Inaugurada en 1914 y restaurada en 1999, luce en la ochava de Rivadavia y Ayacucho.
Por Eduardo Parise
Si la hubieran construido en Barcelona, seguramente sería parte de la finca Güell o de la Casa Battló. Y no sólo tendría la firma del genial arquitecto Antoni Gaudí i Cornet. También recibiría los aires marinos que llegan desde la zona de la Barceloneta. Pero nada de eso ocurre porque esta lujosa y artesanal cúpula está a una cuadra del Congreso Nacional, es obra de un ingeniero civil argentino que se llamaba Eduardo Rodríguez Ortega (1871-1938) y que, tras la restauración realizada en 1999, se luce como buen patrimonio de la Ciudad en la ochava de la avenida Rivadavia y Ayacucho.
Si la hubieran construido en Barcelona, seguramente sería parte de la finca Güell o de la Casa Battló. Y no sólo tendría la firma del genial arquitecto Antoni Gaudí i Cornet. También recibiría los aires marinos que llegan desde la zona de la Barceloneta. Pero nada de eso ocurre porque esta lujosa y artesanal cúpula está a una cuadra del Congreso Nacional, es obra de un ingeniero civil argentino que se llamaba Eduardo Rodríguez Ortega (1871-1938) y que, tras la restauración realizada en 1999, se luce como buen patrimonio de la Ciudad en la ochava de la avenida Rivadavia y Ayacucho.
Admirador de Gaudí,
Rodríguez Ortega diseñó el edificio en los tiempos del Centenario de la
Revolución de Mayo. Tiene planta baja, un entrepiso, cuatro pisos con
departamentos y una terraza de 350 metros cuadrados. Justo en ese último
piso está la cúpula en cuestión, donde hay tres niveles, que culminan
con un cupulín y una construcción con forma de cebolla, rematada con una
veleta de hierro. Y para que ese ensamble con el cielo sea completo, en
el último nivel existe un gran telescopio destinado a cualquier soñador
nocturno que quiera regodearse mirando estrellas.
Después de
pasar décadas aguantando los cambiantes rigores del clima porteño, ese
símbolo del modernismo catalán, inaugurado en 1914, fue restaurado poco
antes de la llegada del siglo XXI. La tarea quedó a cargo del arquitecto
Fernando Lorenzi, quien usó 952 piezas de vidrio espejado para cerrar
todas las aberturas. Y rescató las ornamentaciones, réplicas exactas de
la famosa Casa Battló, que hasta incluyen algunas chimeneas que muestran
siluetas de guerreros.
También se trabajó y se mantuvo casi
intacto el revoque original que era de piedra parís y se agregaron dos
elementos que no desentonan y rinden un indirecto homenaje a Gaudí: un
escudo de Catalunya y una frase escrita en catalán que afirma “No hi ha
somnis impossibles” (No hay sueños imposibles). La frase tiene mucho del
espíritu de aquella anécdota que cuentan sobre Gaudí cuando en 1883
presentó su proyecto para la basílica La Sagrada Familia en Barcelona,
una obra aún en construcción. Le dijeron “eso le va a llevar muchos
años” y el respondió: “Puede ser, pero mi cliente (Dios) tiene todo el
tiempo del mundo”.
El homenaje porteño al genial arquitecto
también incluye dos réplicas hechas a escala de la conocida Puerta del
Dragón. Realizadas en hierro, las réplicas tienen el mismo diseño que
Gaudí hizo para la finca Güell. Las de Buenos Aires se destacan en la
terraza del edificio de Ayacucho y Rivadavia. También, como parte de la
restauración se hizo especial hincapié en la iluminación por lo que,
cada noche, tanto el edificio como la cúpula se lucen como corresponde.
Claro que en un día de sol y con la luz natural aquello alcanza un grado
casi sublime.
Por supuesto que la cúpula de ese edificio no es la
única para admirar en la Ciudad. Muchas otras también tienen sus
méritos aunque no llamen tanto la atención. Sin ir demasiado lejos, en
el mismo barrio de Balvanera, está la del Congreso Nacional. Y hay una
que es menos conocida pero que merece una mirada con mayor detenimiento.
Es la del Santuario Nacional de Santa Rosa de Lima, en la avenida
Belgrano y Pasco.
Proyectada en 1928 e inaugurada en 1934, la
gran iglesia es obra del arquitecto Alejandro Christophersen. Fue
construida sobre una cripta, que le sirve como cimiento, y tiene un
espacio central con dieciocho columnas de mármol verde que sostienen la
cúpula. Lo más llamativo es que, en el exterior, está recubierta con
pequeñas tejas de cobre. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
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