EL SEGADOR DE CONSTANTIN-EMILE MEUNIER, ESCUELA BELGA, 1831-1905. JUNTO A EL SEMBRADOR, TAMBIÉN DEL MISMO AUTOR, ESTABAN EN LA PLAZA DESDE 1939. AHORA AMBOS HAN QUEDADO TOTALMENTE SEPULTADOS POR ESTA DEVASTADORA LLUVIA DE METEORITOS PROVOCADA AHÍ.
EL MAPA DEL "PASEO DE LAS ESCULTURAS" CON EL DETALLE DE ESTA CAÓTICA LLUVIA DE METEORITOS CAÍDA EN LA PLAZA RUBÉN DARÍO.
Bajo el título "La milla de los museos, más arte en la ciudad", la periodista Alicia De Arteaga escribió lo siguiente en su columna Martes Visuales en el diario La Nación de Buenos Aires del 23 de junio de 2009:
"Con la inauguración de la muestra de esculturas al aire libre de Bastón Díaz en la plaza Rubén Darío, se consolida el proyecto de Hernán Lombardi, alentado por su jefe Mauricio Macri, de darle forma definitiva a la milla de los museos en Buenos Aires. Al triángulo del arte formado por el Centro Cultural Recoleta, el Palais de Glace y el Bellas Artes se suma ahora la exposición sin límites de la obra de Bastón Díaz, curada por Elio Kapsuck.
Son 31 esculturas monumentales, realizadas en una singular aleación de acero y cobre, inspiradas en los viajes y en los argentinos descendidos de los barcos, esa ola inmigratoria que dio forma a la identidad nacional. Bastón Díaz, de 62 años, se formó en las Escuelas Raggio y en la Manuel Belgrano y, en París, en la Ecole de Beaux Arts, en la Sorbona y en la Universidad de Vincennes. Su obra conquista el espacio de manera singular, como lo hizo todos estos años en una soñada isla del Tigre, propiedad del empresario Claudio Stamato.
La muestra al aire libre, que cuenta con el apoyo de la galería Daniel Maman, avanza en la idea de sumar iniciativa privada en proyectos de visibilidad pública, tema muy caro al ingeniero Lombardi, al que le gusta hablar de democratización del espacio público y de ofrecer "bienes culturales en un lugar de libre acceso". Las muestras se renovarán cada ocho meses, con expresiones de artistas argentinos contemporáneos. El modelo tiene antecedentes en el mundo entero, desde Washington hasta Nueva York (Frick Collection, Metropolitan, Guggenheim) y en Madrid, donde se completa el triángulo de las Bellas Artes con el Prado, el Museo Thyssen y el Reina Sofía, emplazado en Atocha. El año último, sobre el Paseo del Prado, se inauguró una nueva escala: la Caixa Forum, un centro cultural que funciona en una usina refuncionalizada por Herzog y De Meuron.
Lombardi suele mirar con atención lo que sucede en el mundo. En el caso porteño, la puesta en valor de la plaza contigua al MNBA será también una oportunidad para recuperar un entorno que, como el basamento del monumento a Alvear, de Bourdelle, ofrece una cara más cercana al despojo que al arte. Al mismo tiempo, consolida la idea de la milla del arte, que va desde Bellas Artes hasta el Sívori, en los bosques de Palermo.
Pero hay más: se estudia la posibilidad de consolidar la idea de otra milla del arte mirando al Sur, de la Colección Fortabat a La Boca, en una línea imaginaria que una el Mamba de la avenida San Juan, el Patronato de la Infancia, futuro Centro Cultural de España, y la Fundación Proa de La Boca.
La Colección Fortabat lanzó la semana pasada el premio Arnet A Cielo Abierto, que seleccionará una obra para ser exhibida de manera permanente frente al Dique 4. Será el primer eslabón de un programa que busca incorporar arte contemporáneo al espacio público del último barrio porteño. Si todo sale como está previsto, la Colección Fortabat y la Fundación Proa podrían estar unidas por un transporte permanente (¿y gratuito?) que recorriera la milla del arte "mirando al Sur".
Bajo el título "La milla de los museos, más arte en la ciudad", la periodista Alicia De Arteaga escribió lo siguiente en su columna Martes Visuales en el diario La Nación de Buenos Aires del 23 de junio de 2009:
"Con la inauguración de la muestra de esculturas al aire libre de Bastón Díaz en la plaza Rubén Darío, se consolida el proyecto de Hernán Lombardi, alentado por su jefe Mauricio Macri, de darle forma definitiva a la milla de los museos en Buenos Aires. Al triángulo del arte formado por el Centro Cultural Recoleta, el Palais de Glace y el Bellas Artes se suma ahora la exposición sin límites de la obra de Bastón Díaz, curada por Elio Kapsuck.
