, que alcanzó
cotizaciones por arriba de los 100.000 dólares en subastas
internacionales.
Ficha. Roberto Aizenberg.
Trascendencia/Descendencia en la Colección de Arte Amalia Lacroze de
Fortabat (Olga Cossettini 141), hasta el 23 de junio. Entrada: $ 35.
Visitas guiadas: martes a domingos a las 17
El Gobierno nacional quiere llevarlo a Mar del Plata. Pero la comunidad italiana y ONG se oponen. Ayer protestaron detrás de la Casa Rosada, donde está la estatua. Y ya presentaron dos amparos.
Italo-argentinos enojados. Unos 200 manifestantes de
la colectividad peninsular protestaron con canciones, carteles y
banderas italianas junto al monumento a Colón. / FERNANDO DE LA ORDEN
Por Pablo Novillo
Una bandera italiana colgada en la reja de la plaza, una banda que tocaba O Sole Mio
, los himnos de Argentina y de Italia y otras canciones típicas del
país europeo, carteles y bombas de estruendo que lanzaban banderitas de
papel. Unos 200 integrantes de organizaciones de la colectividad italiana
se manifestaron ayer en la plaza Colón, detrás de la fachada Este de
la Casa Rosada, en contra del proyecto del Gobierno nacional de mudar el
monumento del descubridor de América a Mar del Plata.
El acto,
convocado desde la semana pasada, se llamó “La ‘forza’ del abrazo”. La
gente se fue juntando desde las 16.30, y una hora después ya habían
cortado casi toda la calzada de la Avenida de la Rábida en la mano que
va al Sur, ante la sorprendida mirada de los camioneros y los pasajeros
de los colectivos que circulaban por la zona.
Con un cartel que decía “Colón no se mueve”,
Augusto Vettore, de la Associazione Padovani nel Mondo, resumió el
sentimiento de la colectividad italiana en nuestro país: “Venimos a
defender un monumento y un lugar que son nuestros. Mi padre vino de
Italia en el 53 y, al igual que otros inmigrantes, nos regalaron este
monumento. No se entiende esta medida inconsulta y arbitraria del Gobierno de llevarlo a Mar del Plata”.
Tal como adelantó Clarín
el 21 de marzo, la administración de Cristina Kirchner decidió sacar
el Monumento de Colón de la plaza que está detrás de la Rosada, para
trasladarlo a la “Ciudad Feliz”, donde reemplazaría a otra estatua de
Colón que se encuentra en la plaza frente al Hotel Provincial. A
propósito, un concejal radical marplatense, Maximiliano Abad, presentó
ayer un pedido de informes para que la Municipalidad informe si inició gestiones para la mudanza de la estatua.
En
reemplazo del monumento, la Nación quiere poner en la plaza una estatua
de Juana Azurduy, la guerrera de la Independencia nacida en Sucre, que
se financiaría con un millón de dólares donados por el Gobierno de
Bolivia.
Esta decisión fue confirmada por el secretario Cultural
de la Embajada argentina en Bolivia, Daniel Ricardo Beltramo, quien
reconoció que se trató de una orden de la Presidenta. Además, la
Universidad Nacional de La Plata firmó un convenio para supervisar el
traslado, que estará a cargo de la empresa Alpa Vial. El monumento, que
pesa 38 toneladas y mide 6 metros, hoy está rodeado de andamios de
metal, y la estatua de Colón propiamente dicha está cubierta por una
cortina.
El Monumento fue inaugurado en 1921. Fue un regalo de la
colectividad italiana por el primer Centenario de la Revolución de
Mayo.
“Vine a la Argentina a los 19 años a trabajar, no bajé del barco como turista.
El monumento es de la colectividad,
ni de la Nación ni de la Ciudad, y no lo pueden sacar. Que no nos
insulten”, se enojó Antonio Carapelotti, de 83 años. A su lado, Domingo
Clemente, de la asociación Regione Puglia de Buenos Aires, agregó: “A la
estatua de Juana Azurduy la pueden poner en cualquier otro lado y
listo”.
En la manifestación de ayer también participó la
asociación civil Basta de Demoler, que el 5 de abril presentó un amparo
para evitar el traslado. Otra medida similar, que también espera por una
resolución, fue tramitada por un estudio de abogados ítalo-argentinos
la semana pasada. Además, quieren juntar 100 mil firmas. En el país hay
cerca de un millón de personas con la doble nacionalidad.
