“No quemé nada. Lo que dije me pareció conveniente en ese
momento”. Ahora dice esto la rumana Olga Dogaru, madre de uno de los
ladrones que se llevaron, en octubre del año pasado, siete obras del
Centro de Arte de Rotterdam, entre las que se cuentan un Picasso, un
Gauguin y un Monet, nada menos. La semana pasada, Dogaru contó ante los
fiscales de la causa que había quemado las pinturas “para salvar a su
hijo” a través de la destrucción del botín. Pero en estos días Dogaru
cambió de opinión y sostiene que las pinturas no fueron a dar a ninguna
hoguera.
El robo ocurrió el 16 de octubre de 2012 y duró unos pocos minutos: los ladrones –cinco de los seis integrantes de la banda ya están detenidos– se llevaron las siete telas en bolsas. Ante el avance de la investigación policial que cercaba a su hijo Radu, Olga contó a los fiscales rumanos que decidió hacer desaparecer el botín: primero, enterrando las telas en el cementerio; luego, para que no hubiera ningún rastro, quemándolas en su casa.
Ahora asegura que fue una estrategia argumentativa ante los fiscales y ante tres jueces afirmó que no hubo incendio. Su abogado, que también es abogado de su hijo de 29 años, fue más lejos sobre el paradero de las obras: “Mi clienta inventó la historia de la quema para proteger a su hijo y presionada por los fiscales. Es posible que nunca sepamos qué fue del botín ”, aseguró.
Sin embargo, y aunque por los millones que representan las telas robadas muchos desconfiaron de la versión de la quema, las primeras pericias realizadas sobre las cenizas indican que hay allí “fragmentos de cuadros al óleo y pigmentos especiales y muy caros para pinturas, en desuso desde la segunda mitad del siglo XX”. Ya se han pedido más estudios.
El robo ocurrió el 16 de octubre de 2012 y duró unos pocos minutos: los ladrones –cinco de los seis integrantes de la banda ya están detenidos– se llevaron las siete telas en bolsas. Ante el avance de la investigación policial que cercaba a su hijo Radu, Olga contó a los fiscales rumanos que decidió hacer desaparecer el botín: primero, enterrando las telas en el cementerio; luego, para que no hubiera ningún rastro, quemándolas en su casa.
Ahora asegura que fue una estrategia argumentativa ante los fiscales y ante tres jueces afirmó que no hubo incendio. Su abogado, que también es abogado de su hijo de 29 años, fue más lejos sobre el paradero de las obras: “Mi clienta inventó la historia de la quema para proteger a su hijo y presionada por los fiscales. Es posible que nunca sepamos qué fue del botín ”, aseguró.
Sin embargo, y aunque por los millones que representan las telas robadas muchos desconfiaron de la versión de la quema, las primeras pericias realizadas sobre las cenizas indican que hay allí “fragmentos de cuadros al óleo y pigmentos especiales y muy caros para pinturas, en desuso desde la segunda mitad del siglo XX”. Ya se han pedido más estudios.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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