"La fascinación que ejerce la fotografía tiene su anclaje en la necesidad de la ilusión del ser humano", dice la autora sobre la muestra "(Pantallas)" recientemente inaugurada en la galería la Ira de Dios.
La fascinación que ejerce la fotografía tiene su anclaje, en gran parte, en la necesidad de la ilusión del ser humano.
El
filósofo español Enrique Lynch asegura que “la vida en la ficción,
ilusionados, es la única posible, la única que nos proporciona alivio
frente a la certeza de la muerte y esa especie de revelación que es la
mayor de todas las ilusiones: la ilusión del sentido donde conviven en
inverosímil confusión las mayores patrañas y las verdades mas
necesarias”. De una premisa similar parten Gabriela Schevach y Ariel
Authier, en su muestra (Pantallas) recientemente inaugurada en la galería la Ira de Dios.
Utilizando
el punto de vista invertido (contrario al de la perspectiva instaurado
en el Renacimiento), el objeto nos devuelve la mirada, situando el punto
de fuga dentro del cuadro y no en el infinito. En el medio de esta
interacción, se cruza en un plano invisible, ese plano-pantalla al que
se refieren los artistas, una superficie imaginaria donde suceden las
operaciones simbólicas de proyección e identificación entre observador e
imagen. Para ello se valen de reflejos y de imágenes especulares poco
perceptibles a la primera mirada ingenua. Dentro de los ojos de un perro
de cerámica o dentro del mismo dispositivo de la cámara fotográfica se
encierran escenas de crímenes inverosímiles y estereotipados, fantasías
de lo intangible, relaciones con lo ilusorio. La imagen dentro de la
imagen, el ojo del panóptico, son algunos de los recursos que Schevach
& Authier utilizan para afirmar que la imagen es sólo superficie. Y a
diferencia con lo surreal, el engaño se hace visible, dándole ese toque
de humor necesario a lo que puede pecar de analítico. Recuerdo el
monólogo de Segismundo, de la obra de teatro de Calderón de la Barca,
“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra,
una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y
los sueños, sueños son”.
(Pantallas) confirma que Calderón sabía mirar y que la fotografía sigue siendo increíblemente maravillosa.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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