Son 31 esculturas monumentales, realizadas en una singular aleación de acero y cobre, inspiradas en los viajes y en los argentinos descendidos de los barcos, esa ola inmigratoria que dio forma a la identidad nacional. Bastón Díaz, de 62 años, se formó en las Escuelas Raggio y en la Manuel Belgrano y, en París, en la Ecole de Beaux Arts, en la Sorbona y en la Universidad de Vincennes. Su obra conquista el espacio de manera singular, como lo hizo todos estos años en una soñada isla del Tigre, propiedad del empresario Claudio Stamato.
La muestra al aire libre, que cuenta con el apoyo de la galería Daniel Maman, avanza en la idea de sumar iniciativa privada en proyectos de visibilidad pública, tema muy caro al ingeniero Lombardi, al que le gusta hablar de democratización del espacio público y de ofrecer "bienes culturales en un lugar de libre acceso". Las muestras se renovarán cada ocho meses, con expresiones de artistas argentinos contemporáneos. El modelo tiene antecedentes en el mundo entero, desde Washington hasta Nueva York (Frick Collection, Metropolitan, Guggenheim) y en Madrid, donde se completa el triángulo de las Bellas Artes con el Prado, el Museo Thyssen y el Reina Sofía, emplazado en Atocha. El año último, sobre el Paseo del Prado, se inauguró una nueva escala: la Caixa Forum, un centro cultural que funciona en una usina refuncionalizada por Herzog y De Meuron.
Lombardi suele mirar con atención lo que sucede en el mundo. En el caso porteño, la puesta en valor de la plaza contigua al MNBA será también una oportunidad para recuperar un entorno que, como el basamento del monumento a Alvear, de Bourdelle, ofrece una cara más cercana al despojo que al arte. Al mismo tiempo, consolida la idea de la milla del arte, que va desde Bellas Artes hasta el Sívori, en los bosques de Palermo.
Pero hay más: se estudia la posibilidad de consolidar la idea de otra milla del arte mirando al Sur, de la Colección Fortabat a La Boca, en una línea imaginaria que una el Mamba de la avenida San Juan, el Patronato de la Infancia, futuro Centro Cultural de España, y la Fundación Proa de La Boca.
La Colección Fortabat lanzó la semana pasada el premio Arnet A Cielo Abierto, que seleccionará una obra para ser exhibida de manera permanente frente al Dique 4. Será el primer eslabón de un programa que busca incorporar arte contemporáneo al espacio público del último barrio porteño. Si todo sale como está previsto, la Colección Fortabat y la Fundación Proa podrían estar unidas por un transporte permanente (¿y gratuito?) que recorriera la milla del arte "mirando al Sur".
NUESTRA OPINIÓN:
A la Sra. De Arteaga, yo le contesto lo siguiente: Considero que, visualmente es una aberración lo que se ha hecho. Es más que evidente que se ha forzado una situación y que se han dispuesto muchas más obras que las que ese espacio toleraba. Han logrado un enorme caos visual, con un cúmulo de información tal que impide la adecuada percepción sensorial de las obras expuestas. El terrible ruido visual que se ha fabricado no deja ver nada. Quien emplazó esas esculturas no tiene la más remota idea de lo que es poner en valor esculturas en forma adecuada: Es muy importante considerar cómo interactúa el espacio circundante con la obra al momento de emplazar esculturas. Y como ocurre con la música, el silencio valoriza a la nota. Si no, el bombardeo de información es tal, que ocurre lo que se ha hecho en este caso: un enorme caos visual sin ton ni son. No han quedado puestas en valor ni la Plaza Rubén Darío ni las nuevas 31 esculturas de Bastón Díaz que se metieron a presión ignorando absolutamente el diseño previo de la plaza. En él, jugaban un papel capital las esculturas preexistentes, entre otras, por El Sembrador y El Segador del belga Constantin –Emile Meunier, el Rubén Darío del argentino José Fioravanti, La Primavera de Leon Ernest Drivier, La Agonía del Centauro del gran Antoine Bourdelle y el monumento a Raoul Wallenberg. Y ya era mucho pedir, pero, si hiláramos más fino, tampoco debió haberse ignorado el peso visual muy cercano del George Canning de Alberto Lagos, del monumento al General Bartolomé Mitre de Eduardo Ruvino Torino, del General José Artigas de José Luis Zorrilla de San Martín, de la Froralis