Más de 160 piezas de una colección privada nunca
exhibida en el país reúne la muestra itinerante “El lenguaje gráfico de
Picasso”, que acaba de inaugurar su primera escala.
"Yo hago lo imposible porque lo posible lo hace cualquiera”. El
hombre que desató la gran acción de ruptura en la historia del arte
moderno estaba convencido.
Con más de 160 deslumbrantes litografías y linografías, El lenguaje gráfico de Picasso ocupa cinco grandes salas y el auditorio del Centro Cultural Municipal Hogar San José, en Olavarría. Inaugurado en 2010, el centro cultural es una bella construcción de 1913 donde funcionó un hogar para niñas huérfanas, y conserva la capilla de época, impecable y los bancos de piedra hechos a pico y pala por los penados en Sierra Chica. Las amplias salas, que para la exhibición se pintaron de distintos colores y están ambientadas con música inspirada en Picasso, dan a un increíble parque. Allí, entre el perfume de pinos y la embriagadora música flamenca, la noche de la inauguración fue pura alegría. No faltó nadie en Olavarría.
Con más de 160 deslumbrantes litografías y linografías, El lenguaje gráfico de Picasso ocupa cinco grandes salas y el auditorio del Centro Cultural Municipal Hogar San José, en Olavarría. Inaugurado en 2010, el centro cultural es una bella construcción de 1913 donde funcionó un hogar para niñas huérfanas, y conserva la capilla de época, impecable y los bancos de piedra hechos a pico y pala por los penados en Sierra Chica. Las amplias salas, que para la exhibición se pintaron de distintos colores y están ambientadas con música inspirada en Picasso, dan a un increíble parque. Allí, entre el perfume de pinos y la embriagadora música flamenca, la noche de la inauguración fue pura alegría. No faltó nadie en Olavarría.
Con
curaduría de Mariela Alonso, la muestra, que luego se verá en distintas
ciudades de la Argentina y de América Latina, reúne un conjunto de
obras que se exhiben por primera vez; todas pertenecen al grupo de
coleccionistas argentinos Ví + Arte. Son grabados que integran una
colección mayor y que en esta ocasión fueron bellamente enmarcados.
Pintor,
escultor, ceramista, Picasso se metió también con el grabado: desde los
inicios de su carrera hasta la última etapa, llegó a hacer dos mil
estampas. Si bien muchas veces su obra gráfica se complementa con la
pintura y la escultura, en general es bien particular: esta técnica le
permitió celeridad, experimentación, una expresión inmediata.
La
muestra, que integra obras de los años 40 hasta sus últimos grabados
eróticos, y que incluye “Muchacha según Cranach”, su increíble debut en
linografía, es un recorrido gráfico por la vida de Picasso, que
compartió con devoción sus pasiones en el lienzo y en el papel: nunca
dejó de ser autobiográfico. Sus obras son un singular diario íntimo.
Con
linografías y litografías realizadas desde 1960, en una sala pintada a
puro carmín y en la que suena el lamento inconfundible de El Cigala,
avanza la tradición taurina que marcó vida y obra de Picasso. En esa
arena manchada, donde conviven espectáculo, alegría y sufrimiento, sus
toros y toreros condensan violencia y crueldad en la lucha por la
supervivencia. Están los picadores que hieren y zahieren al toro hasta
debilitarlo. Eso sí, jamás darán la estocada final: ese gesto de poder
del hombre sobre la naturaleza queda en manos del matador. Entran
también en el gran espectáculo popular las ecuyeres, amazonas avezadas, y
los manolos y manolas. Se sienten las palpitaciones del gran artista
malagueño. Estremece el lamento de El Cigala. En ese mundo de arena
carmín, Picasso tuvo grandes amigos toreros, como Luis Miguel Dominguín,
a quien le dedicó uno de los grabados que está en sala. “Los toreros
nos permiten hablar de la primera etapa de la vida de Picasso: su primer
óleo, a los 8 años de edad, y su primer grabado, a los 15, son
picadores. Para él, el torero es la metáfora de la vida: representa la
persona que se enfrenta a la tragedia de la vida. El toro es esa fuerza
incontenible que tenemos que enfrentar en la vida cotidiana”, dice la
curadora.
