El lenguaje de los talleres de Hermés llega a la Fundación Carlos de Amberes de Madrid en una exposición. EFE
Madrid,
23 - La pasión por la calidad y el trabajo bien hecho,
transmitida a través de seis generaciones, es la clave del éxito de
Hermès; una fórmula que se palpa día a día en los talleres de la firma
francesa donde cobran vida los codiciados Birkin y que desde mañana
desvela sus secretos en una muestra en Madrid.
"Cada diseño es una historia, esta es una casa con valores y con amor
por el trabajo bien hecho", explica a Efe uno de los responsables de
estampado en seda mientras un compañero tiñe en morado una tela. Su
trabajo, explica, consiste en transformar materias primas de máxima
calidad en "objetos" y no en "accesorios".
Y es que a los artesanos cristaleros, joyeros, ceramistas o
trabajadores del cuero, que trabajarán in situ durante cinco días en la
Fundación Carlos de Amberes para desvelar los secretos de la firma, no
les gusta hablar de moda ni de lujo, porque la moda pasa pero la calidad
permanece.
"Nada cambia, todo cambia" es la expresión que le gusta usar al
director de la firma francesa, Guillaume de Seynes, en declaraciones a
Efe, para resumir el espíritu y los valores de una casa francesa que,
frente a los vaivenes de la industria del lujo, permanece en manos de
los herederos de su fundador, Thierry Hermès, 175 años después de su
fundación.
Sus objetos más apreciados son los bolsos, en especial los modelos
Birkin o Kelly, para los que la lista de espera supera el año, una
demora que la firma "no lleva con orgullo" pero que asume porque es un
tiempo que marca "el ritmo de lo artesanal", asegura.
Cada artesano se encarga del proceso de fabricación de un único
ejemplar de estos afamados bolsos y no coge otro hasta no haber
terminado, detalla Marianne, que utiliza cuero, cordel, aguja y un
punzón para su trabajo diario. Ni pegamento, ni trampa, ni cartón.
El lenguaje de los talleres de Hermés llega a la Fundación Carlos de Amberes de Madrid en una exposición. EFE
Los productos de Hermès están al alcance de unos pocos, aunque a
Seynes no le gusta que sus productos se asocien al lujo, un término
"ambiguo" que su abuelo ya definía como aquello que se repara: "Nuestros
clientes disfrutan del lujo, pero nosotros ofrecemos calidad".
"Hay artículos que no requieren reparación hasta veinte o treinta
años después de haberlos comprado, y cuando los clientes los reparan
cobran una vida nueva", señala.
Maud Laville se empleará a fondo durante la exposición incrustando
diamantes en un brazalete "Collier de chien", uno de los modelos más
conocidos de la línea de joyería.
Este proceso podría hacerse de un modo más mecánico, pero la pieza
perdería calidad, explica esta joven francesa; los diamantes se tendrían
que adherir con pegamento y tendrían más posibilidades de caerse.
"Hay trabajos que una máquina no puede hacer, es importante que estos
oficios se mantengan", explica la joyera, que lleva seis años en Hermès
y antes trabajaba por encargo personal y para otras firmas.
El trabajo de los artesanos dedicados a la estampación de los famosos
pañuelos tampoco se podrían hacer a máquina, ya que se emplean hasta 45
tonalidades por pieza, y cualquier error, por mínimo que sea, como que
el acento del nombre Hermès se superponga con la vocal, es motivo para
que el accesorio sea destruido.
Esta atípica maquinaria denominada Hermès se mantiene en la cumbre
del negocio del lujo empeñado en ser un negocio familiar apasionado por
lo artesanal y que pretende "continuar con la aventura" iniciada por su
antepasado con idéntico espíritu, sentencia el representante de la sexta
generación.
Celia Sierra
Fuente: EFE
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