Genérica de Eduardo Catalano, de la Eva Perón de Ricardo Gianetti, del monumento a Juan Pablo II y del edificio de la Biblioteca Nacional y del edificio de Canal 7. No están en discusión ni la calidad ni la estética de las obras de Bastón Díaz. Lo que se discute es el lugar y el espantoso modo de emplazarlas. Se ha querido ponerlas en valor y se ha conseguido el efecto exactamente inverso. Es muy común que los mismos escultores no puedan objetivar y tomar distancia sobre la obra propia y que no vean detalles tan obvios como los que se están señalando aquí. Si no, Bastón Díaz no hubiera permitido la aberración visual que se ha hecho en esta plaza de Buenos Aires con tal de vender. Y como si fuera poco, se les han puesto alrededor unos horribles corrales de caño dignos del galpón de los chanchos de la Rural, que ni protejen en forma efectiva ni aportan nada estético a las obras de Díaz. Concretamente propongo que se revise a fondo al caótico depositorio escultórico en que se ha convertido la lonja de terreno que va desde el monumento al Brigadier General Carlos María de Alvear de Antoine Bourdelle, donde nace la Avenida Alvear, hasta el General Urquiza de Héctor Rocha y Renzo Baldi, en el cruce de las avenidas Figueroa Alcorta y Sarmiento y hasta el Monumento de los Españoles. Toda residente extranjero, institución u ONG que dona alguna escultura a la Ciudad, quiere tener su donación luciendo sobre el llamado Camino Real. Oh casualidad… desde el punto de vista del marketing, se considera que por Libertador y por Figueroa Alcorta, respectivamente ingresa y egresa de Buenos Aires el público calificado como ABC1. En este caso particular, ha privado el interés comercial del galerista promotor de la idea por encima del supuesto interés cultural, de difusión y de democratización de la cultura del proyecto. No nos disfracen las cosas. Que no nos subestimen a ese punto al pretendan hacernos creer que es una cosa cuando es obvio que es otra. Si no, no se forzaba de tal manera la colocación de treinta y una esculturas METIDAS A PRESIÓN donde ya había importantes esculturas preexistentes, como si ellas no hubieran ni existido. Es ése un espacio público, y es por lo tanto de todos y cada uno de los habitantes de la Ciudad. ¿Por qué tienen que convertirlo en un showroom de ventas a cielo abierto al servicio exclusivo de tal o cual galería privada? Descreo de esos gestos supuestamente tan "desinteresados", de esos desprendimientos, cuando provienen de un galerista que está tan, tan interesado en sacar el proyecto adelante. Hace mucho que dejé de creer en Papa Noel. Este proyecto no me hubiera parecido mal hacerlo por ejemplo en Puerto Madero, donde también hay buen poder adquisitivo, mucho turismo local e internacional, etc. y el terreno estaba casi virgen. Pero me parece atroz forzar una situación como se la forzó, fregándose en todo lo preexistente como si no hubiera existido, reventándolo. Y que eso mismo confirma el interés pecuniario que hay atrás, aunque se pretenda vendérnoslo como cultural. Una cuestión de valores. Yo prefiero que en el espacio público de todos, que los valores que priven sean los culturales y no los monetarios. Así, el tema es parejo para todos. Y que se hagan las cosas con criterio visual, armonía y buen gusto. Creo también que al Soberano se lo educa a través del arte y también de los buenos ejemplos. No creo que éste sea uno. El galerista Daniel Mamán, en las invitaciones que para asistir al acto de inauguración mandó por correo electrónico no ha tenido ningún problema en incluirse él mismo como "galerista e impulsor del proyecto". Creo que huelgan las palabras. Me parece que ni él ni ningún otro galerista debería tomar una plaza de la Ciudad como coto de caza propio. Tenemos que recuperar el respeto por nuestros espacios públicos. Por su misma condición de públicos, nadie debería utilizarlos como privados y lucrar con ellos. Y la ley debería ser pareja para todo el Mundo, sin excepciones. Aunque la excusa fueran el arte y la cultura. Y nuestras autoridades deberían ser las primeras en velar celosamente para que éso se cumpliera en forma estricta, a rajatabla. Este proyecto supuestamente cultural tiene para mí poco de ético y demasiado de antiestético.
P. L. B.