En tanto, el Gobierno porteño sostiene que el monumento es patrimonio de la Ciudad, y que por lo tanto no se lo puede sacar sin una ley de la Legislatura.
Los diputados porteños votaron la semana pasada una declaración
pidiéndole al jefe de Gobierno Mauricio Macri que gestione ante la
Nación la no mudanza y también la apertura de la plaza Colón,
cerrada desde 2007, pese a que la Nación firmó un convenio en el que se
comprometía a dejarla abierta siempre que no hubiera actos oficiales.
Los diarios de Italia hablaron de “desalojo” y “guerra”
La noticia trascendió en Buenos Aires, a través de una nota que publicó Clarín el 21 de marzo. Y con velocidad varios diarios italianos se hicieron eco del intento del Gobierno de mudar la estatua de Cristóbal Colón de la plaza que está detrás de la Casa Rosada.
" La Presidenta sfratta Colombo ” (La presidenta, por Cristina Kirchner, desaloja a Colón), dijo en su portada del 26 de marzo el diario Il Secolo XIX , que se publica en Génova. “ Guerra aperta per la statua di Colombo ” (Guerra abierta por la estatua de Colón) tituló el domingo pasado Il Giornale . Por su parte, Secolo d’Italia fue más que contundente: “ Argentina, la comunità italiana sul piede di guerra: la statua di Colombo non si tocca ” (Argentina, la comunidad italiana en pie de guerra: la estatua de Colón no se toca).
Tiene un aire extranjero, como de exiliado (la nórdica belleza
de su rostro arrasada, o aniquilada, por un sufrimiento ominoso), parece
menos hijo de un argentino que un desertor de la Legión Extranjera, un
paria. Arturo Desimone nació en Aruba, una isla diminuta, un reino que
fue colonia holandesa donde se habla el papiamento. En la escuela el
idioma oficial es el holandés, pero en su casa dialogaba en inglés con
su madre, arubeña descendiente de judíos ilustrados, polacos y rusos
siberianos. Su padre, “un pianista argentino destrozado por el
alcoholismo”, le transmitió un español desmañado, con un acento como de
Europa del Este. En Aruba se hizo dibujante, un artista autodidacta que
escribió su primer libro a los diecinueve años.
Su bisabuelo
argentino donó su casa al Partido Socialista y su abuelo, saxofonista
proletario y amante del jazz, dejó la Argentina en los años sesenta. Su
padre, discípulo de Vincenzo Scaramuzza, el mismo maestro de Martha
Argerich, se instaló en Aruba. Lo llamó Arturo por Arthur Rubinstein, a
quien luego consideró un haragán que no estudiaba tanto como él.
Dormitaba, bajo el sopor del whisky y el ronroneo de su aire
acondicionado que los conciertos de Bruno Gelber no lograban acallar, en
un cuarto contiguo al de su hijo. El padre maldecía a Rubinstein, a su
matrimonio con “la judía” y, sobre todo, a la mediocridad de Aruba, su
prisión. “Me humillaba todos los días”.
No era tanto el
desconcierto que despertaban sus dibujos o los rumores sobre sus padres
“locos de remate” lo que alejaba a sus compañeros de colegio. Era su
desprecio por las jerarquías y tabúes de la isla, mucho más político que
la frase “Me gustaría verte quemado vivo”, que dijo a los 13 años a un
chico que lo molestaba. Etnicamente era un rara avis en las
Antillas: aunque de un blanco septentrional, no respondía al tipo
holandés de las minorías neo-coloniales y mucho menos al de la mayoría:
morenos descendientes del indio caquetío y de otros mestizajes, al que
consideraba “como una raza de dioses superiores, mientras que a mí mismo
me veía como un parásito débil”.
Entre las chicas arubianas,
algunas hijas de narcotraficantes, fue creciendo una especie de leyenda
sobre su estirpe de perturbado. El atesoraba su ira y repetía un rezo
hebraico en el que pedía la muerte de su padre. Unos años más tarde,
mientras vivía en un barrio de inmigrantes holandeses, su rezo fue
escuchado: su padre se suicidó con una mezcla de whisky Black Label y
pastillas.
“El minotauro se había matado. Mi enemigo muerto”.
