Patrimonio / Una obra del Gobierno nacional por $ 925 millones
Avanza
la construcción de las salas principales del Centro Cultural del
Bicentenario; prevén el estreno para fines de 2014 o principios de 2015;
estiman que 5000 personas podrán visitarlo en simultáneo.
Por Ángeles Castro / La Nación
En el núcleo del antiguo Palacio de Correos y Telégrafos, en el Bajo porteño, crece una ballena azul con costillas metálicas y músculos de hormigón armado. Sobre ella cuelgan como estalactitas las vigas que servirán de esqueleto a un enorme candelabro vidriado. No se trata de una escena surrealista, sino de cómo se va plasmando la obra de ingeniería y arquitectura para convertir al tradicional edificio en el futuro Centro Cultural del Bicentenario.
En el núcleo del antiguo Palacio de Correos y Telégrafos, en el Bajo porteño, crece una ballena azul con costillas metálicas y músculos de hormigón armado. Sobre ella cuelgan como estalactitas las vigas que servirán de esqueleto a un enorme candelabro vidriado. No se trata de una escena surrealista, sino de cómo se va plasmando la obra de ingeniería y arquitectura para convertir al tradicional edificio en el futuro Centro Cultural del Bicentenario.
Con fecha de finalización prevista para fines de 2014 o
principios de 2015, los trabajos marchan a ritmo acelerado en la
manzana delimitada por Alem, Corrientes, Bouchard y Sarmiento. Es
habitual escuchar las máquinas en plena labor incluso hasta la
medianoche: suman 700 las personas abocadas a la obra.
Dentro del edificio, los resultados saltan a la vista.
Las dos estructuras que serán el emblema del centro cultural ya se
perfilan en el corazón del palacio originalmente habilitado en 1928 y
que albergó la Secretaría de Comunicaciones y dependencias del Correo
Argentino. Ambas van emplazadas en el sector que ocupaban el viejo patio
central y su entorno, que fue demolido.
La primera es "La Ballena Azul", una imponente sala
para conciertos con capacidad para 2000 personas, construida en forma de
óvalo sobre tres patas y con un desarrollo vertical de cuatro pisos.
"Todavía no está definido el material que servirá como revestimiento
para darle el color azul. Hay varias propuestas", dijo a LA NACION
Alejandro Sánchez, gerente comercial de la UTE, que integran Esuco SA y
Riva SA, las empresas que ganaron la licitación por 925 millones de
pesos.
Además, esta sala será la sede oficial de la Orquesta
Sinfónica Nacional. La equiparán con un órgano único en América latina,
de 3500 tubos y 46 registros, que confecciona especialmente en Alemania
el fabricante Klais.
La segunda es "El Chandelier" (candelabro, en inglés),
en los pisos sexto y séptimo, que quedará conformada por varios
volúmenes colgantes de paredes translúcidas iluminadas, destinados a
salas de exposiciones permanentes y temporarias de arte moderno.
A la par de la gran sala de conciertos, en tres niveles
de subsuelos construidos especialmente funcionará, sobre Corrientes,
una sala para música de cámara con capacidad para 600 personas.
La oferta para actividades culturales, públicas y
privadas, se complementará con seis auditorios con 104 butacas cada uno,
distribuidos en los pisos cuatro, cinco y seis. El diseño de los
auditorios respetó la parte externa de las habitaciones y principalmente
modificó el interior, ya que están situados en el sector histórico del
palacio, bautizado como "área noble", que mira hacia la calle Sarmiento.
En este frente, explicó Sánchez, prácticamente no se realizó obra
nueva, sino trabajos de "restauración conservativa" y puesta en valor
tanto sobre las paredes como sobre todos los revestimientos y
carpinterías, así como de unos 250 muebles de estilo.
El "área noble" -que acogerá los museo Postal y
Telegráfico y de las Telecomunicaciones- comunica con el sector
modernizado ("área industrial") por medio de un espacio de transición
que, entre otros elementos, contiene escaleras mecánicas y ascensores
para que el público pueda recorrer fácilmente los nueve pisos y
subsuelos del futuro Centro Cultural del Bicentenario (CCB).
Algunos puntos destacados del sector histórico lo
constituyen los señoriales salones Eva Perón, De los Escudos y del
Honor. El primero, en el cuarto piso, sirvió en el década del 40 como
despacho de la esposa del entonces presidente Juan Domingo Perón; en el
mismo nivel, pero sobre el ala industrial, una plaza seca coronará la
Ballena Azul.
Otra plaza seca se abrirá debajo de la estructura, en
la planta baja. En sus dos laterales, junto a Alem y a Bouchard,
funcionarán dos restaurantes. El CCB no sólo fue pensado para
actividades culturales, sino también para momentos de ocio y recreación.
"Los porteños especialmente van a interactuar con este edificio, que
quedará como legado a la ciudad. Calculamos que puede haber
simultáneamente en el interior 5000 personas", detalló la arquitecta
Lina Maccaferro, encargada de la inspección de la obra por el Ministerio
de Planificación Federal.
Un tercer restaurante y un bar abrirán sus puertas en
la terraza del edificio, en el piso nueve, que se transformará en un
mirador público privilegiado de la ribera porteña, como pudo constatar
LA NACION. En el mismo nivel ya fue refaccionada la cúpula del palacio:
las pizarras originales que la cubrían fueron retiradas y reemplazadas
por 550 paneles de vidrio que, conectado cada uno a un led, pueden ser
iluminados con motivos diversos.
El interior de la cúpula, destinado a espectáculos, contará con escenarios móviles y capacidad para 265 personas sentadas.
El desafío de modernizar un edificio protegido
Le sumarán escaleras mecánicas, ventilación y un sistema antiincendio
Diseñado
por el arquitecto francés Norbert Maillard e inaugurado en 1928, el
Palacio de Correos fue declarado monumento histórico nacional en 1997.
Esta catalogación complicó la obra para transformarlo en el Centro
Cultural del Bicentenario Presidente Néstor Carlos Kirchner, nombre
aprobado por una ley del Congreso Nacional.
Las intervenciones no debían alterar la imagen externa
del edificio ni la interna de los sectores con mayor grado de protección
(vestíbulos, escaleras, salones, galerías). Pero, además, demandaron
prácticas constructivas y operativas singulares.Por ejemplo, la entrada y salida de materiales y escombros no pudo hacerse a través de las aberturas (portones y ventanas). Por eso, las constructoras trajeron una grúa desde Pamplona, España, de 80 metros de altura y otros tantos de brazo, para introducir y extraer los elementos por arriba del edificio. Además, trabajan otras tres grúas en el lugar.
La estructura tampoco podía sufrir grietas ni desplazamientos durante la tareas de demolición del entorno del patio central y de excavación de los subsuelos. Todo el proceso fue, y es, supervisado por la Comisión Nacional de Monumentos.
Otro desafío fue incorporar, en una estructura de principios del siglo XX, servicios y dispositivos exigidos por la normativa reciente. Hoy, el palacio ya cuenta con dos pares de escaleras de emergencia y más ascensores. También, con servicios antiincendio, de aire acondicionado, calefacción y suministro eléctrico.
Detrás del edificio, en lo que era la Plazoleta del Tango, se observa una fosa gigante que alojará toda un área de servicios para abastecer la demanda del futuro centro cultural. El espacio volverá a ser techado y arriba parquizado.
Fuente: lanacion.com
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