Irrumpe el minotauro que escapó del mito para meterse
con fuerza en sus obras entre 1933 y 1937 (gran parte de las series
impresas en este período integran la Suite Vollard).
Extraño Asterión que recorre caminos sinuosos, ambiguos, que lo guían
por los laberintos picassianos: el minotauro es desde personaje macabro,
al punto de convertirse en algunas obras en violador, hasta criatura
híper frágil que agoniza en el ruedo o, como en la peor pesadilla de un
artista, se vuelve ciego.
Están los grabados que hizo Picasso en
homenaje a sus talleres, casas, sitios que amó, y a algunos amigos como
Paul Eluard, el gran artista de la resistencia francesa (Picasso ilustró
muchos libros de poemas suyos). Se expone la bellísima litografía
“Desnudo acostado y gato. Homenaje a Georges Braque” (1964), que hizo
cuando su amigo, su gran compañero de aventuras en el cubismo, cumplió
80 años. Con él llegó a firmar obras a dúo. La fragmentación de los
objetos, para ellos nunca fue un alejamiento de la realidad sino todo lo
contrario: la forma en que el ojo captaba todo lo que veía. Fueron
aliados en un momento en que ni las vanguardias comprendían el cambio
radical que empujaba Picasso.
CIRCUS RIDER II. Litografía color de la serie "Picasso y la comedia humana o los avatares de Gros" |
Con figuras atormentadas que
recuerdan a las del “Guernica”, símbolo de resistencia contra el
fascismo, la impresionante litografía “La guerra” (1954), evidencia su
visión antibélica. En contraposición, “La paz”, con iconografía de esta
temática, es etérea: madres con bebés, chicos jugando y caballos alados
parecen flotar. Están también esas palomas picassianas, símbolo de la
paz y la libertad, temas centrales en su obra.
En enero de 1937,
antes de empezar a trabajar en el Guernica, Picasso arrancó con “Sueño y
mentira de Franco”, que incluyó un texto escrito por él. El producto de
la venta de los grabados se destinó a un fondo para ayudar a los
republicanos en España. Son dos fabulosos aguafuertes, con nueve escenas
cada uno, en las que ridiculiza al general Franco. En la primera, creó
una tira cómica, bien ácida, que narra las aventuras de un Franco
representado como pervertido caballero cristiano, en parodia a los
héroes legendarios españoles. Picasso se ríe de su supuesta virilidad y
pone blanco sobre negro la violencia y la destrucción de la cultura y el
arte en manos del general. En la segunda lámina, que es trágica, ya
aparecen imágenes que retomará en el “Guernica” como una mujer llorando,
desgarrada, con su hijo muerto, y el caballo agonizante –el propio
Picasso, esquivo en general a hacer interpretaciones de sus obras, dijo
que en el “Guernica” representa al pueblo.
Esperanzadora, alegre,
con colores luminosos, como su recordado óleo “La alegría de vivir”. Así
es la serie que pintó a partir de 1946, cuando se fue a vivir a la
Costa Azul: su lugar en el mundo. Si bien viajó algunas veces a España
para ver a sus amigos y familiares y para disfrutar de las corridas de
toros, Picasso prometió no volver definitivamente hasta que terminara el
franquismo, pero murió antes.
En la serie de grabados realizados tras la Segunda Guerra Mundial, vuelve sobre algunos tópicos del período rosa. Están sus deslumbrantes “Bacanal con pareja de amantes” y “Bacanal con cabra”, con personajes que se retuercen de placer entre el azul cerúleo más bello que usted jamás se haya podido imaginar. “La temática del 20, del 30, e incluso de los inicios del 40, es muy dramática. Cuando termina la guerra el estilo sigue siendo picassiano, pero los temas se transforman completamente: recupera personajes como los pierrots, saltimbanquis y los acróbatas de la época circense de la etapa rosa y, al tiempo, se reencuentra con la mitología mediterránea”, dice Alonso.