Luego de meditar en una torre, festejó, junto a un amigo palestino, con
una cena árabe y vino tinto. Ese diciembre la nieve bloqueó las
carreteras, y sintió exaltación al día siguiente, camino al aeropuerto
rumbo a Aruba, mientras escuchaba con una novia pianista la sinfonía n°
3 de Brahms que explotaba en la radio del taxi. Luego tuvo una
temporada de insomnio y de anorexia, llegó a vivir en la calle, pero:
“ese día en que me llamó mi madre para darme la noticia fue uno de los
mejores de mi vida”.
Había querido salir de la isla desde la
niñez. Los dos millones de turistas norteamericanos que llegaban cada
año le hacían pensar en La Habana antes de la revolución, con los
hoteles-casino y la prostitución exótica. A los 19 años viajó a Holanda,
que le pareció “una sociedad anti-poética, post-romántica, racional y
derechista”. Su novia holandesa lo llamaba, románticamente, “jij bent
een blanke neger”, algo así como africano blanco, en alusión a su acento
de negro o antillano, una especie de gitano.
Luego de la revolución de enero de 2011, en abril o fin de marzo, llegó a Túnez. Allí escribió Knowledge Liberation Fron
t, una novela sobre “el turista revolucionario” y la apropiación que
hizo Occidente de las revoluciones árabes del 2011 al transformarlas en
íconos del turismo “safari humanitario”. El narrador de KLF retrata la
revolución tunecina con el espíritu libertario de los voluntarios de las
brigadas internacionales que lucharon en la guerra civil española (hay
algo de aquel lirismo revolucionario en él).
Víctima de un
“romanticismo venenoso”, después de haber conocido el sexo con
prostitutas búlgaras en Holanda se enamoró trágicamente de las cultas
mujeres polacas, y luego de las tunecinas. Su condición de nómade lo
llevó una y otra vez a Polonia y a Europa del este, a Czesotochova, el
pueblo de su abuelo materno, donde visitó, con 28 grados bajo cero, el
cementerio judío destrozado y abandonado. Allí encontró las ruinas de la
casa de sus ancestros, que ahora habitan nuevos polacos hambrientos.
Arturo
Desimone, políglota, un huérfano, “o lo que los indios de acá llamaban
wacho”, desde hace dos años vive en un departamento del barrio de
Constitución que heredó de sus abuelos paternos. Pero no se quedará
mucho tiempo. El nomadismo fue el método que encontró para resistirse al
mundo anti-religioso actual, y una manera de vivir, como los poetas, no
domesticado.
Así llamaban a la sede de su empresa. Una imponente obra de estilo Neogótico flamenco.
Mirando al río. Está en Lavalle, entre Alem y 25 de Mayo. / MARCELO GENLOTE
Por Eduardo Parise
En los años de esplendor se lo conoció con una denominación muy
simple: lo llamaban “La Casa”. Es que en esos once pisos, construidos
sobre un terreno de casi 800 metros cuadrados, estaba centralizada toda
la actividad de una empresa argentina que llegó a ser una de las más
poderosas del mundo. La empresa era Bunge & Born. Y el edificio, un
verdadero símbolo del origen de Ernesto Bunge y Jorge Born, aquellos
inmigrantes belgas que en 1884 la crearon con el proyecto de exportar
productos agropecuarios. La construcción ocupa una superficie de
casi 8.400 metros cuadrados y fue pensada por el arquitecto Pablo Naeff,
a quien los empresarios se la encargaron en 1923, el mismo año en que
la entonces Municipalidad porteña aprobó los planos. A comienzos de
1926, la obra ya estaba terminada. Desde entonces se luce sobre lo que
fue la barranca del río, en la ahora peatonal Lavalle, entre la avenida
Leandro N. Alem y la calle 25 de Mayo. El pedido que Bunge y Born
le hicieron a Naeff apuntaba a que el edificio tuviera algo de Amberes,
la ciudad portuaria de Bélgica desde la que habían llegado. Por eso su
imagen, realizada por la constructora Piquet y Arano, muestra un estilo
poco común en Buenos Aires: un Neogótico flamenco, clásico en aquel país
europeo. El basamento está revestido con piedra caliza y en la fachada
se destacan los arcos ojivales y los altos ventanales que le dan más
verticalidad al edificio desarrollado sobre un terreno angosto. Como
no podía ser de otra manera, los elementos decorativos aluden a aquella
primera actividad agropecuaria que tuvo la empresa. Así, se ven espigas
de trigo, herramientas de labranza, barcos, que se completan también
con simbología de guerreros y hasta leones. Y en la esquina de Alem y
Lavalle hay una estatua llamada “El sembrador”, también hecha en piedra
caliza. Claro que la construcción incluye algunos detalles lujosos
que tienen relación con aquella Argentina de riquezas. Por ejemplo se
ven puertas metálicas con gran ornamentación, cortinas de madera que se
trajeron desde Stuttgart y hasta mayólicas de origen portugués. Pero eso
no es todo. Porque el hall de entrada y la sala de ascensores están
revestidos con buen mármol de Carrara que lucen sus vetas en una mezcla
de grises, verdes, negros, ocres y blancos. Y los mármoles de los
umbrales y de las escaleras también son de ese noble material italiano.
