A través de unas 60 obras, una muestra recorre más de
40 años de trabajo de N artista que no deja de reflexionar sobre los
vínculos entre el arte y la realidad.
Por Ana Maria Battistozzi
No por mero azar una obra de 1972 ha sido la elegida para abrir
la muestra que reúne cuarenta años de trayectoria de Horacio Zabala en
el Museo de la Universidad Tres de Febrero (Muntref). “Este papel es una
cárcel”, la fotografía de la mano del propio artista escribiendo esa
frase y su versión en inglés es ya un ícono del arte conceptual
latinoamericano. Pero resultaría prácticamente incomprensible si no se
la inscribiera en el contexto más generalizado del cruce entre el
cuestionamiento al campo del arte y la dinámica del acontecer social y
político que definió gran parte de la vanguardia radicalizada de
aquellos años en el país y en el resto del mundo. Los 60 y en particular
los 70 fueron años en que los artistas se rebelaron contra la
institución arte como pocas veces lo habían hecho. Ya no se trataba de
impugnar un lenguaje o el estilo de un movimiento precedente sino que la
propia institución entendida como tal fue puesta bajo la mira. Sus
códigos, normas y espacios simbólicos que, a excepción de la
descalificación militante que le prodigó oportunamente el futurismo,
habían permanecido inalterables hasta la Segunda Guerra Mundial, fueron
cuestionados. Tanto desde la perspectiva de la producción, como de la
circulación o el consumo.
¿A quién sirve el arte? ¿Dónde tiene
lugar el arte? y ¿Para qué el arte? Fueron algunas de las preguntas que
se formularon los artistas. Y las respuestas llevaron a la nueva
producción a exceder los circuitos habituales ganando la calle –como
ocurrió con la intervención que Zabala realizó con una cinta negra en la
Plaza Roberto Arlt un mes después de la masacre de Trelew–, los grandes
espacios de la naturaleza o despreciando los materiales
tradicionalmente reconocidos como artísticos y optando por formas que
renunciaban a la producción de objetos ya que –se pensaba– tarde o
temprano habrían de acabar convertidas en mercancía. Así, el discurso o
el señalamiento se adoptó como forma alternativa para producir sentido.
Nada de esto podía ser ajeno al espíritu que abonó el mayo del 68 que se
propagó en diversas latitudes. Un momento en que arte y política
apostaron a involucrarse en la transformación de la conciencia social.
En
este marco se comprende de modo más diáfano el sentido de “Este papel
es una cárcel” y la serie de trabajos correlativos que Zabala realizó
después y contaron con la colaboración de artistas de distintas partes
del mundo. Todas escrituras en lápiz sobre papel e impresiones de sellos
de goma de 1972 en los que el artista, como un personaje de Beckett,
insiste de manera obsesiva: el arte es una cárcel.
No es extraño
que esa suerte de repetición obsesiva haya llevado a Zabala, arquitecto
de profesión, a proyectar cárceles para artistas. En 1973, año
históricamente significativo para el país, realiza “Anteproyecto de
cárcel sobre columna para artistas” y, también, de cárcel flotante para
artistas, de cárcel subterránea para artistas y “Reformatorio para
artistas I y II”. La idea contenida en ambos proyectos de confinar a
quien tiene pensamiento crítico se transformó en anticipatoria de la
estructura represiva que se instalará en toda América Latina después.
Los sentidos del arte |
En esas circunstancias históricas y políticas se inscribe la aparición de las series de mapas que inicia también en 1972. Dibujados o comprados en librerías escolares, los mapas de Zabala contenían “tensiones” “deformaciones”, “hundimientos”. En muchos de ellos, un gran plano de tinta ocupaba toda su configuración. Censuradas, clausuradas o deformadas, esas cartografías de Zabala eran una forma de llamar la atención sobre lo que ocurría en esta parte remota del mundo.
La obra de Zabala ha tenido sucesivas aproximaciones retrospectivas en los últimos años. Luego de Ejercicios y tránsitos, de 1998 en el MAMBA, una de las más completas fue la que le dedicó el Fondo Nacional de las Artes en 2002. Once años después esta exhibición agrega un capítulo importante de su reciente producción. La serie Hipótesis , iniciada en 2009, implica un retorno a la pintura aunque la palabra retorno quizá no sea la más adecuada ya que la obra de Zabala no se ha manifestado casi a través de la pintura. Se trata más bien de una aproximación al orden de lo sensible que no lo aparta de la lógica conceptual que domina toda su producción. Lo suyo es un planteo que involucra los procesos históricos de reducción de la pintura iniciados por Malevitch, Mondrian y Rodchenkio, como también su desarrollo espacial. Esta serie articula linealmente, como en el orden del lenguaje escrito o las ecuaciones matemáticas, unidades de cuadros y signos matemáticos y ortográficos. El sistema pareciera abonar una concepción de la pintura como formulación lógica. Y frente a esta obra, el espectador se enfrenta a la estructura del lenguaje y lo sensible al mismo tiempo.
Otro capítulo importante es la serie de los diarios
donde Zabala apunta el silenciamiento como forma de censura pero también
a la paradoja de una sociedad afectada por el exceso de información
que, sin embargo, se desliza inevitablemente hacia la desinformación más
rotunda. En la serie de objetos Zabala desafía la lectura directa
jugando con la desviación del sentido. Y aunque no podría decirse que la
ironía sea su herramienta favorita, hay obras como “Ficciones” que
hacen lugar a ella sacando partido de ese orden ambiguo que surge al
acomodar una serie de latas de aceite marca Borges una junto a otra como
libros en una biblioteca.
En videos como “El juguete rabioso” es
donde el artista hace gala de una mayor soltura poética. Allí pareciera
refugiarse la parte menos afectada por esa mentalidad racional
proyectista que lo constituye. Un sistema de trabajo que ha permanecido
con impresionante continuidad a través de cuatro décadas.
Todo en
la obra de Zabala mantiene una lógica proyectual que implica una
metodología muy precisa de elaboración en que el artista nunca se
enfrenta a un territorio en blanco sino que todo ha sido concebido de
antemano.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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