Ambito bacán de la Buenos Aires del primer Centenario, dio lugar a letras de tango y consagró a la fama al dúo de Gardel y Razzano.
CARLOS GARDEL (DER.) Y JOSÉ RAZZANO |
Por Eduardo Parise
Ese cuerpo que hoy se marca en los compases tentadores / del canyengue de algún tango en los brazos de algún gil / mientras triunfa tu silueta y tu traje de colores / entre el humo de los puros y el champán de Armenonville.
Ese cuerpo que hoy se marca en los compases tentadores / del canyengue de algún tango en los brazos de algún gil / mientras triunfa tu silueta y tu traje de colores / entre el humo de los puros y el champán de Armenonville.
El tango se titula Margot. Lo
escribió en 1921 Esteban Celedonio Flores y Carlos Gardel y José Ricardo
le pusieron música. Contaba la historia de aquella Margarita que había
dejado atrás su vida de conventillo para ir a lucirse en ámbitos más
“bacanes”.
Uno de esos era justamente el Armenonville, tal vez el
cabaret más lujoso que tuvo Buenos Aires desde aquellos años del primer
Centenario de la Revolución de Mayo. Según constaba en las tarjetas de
la época, el Armenonville estaba en “Avenida Alvear (actualmente Del
Libertador) esquina Tagle - Unión Telefónica 533 - Palermo” y sus dueños
se llamaban Carlos Bonifacio Lanzavecchia y Manuel Loreiro. Lo habían
inaugurado en la temporada de verano de 1911-1912 y funcionó hasta
finales de los años 20. Su edificio principal era un gran chalet de
estilo inglés rodeado de jardines con mucho verde. En ese espacio había
una gran terraza con mesas y sillas donde iban a cenar muchas de las
aristocráticas familias porteñas. Por ejemplo Marcelo T. de Alvear y su
esposa Regina Pacini.
En la planta baja estaba el salón de baile,
donde se destacaban una gran araña con caireles de cristal y los grandes
espejos que se alternaban con el empapelado de las paredes. Hacia los
laterales, y separados por rojos cortinados de terciopelo, estaban los
“reservados”. La reina del lugar era la comida clásica de la cocina
francesa, que se solía acompañar con buenos vinos y champán llegados
desde Europa.
Como no podía ser de otra manera, la música también
tenía su espacio en aquel lujoso recinto, perfumado por el aroma de las
flores que inundaban el jardín y el de las orquídeas que se producían
en el invernadero del lugar. En un tiempo José y Bienvenida Orzali (él
con el violín; ella, en el piano) hacían su aporte. Con el tiempo se
sumarían los acordes melodiosos de las orquestas de Vicente Greco y
Roberto Firpo.
La categoría del lugar se mostraba también con las
frases incluidas en afiches publicitarios. “Confitería y cocina de
primer orden”; “Entrada para autos y carruajes”; “Hermosa terraza y
jardín”; “Cada día dinner y súper concert” y “El lugar preferido de los
sportmans” eran algunas. Aquella preferencia se podía certificar con la
habitual presencia de mucha gente vinculada al turf y la de un habitué:
el “cajetilla” Jorge Newbery.
Claro que aquella vida de aire
disipado que proponía el cabaret también generaba polémicas y hasta
algún duro debate en el Concejo Deliberante, donde se propuso su cierre.
Pero
la fama del Armenonville ya tenía mucha historia. Tanta que el lugar
había sido el trampolín para que saltara a la fama un dúo que venía con
cierto reconocimiento: eran Carlos Gardel y José Razzano. En diciembre
de 1913, llevados por Francisco Taurel (un estanciero fanático de la
música criolla) hicieron una actuación. Después de esa noche, el dúo fue
contratado. La paga era muy jugosa: 70 pesos por noche. Dicen que
cuando Gardel supo eso, le dijo a sus amigos: “por esa plata hasta soy
capaz de atender el guardarropas y lavar los platos”.
Otro hecho
también iba a vincular a Gardel con el Armenonville. El 10 de diciembre
de 1915, el cantor y unos amigos iban hacia el local después de haber
estado en el cercano Palais de Glacé. Festejaban el cumpleaños 25 del
“Morocho”. Y en una discusión con un grupo de “chicos bien” Gardel
recibió un balazo disparado por un tal Roberto Guevara, un joven
arquitecto de Mendoza. Lo atendieron en el Hospital Ramos Mejía, aunque
aquella bala quedó para siempre en el cuerpo del cantor. Hay una versión
que atribuye el balazo a cuestiones de amoríos que Gardel tenía con una
tal “Madame Jeanne”, pareja del dueño del Chantecler, un famoso cabaret
del Centro. Pero esa es otra historia.
Fuente texto: clarin.com
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