Para rematar tanto esplendor alcanza con saber que todas las oficinas de
los directores y la sala del directorio, que está en el segundo piso,
muestran reluciente boiserie. Es que no se debía esperar menos
para una multinacional que llegó a tener 40 empresas y que, sólo en el
país, fue dueña de marcas símbolo como Molinos Río de la Plata (una de
las mayores agroalimenticias del mundo), la textil Grafa, la de pinturas
Alba y la de hojalatas Centenera, entre otras que también son parte de
la historia. En 2000 el edificio quedó en la órbita de la
Fundación Bunge y Born, creada el 1° de agosto de 1963, cuando la
empresa estaba por festejar los ochenta años de su fundación. Y desde
2003 allí están las oficinas de Bunge Argentina, subsidiaria de Bunge
Limited. La sede de aquella poderosa empresa es a las claras una
muestra de los tiempos en que Buenos Aires era considerada “la París de
Sudamérica”, una ciudad donde en apenas tres años se construían esas
joyas arquitectónicas que, por suerte, se salvaron de un afán
literalmente demoledor que suele imperar por estas tierras. Entre los
que también se salvaron hay otro edificio que está a cien metros del de
Bunge & Born. Se lo encuentra sobre la misma barranca, pero en la
avenida Corrientes, entre Alem y 25 de Mayo. Fue proyectado en 1923 y
terminado en 1925. La curiosidad es que lo hicieron para que fuera sede
de otra cerealera: la empresa de Louis Dreyfus. Lo pensaron arquitectos
franceses aunque se sabe que también lo realizó la constructora Piquet y
Arano. Pero esa es otra historia. Fuente: clarin.com
El director del Centro Georges Pompidou de París
está en nuestro país como parte del jurado del concurso de esculturas
organizado por la Universidad Nacional Tres de Febrero.
En Buenos Aires. Alfred Pacquement, en Recoleta. Su museo recibe 6 millones de visitantes por año. martin bonetto
Por
Mercedes Pérez Bergliaffa
Muy serio y correcto, el francés Alfred Pacquement dirige uno de
los centros de arte más importantes del mundo: el Centro Georges
Pompidou de París. De visita en la Argentina por segunda vez, Pacquement
está en nuestro país como parte del jurado del concurso de esculturas
organizado por la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF). Dueño
de una vasta trayectoria en la gestión de museos, dirigió, con
anterioridad al Pompidou, la importante Escuela Nacional Superior de
Bellas Artes de París, fue conservador del Museo Nacional de Arte
Moderno –que forma parte del complejo del Pompidou– y director del
maravilloso museo parisino Jeu de Paume, dedicado a los Impresionistas.
