Arte / Muestras
Religión, violencia y erotismo se combinan con irreverencia en las obras que León Ferrari exhibe en Malba; realizadas a lo largo de tres décadas, integran su primera exposición individual en el museo Viaje, 1987, collage sobre papel Vista de la muestra en Malba.
La era vikinga se inicia el 8 de junio de 793, cuando estos guerreros asaltaron a sangre y fuego el monasterio de Lindisfarne, al norte de Inglaterra. Nunca antes la cristiandad había sufrido un ataque a sus
recintos sagrados y a partir de entonces una nueva plegaria se comenzó a recitar: "De la furia de los hombres del norte, líbranos Señor". Los ataques a la Iglesia cristiana -independientemente de sus razones- se fueron repitiendo a lo largo de la historia con más o menos virulencia; se objetaba haber perdido el norte señalado por el mensaje de Jesús, su alianza con el poder temporal, su enriquecimiento y su corrupción.
Las críticas provienen de todos los frentes, desde los no creyentes, los fieles, facciones internas de la Iglesia, e incluso desde el arte; aquí se inscriben las series Brailles y Relecturas de la Biblia que presenta León Ferrari en Malba, con curaduría de Florencia Battiti, y un catálogo con un texto de Daniel Link.
Viaje, 1987, collage sobre papel. |
Nacido en 1920, Ferrari ha recibido innumerables
distinciones nacionales e internacionales, entre ellas el León de Oro de
la Bienal de Venecia de 2007, y no en vano. Es paradójico que el
artista más profano, el que se ha lucido por sus ataques a la Iglesia
católica, haya devenido en una intocable vaca sagrada del arte.
Su trayectoria se inicia cuando ayudaba a su padre
Augusto a decorar iglesias cordobesas y porteñas, y sus puntos de
inflexión fueron dos obras emblemáticas del conceptualismo: La civilización occidental y cristiana (un Cristo de santería adosado a un avión de guerra), de 1965; y Juicio Final (palomas vivas defecando sobre una reproducción del Juicio Final de Miguel Ángel), de 1985.
En las dos series de Malba, Ferrari arremete contra la
Iglesia no como un vikingo sino como un erudito teólogo e historiador
del arte, y lo hace con la imagen y la escritura, aunque ésta sea en
braille. Los puntos en relieve de la escritura para ciegos son
inaccesibles para un vidente que no conoce el código y también para un
no vidente que no puede tocar la obra resguardada por el vidrio (a
excepción de cuatro designadas a tal fin). Esta contradicción es la
misma que subyace en las Sagradas Escrituras: cómo explicar un Dios de
amor y perdón frente a las torturas de la Inquisición o los tormentos
del infierno anunciados por la Iglesia.
Sin título, 1986, collage sobre papel. Foto: GENTILEZA MALBA |
La gramática visual de Ferrari se basa en una técnica
utilizada por dadaístas, cubistas, futuristas y surrealistas a
principios del siglo XX, el collage ; en estos trabajos
conviven imágenes del arte de Occidente y Oriente, erotismo e historia
sagrada, los manuscritos del Beato de Liébana, la Cicciolina y la
explosión atómica de Nagasaki. Todos son alegatos contra la violencia.
Los rechazos a la obra de Ferrari y las bataholas
difundidas por la prensa en muestras anteriores no son episodios
aislados del contexto internacional. En los años 80 y 90 estallaron los
escándalos entre arte y religión; basta recordar el Piss Christ , de 1987, de Andrés Serrano; o La Santa Virgen María
, de 1996, hecha con bosta de elefante por Chris Ofili. Para entonces,
la religión dogmática iba por un lado y la espiritualidad por otro.
Pronto se difundió la creencia de que si los artistas
se apropiaban de símbolos religiosos era para demostrar su
animadversión, aunque no siempre era así; de hecho, Ofili es católico
practicante. Extrañamente, la derecha religiosa interpretó las obras
como una mofa, pero también críticos y curadores, aun cuando los
artistas lo negaran.
Estas presunciones llevaron a los artistas creyentes a
camuflar sus temas o, por el contrario, a expresar directa y
abiertamente su devoción. También están quienes desafían a la religión
organizada, como es el caso de Ferrari, y aun frente a la indiferencia o
resistencia del mainstream del arte hay artistas -como Anish
Kapoor, Wolfgang Laib, Kiki Smith y Mariko Mori, entre otros- que siguen
inspirándose en fuentes religiosas y creencias espirituales.
Ficha. León Ferrari-Brailles y relecturas de la Biblia en Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), hasta el 2 de julio
adn Ferrari
Buenos Aires, 1920
Buenos Aires, 1920
Es uno de los artistas argentinos con mayor proyección
internacional. En 2007 ganó el León de Oro en la 52ª Bienal de Venecia,
donde se exhibió su obra más emblemática, La civilización occidental y
cristiana, de 1965. Autodidacta, hijo del pintor, fotógrafo y arquitecto
Augusto Ferrari, inició su producción artística como escultor, en Roma.
De regreso en Buenos Aires, donde vive y trabaja, exploró además con
collages, dibujos, heliografías,
videotexto, instrumentos musicales, arte postal,
grabados y ensamblaje. Todos los recursos le sirvieron para criticar el
poder político y religioso. En 2005, una retrospectiva en el Centro
Cultural Recoleta desató una polémica con sectores ultracatólicos.
Fuente: adn Cultura LA NACIÓN
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