En la serie de grabados realizados tras la Segunda Guerra Mundial, vuelve sobre algunos tópicos del período rosa. Están sus deslumbrantes “Bacanal con pareja de amantes” y “Bacanal con cabra”, con personajes que se retuercen de placer entre el azul cerúleo más bello que usted jamás se haya podido imaginar. “La temática del 20, del 30, e incluso de los inicios del 40, es muy dramática. Cuando termina la guerra el estilo sigue siendo picassiano, pero los temas se transforman completamente: recupera personajes como los pierrots, saltimbanquis y los acróbatas de la época circense de la etapa rosa y, al tiempo, se reencuentra con la mitología mediterránea”, dice Alonso.
El circo se transforma en comedia humana y sus personajes
son representados por Picasso: se vuelve simio, deforme, enano, infeliz
clown, gnomo. Como un Pigmalión redimido, Picasso pone el foco sobre su
propia figura envejecida, en contraposición a bellas modelos, amazonas, y
bailarinas. Además, recupera los temas mitológicos, que ya había
abordado, por ejemplo, en las ilustraciones de la metamorfosis de
Ovidio, pero ahora lo hace con sello báquico. Y hay fiesta dionisíaca
con mujeres desnudas en medio de bucólico campo. En un clima idílico,
avanza un desfile inagotable de faunos que llevan mujeres, amazonas,
pierrots, enanos panzones, cabras y, desde luego, toros. Porque el toro,
a veces, también es el propio artista. En escenas amorosas simboliza la
figura masculina: es energía reproductiva, fuerza irrefrenable, pasión.
“El
arte no es nunca la aplicación de un canon de belleza, sino lo que el
instinto y el cerebro pueden concebir independientemente de ese canon.
Cuando se ama a una mujer, no se toman instrumentos para medir sus
formas, se la ama por el deseo que nos provoca y, sin embargo, se ha
hecho todo lo posible para introducir el canon incluso en el amor”,
sostuvo Picasso en 1936. Sus grandes amores fueron también sus modelos.
En sala, una serie de retratos nos acerca a Jacqueline Roque, su última
mujer: musa inspiradora a la que siempre pintó bella, angelical. Pero no
todas tuvieron la misma suerte. Françoise Gilot, su pareja durante diez
años, fue inmortalizada por Picasso como “La Femme-Fleur” pero después
llegó a representarla como un frío caballero medieval con armadura, una
mujer a la defensiva, que uno descubre en uno de los grabados en sala.
Para Gilot, todas las pinturas de Picasso son un diario de su vida:
“Aunque Picasso estaba pintando el retrato de una mujer, siempre se
trataba de su propio autorretrato”, sostuvo Gilot, a sus 90 años, en una
entrevista con el diario australiano The Sydney Morning Herald, en
2011. “Les mentía a todas para mantenerlas a su alrededor”, dijo. “La
forma que tenía Picasso de eliminar una mujer tras otra era retratarlas.
Cuando perdía el interés por una mujer, pintaba retratos despiadados:
por ejemplo, Olga con dientes de navaja, vagina con filo de sierra,
cuerpo retorcido”, señaló la otrora Femme-Fleur, quien lo describe como
“un poderoso minotauro capaz de fulminar a sus mujeres, un gran río que
arrastraba en su corriente restos y esqueletos y que necesitaba mucho
sexo”.
SERIE. Toros y toreros. |
Sus relaciones amorosas y familiares son un capítulo
trágico. Fernande Olivier, Eva Gouel, la bailarina Olga Khokhlova,
Marie-Thérèse, Dora Maar (fotógrafa vinculada al movimiento
surrealista), Françoise Gilot y Jacqueline Roque fueron sus amores.
Cuando en 1964, Gilot publicó La vida de Picasso, que
ponía el foco en sus relaciones y amantes, Picasso, como represalia,
cortó el vínculo con Claude y Paloma, los hijos que había tenido con
ella. Nunca más volvió a verlos ni a responder llamados y cartas, y
avanzó en un juicio por el libro, pero lo perdió. Gilot inició otro
juicio para convertir a Paloma, Claude y Maya (la hija de Marie-Thérèse)
en herederos legales de Picasso. “A Picasso lo enfureció –dijo Gilot–
pero había dado su palabra de que amaría y protegería a sus hijos, y no
cumplió su promesa”.