En su segunda visita a Buenos Aires –la primera fue en 2009– ,Clarín dialogó con Pacquement en un entorno muy al tono: el coqueto Club Francés, en Recoleta. -Hay quienes sostienen que los museos devinieron en espectáculos. ¿Qué opina al respecto? ¿Le pasa eso al Pompidou? -Bueno,
hay espectáculos buenos y otros no tan buenos (sonríe con intención,
Pacquement). Pero hay también, cómo decirlo, una tendencia de ciertos
artistas que orientan su trabajo hacia lo espectacular. Aunque debo
decir que un museo como el nuestro no elige a los artistas porque sus
obras sean más o menos espectaculares, sino porque las considera
importantes y de calidad. Por otra parte, creo que las exposiciones que
organizamos, o la presentación de las colecciones que hacemos en nuestro
museo tienen la particularidad de estar extremadamente documentadas y
de ser pluridisciplinarias. Entonces, si la obra que mostramos es
espectacular, bueno, es así. -En los próximas décadas, y con
las nuevas tecnologías, ¿los museos se transformarán? ¿Deberán
convertirse en otro tipo de organización? Hoy, además, la tendencia es
abrir sedes alrededor del mundo, como el Guggenheim. -Por
un lado pienso que los museos tienen una función educativa, de
investigación, de difusión del conocimiento entre el público. Y deben
conservar esta misión como esencial. También pienso que cada museo va a
encontrar un modo de organización propio. Por otra parte, nosotros no
seguimos la dirección del Guggenheim, aun cuando hayamos abierto el
Pompidou- Metz, que es un proyecto financiado por la ciudad y por la
región de Metz, y no por el Estado francés ni por nosotros como Centro
Pompidou. Tenemos un acuerdo por el que apoyamos en todo lo que sea
posible las exposiciones que se realizan en la ciudad de Metz con obras
de nuestra colección, y esto es una ventaja importante para ellos: el
hecho de disponer de obras de mucho valor, que a veces costaría hacer
llegar de diferentes partes del mundo. -Observando el contexto, ¿cuál piensa que será el próximo desafío de los museos? -No
puedo predecir el futuro, pero lo que es cierto es que existe una
evolución tecnológica: todo el mundo lleva hoy en día en el bolsillo un
aparato con el que se comunica con el mundo entero. Para los museos,
éste es un elemento muy importante como complemento del conocimiento, y
también para transmitir. A la vez, hay que poder controlarlo, medir el
mensaje. Hay un desafío, sí, vinculado al desarrollo tecnológico. -¿Cuál es el problema más importante que ha tenido que resolver a lo largo de su carrera? -Creo
que el problema más importante que tengo –y que he tenido siempre, pero
que en los últimos diez o quince años se fue acentuando– es que el
mercado del arte ha tomado una presencia cada vez más fuerte. Tiene una
importancia tan grande, que algunas galerías hacen exposiciones como si
se tratara de museos, y además, hay algunos coleccionistas que tienen
medios más importantes que las propias instituciones. Por eso, mi
opinión es que los museos tendrían que lograr ser y permanecer
independientes de lo que tiene que ver con el sistema económico y
artístico. Sus acciones deberían estar guiadas por la voluntad de
proponer por sí mismos, y no por lo que establece el mercado.
Arte / Homenaje al maestro Días después de su muerte, a los 89
años, adncultura evoca el legado artístico de un hombre que evitó todos
los encasillamientos. Con una obra que atravesó diversas corrientes,
desde la abstracción pura hasta el informalismo y el arte conceptual,
Clorindo Testa dejó una huella marcada por un único compromiso: la
fidelidad a sí mismo.
En
un bar de Roma, Clorindo dibujaba sobre servilletas de papel. "Qué
lindos dibujos... ¿No querés exponer en la galería?", le preguntó su
amigo Frans, sentado junto a él. Así nació la idea de su primera
muestra, que se realizaría el año siguiente en la galería Van Riel.
Mediaba el siglo XX y Clorindo Testa estaba a punto de
iniciar dos carreras paralelas, como artista y arquitecto, con las que
cosecharía decenas de premios y miles de admiradores de sus obras
monumentales, como la Biblioteca Nacional y el Banco de Londres.
Su primer cuadro, pintado en una pensión de Sevilla
mientras vivía becado en Europa, marcó el comienzo de un camino que no
se detendría hasta su muerte, días atrás, a los 89 años. Un camino que
recorrió con espíritu alegre, como un chico siempre dispuesto a jugar. A
tal punto que su última muestra individual en la galería Del Infinito,
en 2006, estaba inspirada en los números aprendidos en el jardín de
infantes.
Fiel a su curiosidad inagotable e incómodo con los
encasillamientos, para entonces ya había nadado con todas las
corrientes. Aquellos elementos ligados a la arquitectura -como
estructuras de puentes, máquinas excavadoras y andenes ferroviarios-,
reconocibles en las pinturas que exhibió en Van Riel en 1952, se fueron
disolviendo hasta llegar a la abstracción pura, en blanco y negro, en
1956.
Círculo negro (1963), en la colección de Malba.
Al
año siguiente participó de la muestra 7 pintores abstractos en la
galería Pizarro -con Kazuya Sakai, Martha Peluffo y Rómulo Macció, entre
otros- y luego se unió al grupo Boa. Con esas obras llegaron los
premios, en la Bienal de Punta del Este (1957) y en la Exposición
Universal de Bruselas (1959).
