Está al frente de las orquestas infantiles y juveniles de la Ciudad. Un programa de TV y el tiro al blanco torcieron su historia artística.
De Caballito al mundo. Empezó a estudiar piano en el barrio y una beca lo llevó a vivir a Moscú”. / DAVID FERNANDEZ |
Salir de Parque Rivadavia, cruzarse con Orlando Marconi y volar a la Unión Soviética para terminar escuchando a la Orquesta Infantil de Villa Lugano en el Teatro Colón. Todo eso en una taza de café y debajo de Los Amantes, el mural que pintó Raúl Soldi en la galería Santa Fe. Dirige el Maestro Claudio Espector, pianista, docente y flamante “Personalidad Destacada” de la cultura de la Ciudad.
“Me crié
jugando a la pelota en el Parque Rivadavia antes de que llegaran los
guardias que nos tocaban el silbato. Alrededor del año ‘74, los domingos
había reuniones políticas y se juntaba mucha gente en el parque”,
cuenta. A la música llegó primero su hermano mayor. “Mi madre tenía una
tía pianista y mientras él practicaba yo tocaba sobre una estufa de
kerosene, apagada, por supuesto. Como pasa generalmente, él dejó y yo
seguí con la tía, después con otra profesora, todo barrial”, avanza.
La
pelea de su madre con la profesora coincidió con una convocatoria del
programa de Orlando Marconi. “Buscaban pibes que tocaran y mi vieja me
llevó porque sabía la zamba Viene Clareando . Eramos tantos que
resolvieron que había que tirar un dardo y el que embocaba, tocaba”, se
ríe. El suyo fue para cualquier lado, pero ese no es el punto. Resulta
que en la fila había uno que estudiaba en algo que se llamaba
“conservatorio”, y allá fueron. “Era el Manuel de Falla y funcionaba en
el Centro Cultural San Martín, en esa época teníamos la sala Alberdi.
Ahí toqué por primera vez un concierto: Sonata en Sol Mayor, de Bach”,
sigue. Un curso con el pianista ruso Rudolf Kehrer lo llevó a postularse
para estudiar allá y partió a Moscú. “Año ‘79, dictadura, en casa no
cayó bien. Me quedé ocho años, pero volvía de vez en cuando”, dice.
-¿Cómo eran esos contrastes?
-Salir
del aeropuerto de Moscú en esa época en la que no había demasiado
color, llegar a Roma o a Frankfurt y ver la propaganda capitalista era
fuerte. Había dificultades en la vida cotidiana, escasez pero no en
productos fundamentales. Salías con una bolsita y si veías una cola te
parabas aunque no supieras qué vendían. Y una gran avidez por la
cultura, con escuelas de música en todos los barrios.
-¿Somos una sociedad que consume tanta cultura como creemos?
-Buenos
Aires tiene una cultura muy fuerte y plural, encontrás de todo. Hay una
influencia innegable de lo que trae un aparato de producción mediática
atrás. Eso también habla de que tenemos que profundizar el trabajo en
las escuelas. Y no porque el arte ayude a que uno sea mejor en
matemáticas: hace que a los pibes les vaya mejor en la vida. No sé si un
ranking puede decir qué es más importante.
En 1998 lo convocaron
desde el programa que trabajaba en Zonas de Acción Prioritaria de la
Ciudad y en Lugano empezaron a formar Orquestas Infantiles y Juveniles.
“De esta experiencia surgieron otros proyectos en el país e incluso la
Orquesta del Bicentenario. Reivindicamos el hecho de tocar
colectivamente en el circuito tradicional”, explica. ¿Hay prejuicios?
“La gente se pregunta si buscamos talentos en esta cosa de que el
talento también es una forma de categorización social y hay que
‘descubrirlos’”, ejemplifica. Hoy llegan a 17 lugares, participan 1.800
chicos y tienen 220 profesores. “Pero estamos con dificultades,
desentendimientos. Siempre hemos tenido mucho apoyo, incluso en los
comienzos de esta gestión, donde se generaron nuevas orquestas. Ahora
nos ningunean y tenemos bastante preocupación”, advierte.
-¿Qué efectos produce la música en los chicos, en los barrios?
-Familias
que nunca fueron a un teatro conocen todos los teatros de Buenos Aires,
cambia la percepción de la música. Andrés Habegger registró varios años
en el documental Cuando los santos vienen marchando . Es muy
impresionante ver el cambio del papá de una nena de la orquesta,
taxista. Al principio decía que la hija le había pedido participar, pero
que si eso interfería con la escuela la sacaba. Después que ‘bueno, la
verdad es que le está gustando’. En la tercera aparición, la más
conmovedora, pasa con el taxi frente al Colón y habla del orgullo que le
produce que su hija haya tocado ahí.
Fuente: clarín.com
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