La relación de Jacqueline con los hijos de
Picasso fue tensa, cuando murió no dejó que Claude, Paloma, Paulo
Picasso (hijo de Olga, la única mujer con la que se casó) y Pablito
(hijo de Paulo) se despidieran de Picasso. Pablito volvió a su casa y se
tomó una botella de lavandina; Paulo murió alcohólico a los 54 años.
Sus mujeres tuvieron un destino trágico. Dora Maar (que fotografió el
proceso de creación del “Guernica”) terminó en un manicomio después de
que él la abandonara. Tras la muerte de Picasso, Marie Thérèse se ahorcó
y Jacqueline se pegó un tiro.
Una sala reúne fotos de Picasso
más íntimo tomadas por David Douglas Duncan. A Picasso le fascinaban las
fotos y Duncan le tomó más de 25.000. “Era un hombre bajito, pero su
mirada lo hacía enorme. No estoy seguro de haber podido capturar todo el
significado de esa mirada. No era algo intimidatorio. Era algo
misterioso e indescriptible”, dijo el fotógrafo. En sala, hay una serie
de fotos del libro Goodby Picasso. Ahí está, en slip,
bata en mano, Picasso junto a su perro Kabul. En otra imagen, mira con
ternura a Sylvette, la modelo de cabello recogido que pintó con
fruición. Más allá Picasso hace pasos de danza, divertido, junto a
Jacqueline. La cámara lo sigue y pone el foco en papá Picasso jugando a
la cuerda con Claude y Paloma, en el Castillo de Vauvenargues, donde
vivió. Hay una imagen extraña: se lo ve con una especie de gran plumero
junto al “Guernica”. Hay también una hermosísima producción de
fotografías estroboscópicas de la revista Life: Picasso dibujando con la
luz de una linterna vuelve la escena fantástica. A unos pasos, de
espaldas al mar, el artista deviene minotauro: lleva una cabeza de toro
sobre la suya que oculta el misterio de su mirada.
Picasso
consideraba que “el arte que era casto no era arte”. El principal
enemigo de la creatividad, decía, era ese denominado buen gusto. Si bien
es un tema constante en su obra, los grabados de su última época ponen
el foco con mayor intensidad en el erotismo. Se exhibe una selección de
los 20 grabados eróticos (de la Suite de 347) que fueron editados en
1970 con seis obras de John Lennon, en un libro que buscó iniciar una
serie de publicaciones sobre las relaciones entre erotismo, belleza y
arte. “Integrar las imágenes de Lennon a las de Picasso fue una manera
de rendir homenaje al arte como espacio de libertad”, explica la
curadora.
Son grabados amorosamente eróticos que dialogan con las
seis litografías originales que hizo Lennon con Yoko Ono como modelo,
que fueron confiscadas por Scotland Yard, y luego recuperadas (editadas
por el Fondo Editorial Buenos Aires en 1970). Esa serie de obras
integran el proceso creativo que el músico desató con su famosa
performance “Bed in for peace”, como un grito de libertad contra la
guerra de Vietnam.
Entrañable minotauro. Para Picasso, la vida fue
una corrida, una sangrienta lucha contra la muerte. Prolífico,
hipnótico, revolucionario, único, siguió trabajando hasta sus últimos
días. Nunca dejó de experimentar, desde que, apenas a los 15 años, su
pintura “La Primera Comunión”, que cumplía con todos los requisitos de
la exigente academia, fue seleccionada para la Tercera Exposición de
Bellas Artes, en Barcelona. “Pintar como los pintores del Renacimiento
me llevó años, pintar como un niño me llevó toda la vida”, afirmó. Y no
paró. Cuando la muerte le pisaba los talones, como una conjura
imposible, se apuró a crear cada vez más.
FICHA
El lenguaje gráfico de Picasso
Lugar: Centro Cultural Municipal Hogar San José, Olavarría.
Fecha: hasta 23 de septiembre.
Horario: lun a vier, 9 a 20; sáb, dom y feriados, 15 a 21.
Entrada: $10; estudiantes y jubilados, $5; miércoles, gratis.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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