La década siguiente lo encontró con un estilo más
informalista, con el que ganó en 1961 el Premio Nacional Instituto
Torcuato Di Tella. Las dos obras suyas que hoy integran la colección de
Malba, Círculo negro e Inscripciones sobre blanco, fueron realizadas en
1963.
Clorindo, sin embargo, esquivaba las categorías. Grande
fue la sorpresa del jurado del Premio Palanza -el más prestigioso de la
época- en 1965, cuando presentó cinco telas pintadas con colores
brillantes y plegadas con broches, acanaladas como persianas. "Nunca
volvió a ser invitado a ese concurso, había dejado de ser un artista
previsible", escribió Jorge López Anaya para LA NACION, cuando el Museo
Nacional de Bellas Artes le dedicó al artista una retrospectiva en 2004.
En esa misma institución, donde participó en 1960 de
las muestras del Grupo de los Cinco -junto con José Antonio Fernández
Muro, Sarah Grilo, Kazuya Sakai y Miguel Ocampo- y 150 años de arte
argentino, Testa presentó en 1968 una obra que iniciaba su acercamiento
al arte conceptual. Apuntalamiento para un Museo de Bellas Artes era un
andamiaje de hierro que aludía a la precaria situación de las
instituciones culturales, en el marco de la muestra de tono optimista
Materiales. Nuevas técnicas, nuevas expresiones. En 1994 exhibió Un
nuevo apuntalamiento para el mismo Museo de Bellas Artes; en este caso
la estructura, de madera, era aún más precaria.
Esa aproximación al arte conceptual se profundizó en la
década del 70 con su participación en la muestra Arte de sistemas en el
Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y su ingreso al Grupo CAyC
(inicialmente llamado Grupo de los Trece, por su cantidad de miembros).
Una de sus obras más recordadas de esta época es Mediciones de un grito
(1972), en la que simulaba calibrar los decibeles de la expresión más
instintiva del ser humano.
La peste urbana
Ciudad no muy extensa, premiada por el Banco Central.
También entonces surgieron las series que aludían a los
efectos de la degradación de la calidad de la vida urbana, tema que lo
obsesionaba. Con La peste en la ciudad, una instalación de bocetos
ubicados sobre el suelo que aludía al protagonismo de las ratas en el
contagio de enfermedades, participó del envío del Grupo CAyC a la Bienal
de San Pablo, que obtuvo el Gran Premio Itamaraty.
En los años siguientes retomó el tema con obras como La
peste en Ceppaloni -su ciudad natal-, Tendederos de la peste y La
fiebre amarilla en Buenos Aires, 1871. Esta última instalación fue
presentada por Ruth Benzacar en la primera edición de arteBA que tuvo
lugar en 1991 en el Centro Cultural Recoleta, un antiguo asilo de
ancianos rediseñado por el propio Testa con Jacques Bedel y Luis
Benedit.
"Nadie entendía nada", recuerda Orly Benzacar en
referencia al desconcierto del público ante aquellas camillas de madera
rústica sobre las que descansaban rollos de papel pintado, simulando
cadáveres envueltos en sábanas.
Tan adelantado a su época como convencido de que el
arte no evoluciona, Clorindo también sorprendió a Martín Churba cuando
se presentó en su taller de Tramando con tiras de papel pintadas con
marcadores de colores de trazo grueso, como los que usaba en su infancia
en una escuela Montessori y que aún elegía para realizar sus proyectos.
El diseñador lo había convocado para crear juntos una colección y
Testa, a sus 85 años, respondió entusiasmado con una propuesta que
superó los planes originales.
"Las cosas que no estaban previstas son las más
interesantes", comentó entonces Clorindo en una entrevista con
adncultura, meses después de haber ganado el Premio Nacional de Pintura
Banco Central y de haber sido homenajeado en arteBA como lo que era: un
gran maestro.
El año pasado, además de recibir una mención especial
del jurado de los Premios Konex por su trayectoria en las artes
visuales, fue convocado para realizar la instalación y el diseño del
flamante pabellón argentino en la Bienal de Arquitectura de Venecia, así
como también del nuevo auditorio de arteBA. El resultado,
como podrá comprobarse dentro de unas semanas en La Rural, demuestra
hasta qué punto sigue vivo su espíritu alegre, inteligente y generoso.