Una delegación argentina dio detalles de la saga de la obra y su restauración.
Por
Mercedes Pérez Bergliaffa
- MÉXICO. ESPECIAL
Imponente y arqueológica, futurista y repleta, la Ciudad de
México parece un gran pulpo extendido por el que circulan masas sin
parar. Como microorganismos o bichitos, los 23 millones de personas van
despacio (el calor y la altura impiden el apuro).
En medio de
esta maraña cae la noche y, en un lugar coqueto, algo alejado del
centro, una casa se ilumina. Es la “Sala de Arte Público Siqueiros”, que
se llenó de público el martes, durante la presentación que hizo el
gobierno argentino del proceso de rescate de Ejercicio plástico,
el mural que David Alfaro Siqueiros pintó en nuestro país en 1933 y que
ahora está restaurado, aunque todavía no accesible al público, en la ex
Aduana Taylor, detrás de Casa de Gobierno.
El mural tiene una
historia complicada, sufrida, que se debe tanto a su valor artístico
como al de mercado. Y a un largo intríngulis de amores y sexo, que
envolvía al pintor, al periodista Natalio Botana (en cuya casa se pintó
el mural), a Blanca Luz Brum (pareja de Siqueiros y amante de Botana) y
hasta al propio Pablo Neruda.
Mural fuera de serie, en 1991 fue
extraído del sótano donde estaba, cortado en seis partes y guardado en
containers. Una difícil trama judicial lo dejó ahí durante 17 años.
De
todo esto se habló en la conferencia, donde estuvieron la directora de
Asuntos Culturales de Cancillería, Magdalena Faillace –cabeza de la
comisión creada para el rescate de la obra–; Miguel Díaz Reinoso –ex
agregado cultural de México en Argentina–; la embajadora argentina en
México Patricia Vaca Narvaja; la directora del Centro Nacional de
Conservación del Patrimonio Artístico Mueble, Gabriela Gil y Cecilia
Jaber Breceda, directora de Asuntos Culturales de la Cancillería
mexicana.
CLIMA. OBRAS DE OTROS ARTISTAS CON MURALES DE SIQUEIROS EN LOS MUROS.
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La casa de Siqueiros estaba llena. Había especialistas, periodistas, estudiantes y “argenmex” como Noé Jitrik y Tununa Mercado. Estaban también Taiana Pimentel, directora de la Casa Siqueiros, y el artista Pedro Roth, quien presentaba fotos del mural, junto a obras sobre el tema de los fotógrafos Annemarie Heinrich y Aldo Sessa (quien, como Roth, donó las fotos para que queden en México). Todo tenía como telón de fondo los inmensos murales originales de Siqueiros, que abarcaban paredes, piso y suelo.
Mientras,
la conferencia –intercalada con proyecciones de fotos y videos del
rescate– mostraba el mural durante los años que pasó en containers, en
San Justo –húmedo, fraccionado y con estalactitas–; los detalles
técnicos de la restauración; la historia de colaboración
intergubernamental y hasta la alegría de presentar este proceso en el
mismo México, lugar de nacimiento del artista y corazón del muralismo
político del Siglo XX.
La historia del mural, decía Díaz Reinoso,
“fue una cruzada de funcionarios, expertos y periodistas”. Y también
“una especie de leyenda para los mexicanos, quienes siempre escuchábamos
decir que había un mural de Siqueiros en Argentina… Hasta que supimos
que había un litigio y nos dijimos: ‘Finalmente sí, el mural existe’”.
“Durante
muchos años –dijo Faillace– el mural era algo secreto, de lo que no se
hablaba en los círculos culturales, dado que había gente que no quería
que se supiera de él”. La embajadora aludía a supuestas intenciones de
sus dueños de sacarlo del país, en los años 90. “Ahora el mural está
expropiado”.
Siqueiros, quizás el más grande de los cuatro
maestros del muralismo, ya puede descansar en paz. Su Blanca Brum
gigante, pintada, erótica, reposa tranquila en Buenos Aires, en la misma
Casa de Gobierno. “No hay más ruta que la nuestra”, decía Siqueiros,
“la más alta, la más lógica, la más pura. Porque es para el pueblo”.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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