El artista belga Wim Delvoye da que hablar con obras
como “Cloaca”, una máquina que muestra el mecanismo del aparato
digestivo y produce heces.
En el Louvre, entre estucos dorados y obras griegas, acaban de
instalar una treintena de trabajos del artista belga Delvoye, quien da
que hablar con obras como “Cloaca”, una máquina que muestra el mecanismo
del aparato digestivo y produce heces. Claro, se armó la polémica.
Delvoye
no sólo expone neumáticos esculpidos a mano, radiografías de fellatios
amorosas estampadas en vidrios y cerditos de poliestireno. Además, una
flecha de acero de 13 metros de altura, cortada al láser con forma
fálica y llamada “Supositorio”, ocupa la célebre pirámide de vidrio del
museo.
"¿El museo más grande del mundo”, dice el diario Le
Parisien, olvidando la existencia del Smithsonian de Washington, y sigue
preguntando: “se cansó de su belleza clásica, de las hordas de
visitantes que no tienen ojos más que para la Gioconda, al punto de
querer sorprender a los turistas?”.
El público está dividido: para
los que cuestionan la muestra, el Louvre debe “seguir dedicado al
pasado”. En tanto, otros se entusiasman con las novedades.
Henri
Loyrette, presidente del Louvre, precisó que el arte contemporáneo en
realidad entró a formar parte del museo parisino en 1989, con la
construcción de la pirámide de vidrio del arquitecto chino Ieoh Ming
Pei. Para la curadora de esta muestra, Marie-Laure Bernadac, “la idea es
hacer dialogar pasado y presente”.
“Hoy el arte antiguo se pone
de rodillas frente al contemporáneo. Es el mundo que funciona al revés.
Hay una desproporción increíble –dijo Delvoye– entre el interés por el
arte antiguo y el contemporáneo. Una bella pintura del siglo XVII a
menudo cuesta menos que una obra contemporánea”.
Según el artista
“ya no se puede esculpir un David como Miguel Angel, porque se volvió
naif. “Cloaca” es lo que más se aproxima a un David de nuestro tiempo”.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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