Muestras
Una vasta exhibición, que reúne obras de formato pequeño de artistas de varias galerías porteñas, destaca líneas y temáticas narrativas en el arte argentino. Agrupadas por autor y por galería -participan con sus artistas, invitadas por Rubbers, Gachi Prieto, Dacil Art, Aldo de Sousa y Elsi del Río-, las diferentes visiones de Historias mínimas rondan sin embargo algunas constantes: el paisaje (Sonia Etchart y, de manera original, Teresa Pereda), la sociedad y la vida urbana (Liliana Golubinsky y Daniel Corvino), el cuerpo (en todo el conjunto escultórico seleccionado, de Tulio Romano a Alexis Minkiewicz), las fantasías animadas (Benito Laren, Carolina Antoniadis, Mariana Vidal y Fabio Risso, entre otros) y los relatos encriptados de las variaciones abstractas (Carolina Cerverizzo y Tulio de Sagastizábal). Rubbers aporta además obras de grandes maestros: bocetos teatrales de Xul Solar, un retrato de Antonio Berni, los trabajos de Luis Felipe Noé sobre Las venas abiertas de América Latina, y otros de Lino Spilimbergo, Ary Brizzi, Juan Doffo y Manuel Álvarez. Mención aparte merecen los óleos esmaltados de Tito Pérez, docente de artistas cuya obra, de resonancias poéticas y filosóficas, encuentra en el recorrido una hondura inesperada.
El título de la muestra -que no en vano evoca el film
homónimo de Carlos Sorín, ya que permite que los espectadores hagan foco
en situaciones formuladas plásticamente, como en una escena, a través
de personajes y circunstancias cotidianas o recortes ópticos- también
propone una revisión de las historias del arte nacional. ¿La opción por
lo mínimo responde a un contexto "débil" (en proyectos, en movimientos,
en ventas)? ¿Imitan en la actualidad las galerías tradicionales las
estrategias de las galerías alternativas? ¿En qué medida un guión
curatorial es eficaz? Éstas y otras cuestiones -además de un paseo que
establece diversos atajos y giros (incluso algunos cul-de-sac) en la
producción visual local- resuenan en la colectiva ideada por Mariana
Povarché.
Un poco de pasto vale oro en el cielo, de Azul Caverna. |
Con
un repertorio exiguo de segmentos y grafismos, más una paleta sedosa y
vital, la primera muestra individual de Azul Caverna (seudónimo de un
artista mendocino nacido en 1979) no parece la de un aficionado sino la
de alguien que hubiera alcanzado, durante el acto de pintar, un estilo
propio. Sus conjuntos de barras, que semejan lomos de libros en una
frágil biblioteca o teclas negras de un piano desarticulado e invisible,
se imponen al espectador como textos de una escritura incipiente.
Pulidos, precisos, insistentes, sus trabajos en óleo en
barra y crayón sobre papel modulan deconstrucciones morfológicas -como
el tríptico Desarrollo en negro- o cromáticas, como Lo que va a suceder.
Integran la muestra dibujos en tinta que repiten hasta el infinito un
patrón minúsculo, semejante a una letra desconocida; otros con
torbellinos de signos sobre aparentes capas de moho -producto del
frotado del óleo- y una obra conjunta con su pareja, Martina Quesada
(Houston, 1987), también artista de Van Riel. En Le feu, el fuego, the
Fire, Caverna rellena el par de figuras geométricas fracturadas de
Quesada con un laberinto de trazos candentes e incombustibles.
Fuente: ADN Cultura La Nación
Fuente: ADN Cultura La Nación
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