EN LA CALLE NO SE VE

Dani Yako expone en el Borges lo que todos los días se expone y se oculta en el paisaje de Buenos Aires.



Por Eduardo Villar


Es difícil recorrer la muestra La calle, de Dani Yako, en el Centro Cultural Borges, como a veces se hace difícil recorrer las calles de Buenos Aires. Es lo que hizo Yako durante dos años para llevar adelante este proyecto: caminar Buenos Aires en sus recorridos habituales –nada especial– con una pequeña cámara analógica –“nada digital”, responde cuando se le pregunta si en la toma o en las copias hay algo que lo sea– y tomar fotos como las que ahora se exhiben en el Borges: gente durmiendo en la calle, cubriéndose del frío, de la luz y de las miradas. Tomó casi setenta fotos, seleccionó 32, que son las de la muestra: 32 copias en papel de 28 x 35 cm. que hizo él mismo.
Hay una antigua foto de Yako que no se exhibe en La calle, pero que de alguna manera anticipa esta serie. Esa manera es rara. Porque “Plaza Italia”, la foto de 1991, que se reproduce aquí, es muy diferente. Un grupo de chicos duerme, cada uno buscando abrigo en los cuerpos de los otros y en el aire caliente que exhala la ventilación del subte. Se los ve. Otro chico, de perrito y uniforme de colegio privado, los mira y los ve. Nosotros los vemos. Al grupo de durmientes, al chico, al perro. Hay sujetos, personas.
En estas nuevas fotos las personas no se ven. Son cuerpos tapados con mantas, con bolsas, con pedazos de alfombra, con lo que haya, que no suele ser mucho. Casi todos duermen solos. Algunos parecen bultos de basura en la basura. Otros, cadáveres, gente accidentada o asesinada en la calle y cubierta con lo que la policía tuvo a mano. Los dibujos de las mantas que los tapan se han vuelto híper triviales.
Los títulos de las fotografías no aportan nada sobre lo que ahí abajo respira: apenas un lugar y una fecha sin mayores precisiones, “Palermo, 9/10”, “Calle Arenales, 6/10”. No se adivina sexo, edad ni apariencia de lo que duerme. A veces, sobresalen unos pies de eso acurrucado y tapado, nunca una cabeza, un rostro, ni siquiera una mano.
Ninguna cara. Fue una consigna que se impuso Yako para hacer estas fotos. Fue la primera vez, dice, que tomó fotos sin el consentimiento de la gente. Y dice que eso no le gusta, que le genera conflictos, pero qué iba a hacer: ¿despertarlos?
Los cuerpos velados de Dani Yako revelan no que hay gente que vive y duerme en la calle. Lo que revelan, y por eso se hace cuesta arriba mirarlos en las paredes blancas del Borges, es que están todos los días en la calle y son invisibles. Muestran que el de la gente de la calle es un asunto perfectamente naturalizado. En una maniobra de desocultamiento que le llevó dos años, Yako expone en el Borges lo que está expuesto y oculto cada día en la calle. Y pone frente a los ojos de todos lo que esa naturalización encubre. Ese, me parece, es el extraordinario valor de estas fotos de Yako: más allá de su valor estético, de sus texturas, de sus composiciones, de sus negros profundos y sus grises infinitos, nos muestran nuestra mirada. Aun así, habrá quien no verá. Pero ese es otro tema. Muestran también, cómo ha cambiado nuestra mirada desde aquella foto del 91, en la que todo se mira y todo se ve.
En la última foto del recorrido de la muestra se ve la sombra de Yako cubriendo el trapo que cubre al que duerme. Y uno piensa que sí, que claro, que no la sombra de Yako sino Yako mismo o cualquiera de nosotros podría el que duerme ahí. Y la silueta humana de esa sombra recuerda que eso que duerme ahí es gente, que nosotros somos gente. Aunque a veces se haga el esfuerzo de olvidarlo.

Fuente: Revista Ñ Clarín

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