”Mi Buenos Aires querido”, de Páez Vilaró, cumple 25 años pero su actualidad es notable.
Carlos Gardel. El ícono rioplatense, junto a bailarines de tango, Maradona, el Obelisco un canillita, el puerto y las dos orillas. / FERNANDO DE LA ORDEN |
La imagen tiene tanta actualidad que parece hecha el mes pasado.
Pero está en ese lugar desde hace casi un cuarto de siglo. Su autor,
Carlos Páez Vilaró, la tituló “Mi Buenos Aires querido”. Es obvio que
alude a Carlos Gardel, símbolo rioplatense por excelencia, y a su famoso
tango. Pero la dedicatoria no es exclusiva porque además homenajea
explícitamente a esta ciudad que también tiene a Páez Vilaró como
símbolo, aunque él haya nacido en Uruguay, del otro lado de ese río
ancho y marrón al que, en 1516, Juan Díaz de Solís y sus aventureros
acompañantes llamaron “mar Dulce”.
El mural está sobre la pared de un edificio de departamentos, a metros de avenida Figueroa Alcorta y Tagle, casi una puerta de entrada a lo que se conoce como Barrio Parque, uno de los sectores más exclusivos de Buenos Aires. Fue pintado en 1989 por una sugerencia que el entonces intendente Carlos Grosso le hizo al artista. Es que sabía que, desde hacía un tiempo, Carlos Páez Vilaró venía pensando en algo semejante: un trabajo que mostrara una síntesis de esta ciudad que ya tiene 433 años, desde su segunda fundación. Y aunque se trate de un lugar exclusivo, en la imagen hay elementos tan populares y representativos de nuestra cultura como podría serlo un buen asado.
La figura central, está claro, es Carlos Gardel. La pintó gente especializada que, colgada en silletas, reprodujo la obra-homenaje. Para el trabajo se usó pintura acrílica. Eran tiempos en que no existía todavía la tecnología que se aplica actualmente: las imágenes se hacen con un plóter, una especie de gran impresora pero con características especiales y propias, que está conectada a una computadora.
Pero volvamos al mural. A partir de la figura de Gardel se van agregando elementos que son íconos fuertes de la Ciudad. Por ejemplo el dibujo que está en la corbata del cantor y que muestra al Obelisco porteño. Esa imagen es la que, según el autor, lleva después a “leer” el resto de la obra. Hacia el lado izquierdo aparece el puerto de Buenos Aires, un lugar que une ambas patrias de quien firma el mural a cada lado del Río de la Plata. Y también se puede ver una pareja que está bailando un tango. Cuentan que Páez Vilaró la incluyó como una manera de homenajear a su amigo Astor Pantaleón Piazzolla, bandoneonista genial que puso a nuestra música en la galería de los clásicos universales.
Hacia el lado derecho también la simbología es muy clara: están el histórico edificio del Cabildo, una suerte de “casa paterna” de nuestro comienzo como nación libre; Diego Armando Maradona con su camiseta argentina con el diez en la espalda, un número que no sólo lo ubicaba en el campo de juego sino que también era su calificativo como futbolista, y hasta algo muy popular entre los habitantes porteños como lo son las carreras de caballos.
Para rematar la obra, además el artista puso la imagen de un personaje clave en la cultura popular: el vendedor de diarios, al que el dramaturgo y periodista Florencio Sánchez (Montevideo, 17 de enero de 1875 / Milán, Italia, 7 de noviembre de 1910; murió a los 35 años) definió como “canillita”.
La designación tenía que ver con el personaje de su sainete, estrenado en 1903, que llamaba así a un chico de pocos recursos económicos que vendía diarios por las calles para ganarse unos centavos y ayudar a su familia. Aquel “botija”, como hubiera dicho Sánchez, había pegado un estirón y su pantalón remendado le había quedado bastante corto. Por eso, las canillas de sus piernas estaban a la vista, dejando al aire esas flacas extremidades. Aquello generó el bautismo para representar a los vendedores de diarios y revistas, algo que la tradición popular de las dos orillas todavía mantiene. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
El mural está sobre la pared de un edificio de departamentos, a metros de avenida Figueroa Alcorta y Tagle, casi una puerta de entrada a lo que se conoce como Barrio Parque, uno de los sectores más exclusivos de Buenos Aires. Fue pintado en 1989 por una sugerencia que el entonces intendente Carlos Grosso le hizo al artista. Es que sabía que, desde hacía un tiempo, Carlos Páez Vilaró venía pensando en algo semejante: un trabajo que mostrara una síntesis de esta ciudad que ya tiene 433 años, desde su segunda fundación. Y aunque se trate de un lugar exclusivo, en la imagen hay elementos tan populares y representativos de nuestra cultura como podría serlo un buen asado.
La figura central, está claro, es Carlos Gardel. La pintó gente especializada que, colgada en silletas, reprodujo la obra-homenaje. Para el trabajo se usó pintura acrílica. Eran tiempos en que no existía todavía la tecnología que se aplica actualmente: las imágenes se hacen con un plóter, una especie de gran impresora pero con características especiales y propias, que está conectada a una computadora.
Pero volvamos al mural. A partir de la figura de Gardel se van agregando elementos que son íconos fuertes de la Ciudad. Por ejemplo el dibujo que está en la corbata del cantor y que muestra al Obelisco porteño. Esa imagen es la que, según el autor, lleva después a “leer” el resto de la obra. Hacia el lado izquierdo aparece el puerto de Buenos Aires, un lugar que une ambas patrias de quien firma el mural a cada lado del Río de la Plata. Y también se puede ver una pareja que está bailando un tango. Cuentan que Páez Vilaró la incluyó como una manera de homenajear a su amigo Astor Pantaleón Piazzolla, bandoneonista genial que puso a nuestra música en la galería de los clásicos universales.
Hacia el lado derecho también la simbología es muy clara: están el histórico edificio del Cabildo, una suerte de “casa paterna” de nuestro comienzo como nación libre; Diego Armando Maradona con su camiseta argentina con el diez en la espalda, un número que no sólo lo ubicaba en el campo de juego sino que también era su calificativo como futbolista, y hasta algo muy popular entre los habitantes porteños como lo son las carreras de caballos.
Para rematar la obra, además el artista puso la imagen de un personaje clave en la cultura popular: el vendedor de diarios, al que el dramaturgo y periodista Florencio Sánchez (Montevideo, 17 de enero de 1875 / Milán, Italia, 7 de noviembre de 1910; murió a los 35 años) definió como “canillita”.
La designación tenía que ver con el personaje de su sainete, estrenado en 1903, que llamaba así a un chico de pocos recursos económicos que vendía diarios por las calles para ganarse unos centavos y ayudar a su familia. Aquel “botija”, como hubiera dicho Sánchez, había pegado un estirón y su pantalón remendado le había quedado bastante corto. Por eso, las canillas de sus piernas estaban a la vista, dejando al aire esas flacas extremidades. Aquello generó el bautismo para representar a los vendedores de diarios y revistas, algo que la tradición popular de las dos orillas todavía mantiene. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
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