Por Susana Reinoso
Lo que me fascina de Borges es que en él todo puede existir y
no existir, sin excluirse. El era de una profunda fe, de una creencia
corporal, que involucra los sentidos, y también emocional e intelectual
de Dios, pero sin pertenecer a ninguna religión. El rechaza la creencia
de un Dios en sentido cristiano, judío o musulmán. Pero es profundamente
religioso, en cuanto trata de dilucidar esa maquinaria perfecta que
pone en marcha el Universo”. Lo dice el erudito chileno-alemán Alfonso
de Toro, catedrático de la Universidad de Leipzig, una de las más
prestigiosas de Europa.
Vamos por el principio. La Universidad de Leipzig publica obras de Borges que se agotan. El responsable de esa “ borgesmanía ” es el profesor de Toro, que vive en Alemania hace más de tres décadas. Ha publicado Borges infinito y virtual , Borges: traslación e Historia , Jorge Luis Borges: ciencia y filosofía , Borges poeta , y El laberinto de los libros: Borges frente al canon literario, entre otros.
En viaje a Jerusalén hace un año, por sugerencia de una amiga, decidió profundizar en las raíces de Borges y la fe. Ayer dio su conferencia magistral en la Biblioteca Nacional sobre el tema que será el próximo libro en Leipzig.
¿Cómo
es el Dios de Borges? Es el arquitecto invisible, la máquina crítica.
Borges fue un hombre con una gran admiración por Cristo; hay pasajes en
su “Biblioteca personal” en los que se refiere a Dios como una gran
invención humana. El dice que Judas fue necesario en la construcción del
cristianismo. Eso es una genialidad, porque está diciendo que Judas
hace Dios a Cristo, cuando él se sacrifica y alcanza ese status. Ve a
Cristo como un genio, un subversivo que cambia la era y el ritmo el
mundo.
Parece que Borges tiene gran actualidad, incluso para las cuestiones de fe tan candentes hoy.
Esta
especie de renacimiento religioso o la manipulación política de las
religiones es muy lejano a Borges. El pensamiento de Borges sobre la fe
es reflexivo, él tiene la capacidad de pensar en categorías de valores:
estéticos, éticos, culturales, sociales. En el mundo hay una pérdida
total de esos valores. Hay un striptease psicológico, emocional y
cultural a bajísimos niveles, que resulta agobiante. Hay otro vacío
producido por la mercantilización de los saberes y la exaltación de las
competencias, junto a la mercantilización de las universidades. La
sociedad vive en estado de espectáculo, de evento. Sin show, parece que
nada funcionara. Esa eventización busca un impacto inmediato y breve que
produce vacíos enormes, a los que se suma el fracaso de las religiones.
Esto conduce a una individualización de las religiones y eso si que nos
lleva de regreso a Borges. Borges es quien construye su espiritualidad.
Hoy el hombre está en una situación de independencia intelectual que le
permite una fundación de valores.
¿No es una paradoja hablar de
Dios y no creer en él? En Borges no hay paradojas. Porque ello
significaría elegir entre una u otra posibilidad. En Borges todo puede
ser y no ser. Lo genial de Borges es que es profundamente religioso sin
creer en el Dios de ninguna religión. Para mí es como una esponja de la
que siempre extraigo conocimientos. Es un hombre de un saber universal y
está en todas partes. Por ejemplo, en el Magreb donde es considerado un
hombre grande, al punto de que el escritor español Juan Goytisolo,
junto a varios filósofos, afirman en un libro recientemente editado que
Borges enseñó a los magrebíes a conocer su propia cultura.
Alfonso
de Toro se arriesga a definir a esa actitud novedosa en materia de
espiritualidad como “un acto subersivo emancipatorio que nos aproxima a
la idea que Borges tenía de la religiosidad. El es un metapensador”.
Para
el catedrático de Leipzig, Jorge Luis Borges es desde hace muchos años
“un amigo, un compañero de ruta con quien comparto afinidades
intelectuales, un punto de partida y de llegada, el gran creador de la
Web que nos convirtió en usuarios: el “server” que nos convirtió en
“users”. Su conocimiento enciclopédico nos abre infinidad de
posiblidades de lecturas”.
En la relectura de la obra del autor de
“El Aleph” en busca de referencias a la fe y las religiones, dice de
Toro que se encontró con “un autor sensible, de un calor enorme. No es
analítico como Baudelaire, sino muy emocional como Proust. Borges quiere
tocar, oler, sentir, aprehender”.
Fuente: clarin.com