Tal vez el misterio por no saber qué pasa durante ese caminar nocturno lo haya convertido en fuente de inspiración para pintores, escritores y directores cinematográficos.
Hay algo misterioso, desconocido, que puede generar intriga y
cierto miedo al mismo tiempo, en el sonámbulo. Al menos en esa idea que
se tiene de que se trata de una persona que se levanta de la cama,
recorre la casa en silencio, con los pensamientos perdidos en el
universo de los sueños y que mejor no despertarla para que la sorpresa
no desencadene una reacción inesperada.
Las artes, a través de sus
distintas disciplinas, tomaron esa figura en varios casos para componer
una pintura, un escrito o una película, en la que el sonambulismo juega
un rol más o menos protagónico, y los autores intentan reflejar esa
intriga por un mundo que puede verse pero que, en el fondo, no puede
terminar de conocerse.
Una de esas composiciones es el "Romance
sonámbulo" que integra el "Romancero gitano" del célebre poeta español
Federico García Lorca, y que fue escrito en 1924 y publicado en 1928.
"Verde que te quiero verde", empiezan los versos del autor, una frase
que luego se popularizaría. El también poeta español Rafael Alberti
definió a la historia que su amigo le recitó antes de publicar como "un
romance lleno de misterioso dramatismo". Se trata de cómo un gitano
dedicado al contrabando es perseguido por la guardia civil y cómo su
enamorada, también gitana, lo espera en vano, en la noche. García Lorca
coincidió con Alberti al comentar, en una conferencia, que el "Romance
sonámbulo" se trataba de uno de los más misteriosos del libro.
El
pintor suizo Heinrich Füssli, que también escribió sobre arte y que
vivió durante el siglo XVII y XVIII en Gran Bretaña, se dedicó entre
otras cosas a representar en sus obras los trabajos de William
Shakespeare, especialmente Macbeth, la tragedia teatral que, se estima,
se escribió entre 1603 y 1607. Füssli, que tradujo Macbeth al alemán,
trabajó sobre casi quince pinturas inspiradas en esa pieza, entre ellas
"Lady Macbeth sonámbula", de 1784, que pertenece hoy al patrimonio del
Museo del Louvre de París. Allí se ve a la mujer deambular en la noche,
con la mirada a la vez dura y perdida, desorbitada, con una vela en la
mano. Un médico y otra mujer, presentes en el quinto acto de la obra
teatral, conversan sobre lo que ven, y llegan a la conclusión de que
"sus ojos están abiertos, pero sus sentidos cerrados". Lady Macbeth está
perdida bajo el pincel del suizo, y el sonambulismo es casi un sinónimo
de la locura, de la pérdida de sentido, tal vez vinculada al crimen
cometido.
Mucho más cercana en el tiempo es la película "La
maldición de los sonámbulos", basada en una novela que Stephen King
nunca publicó. La obra del autor de "It" y de "Misery", que se vio en
cine en 1992, contaba la historia de una madre e hijo, ambos sonámbulos,
que debían "alimentarse" de la energía de otros. A pesar del éxito de
otras historias basadas en los libros de King, no fue el caso de esta,
que no fue bien recibida por la crítica cinematográfica. La revista
estadounidense Variety, por ejemplo, señaló que "el guión del escritor
no tenía lógica interna". En el caso de "La maldición de los
sonámbulos", el deambular nocturno es una característica asociada a la
maldad, incluso a la monstruosidad, y por lo tanto al peligro para los
otros.
En distintas épocas, en distintas latitudes y a través de
diferentes expresiones artísticas, el sonambulismo sirvió como excusa
para crear una obra, y cada autor lo interpretó de manera propia,
atribuyéndole rasgos de misterio, de locura, de ausencia del sentido, de
la amenaza a terceros, de miedo a uno mismo. Hay algo que no se termina
de saber sobre esa persona que intempestivamente se levanta de la cama,
se mueve, cambia las cosas de lugar, sin saber por qué y sin recordarlo
de manera consciente, y como ocurre con lo desconocido, puede despertar
curiosidad y hasta convertirse en fuente de inspiración para el arte.
Lea la nota central de esta entrega: Extrañas noches de un sonámbulo recién casado.
Por Diego Erlan y Dolores Gil.
Fuente: clarin.com
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