Artistas suizos y argentinos celebran un siglo de abstracción geométrica con obras que muestran qué caminos recorre hoy la geometría en el arte.
Panorama de la muestra en la Fundación OSDE.
Por Laura Casanovas
Aunque la obra se exhibió por primera vez en el año 1915, fue según sus propias palabras en 1913 que Kazimir Malevich concibió su famosa pintura “Cuadrado negro sobre fondo blanco”. Con esa obra, el artista abandonaba la representación figurativa y narrativa característica del arte occidental. No era el único que planteaba una nueva concepción artística. Lo acompañaban el neoplasticismo de Mondrian, el constructivismo de Tatlin, entre otras propuestas que dieron origen a un lenguaje de vanguardia de grandes y fructíferas consecuencias: la abstracción geométrica. El cuadrado negro del creador del suprematismo tuvo el poder de convertirse en un ícono condensador de esta revolucionaria corriente, hija de la modernidad. Por eso, su mención constituye el punto de partida de la muestra Geometría: desvíos y desmesuras, en el Espacio de Arte de la Fundación Osde, para celebrar un siglo de abstracción geométrica. Y lo hace de la mejor manera para captar la enorme vitalidad de este lenguaje: a través de las obras de 22 artistas contemporáneos argentinos y suizos.
Con el tiempo,
algunos rasgos característicos del inicio del movimiento se perdieron y
otros se ganaron. Uno de los cambios más evidentes es que los artistas
contemporáneos, a diferencia de sus predecesores de principios del siglo
pasado, no buscan transformar el mundo, sino ampliar la experiencia
estética. “Para los artistas geométricos de hoy no se trata, por
supuesto, de salvaguardar las ambiciones (plurales) del arte del pasado,
sino simplemente de incrementar el campo de la experiencia estética. Y
luego de un siglo no podemos sino constatar, con alegría, hasta qué
punto se ha ampliado efectivamente la gama de posibilidades creadoras”,
escribe la historiadora del arte suiza Danielle Perret, curadora de la
exposición.
Como movimiento de vanguardia, la abstracción
geométrica planteó la ruptura con el pasado. En cambio, los artistas en
la actualidad vuelven su mirada al pasado como “referencia de calidad”
–sostiene Perret– y por medio de múltiples estrategias de apropiación y
desviación.
El cuadrado, esa forma emblemática de la abstracción
geométrica, sigue vigente, como también la monocromía. Así lo atestiguan
las pinturas de Marcelo Boullosa. En tanto, las diez pequeñas piezas
rectangulares negras, de Andrés Sobrino, ven interrumpida su monocromía
por sutiles líneas rectas que las atraviesan, conformando una forma
poética y lúdica. Algunas obras son más ortodoxas respecto de los
planteos pioneros y otras proponen un mayor grado de desvío.
Ana Lizaso. “Engranajes con círculo blanco”, 2009. Chapa de hierro, pintura nitrosintética 70 x 200 x 0,9 cm. |
También están las que rinden un explícito homenaje, como la del artista conceptual Horacio Zabala. “Las obras completas de Mondrian” es el título de uno de sus trabajos que, como explica Perret, retoma bajo la forma de un libro de varios volúmenes los famosos colores primarios del artista holandés.
Otras características de la producción
contemporánea son el diálogo con el espacio real y con distintos
materiales, que se produce de múltiples maneras. Las líneas y los
ángulos rectos de las pinturas de Verónica Di Toro se proyectan hacia el
exterior de las mismas. Y las blancas columnas de línea ondulada del
suizo Jürg Stäuble modifican radicalmente el espacio, a la vez que su
elegancia visual contrasta con el telgopor que les da forma. No hay que
olvidar la importancia del minimalismo, de la década del 60, heredero
también de la abstracción geométrica, que expandió la relación con el
espacio real e introdujo materiales industriales. Varias de las obras de
esta muestra son deudoras, en algún aspecto, de dicho movimiento. Las
características obras de Carola Zech con imanes y formas geométricas de
variado cromatismo, y las de Román Vitali realizadas con cuentas de
acrílicos de colores, fagocitan el espacio arquitectónico de la sala de
exposiciones al encontrarse, respectivamente, sobre dos columnas. En
tanto, el suizo Beat Zoderer intervino la cúpula del Espacio de Arte a
través de una propuesta de formas y colores bidimensionales que entablan
relaciones.
Posiblemente uno de los rasgos más sobresalientes de
varias de las obras expuestas es su capacidad para estimular la
imaginación del espectador. Las esculturas monocromas blancas y negras
de Beto de Volder, de líneas curvas, nos remiten a una arquitectura
fantástica. La instalación de Daniel Joglar con aros y varillas de
madera y aluminio pareciera conformar un colorido y lúdico cosmos. Y al
dirigir la mirada hacia las piezas de Irene Banchero, la imaginación se
regodea con una gran cantidad de asociaciones con formas orgánicas,
inorgánicas, posibles, imposibles, y de sentimientos que abarcan desde
la poesía y la nostalgia hasta la belleza más intrigante. Otra de las
particularidades de la producción actual es la importancia otorgada a la
subjetividad.
Las obras de Banchero, además, atesoran un trabajo
minucioso, paciente y complejo. Esta característica del proceso creativo
se extiende a casi todas las obras, en mayor o menor grado, y las
emparenta con los pioneros de la abstracción geométrica. También es
posible asociar algunas obras entre sí por la labor empleada para lograr
su forma. Un ejemplo es el del calado, que encontramos tanto en la obra
de Marcelo Villegas como en la construcción monocroma blanca de Ana
Lizaso, quien logra tramas que interactúan con la luz a partir del
calado de la madera.
Fabián Burgos. “Rotación doble sobre Max Bill”, 2012. Oleo s/tela, 180 x 180 cm. |
No es casual que la muestra vincule a
artistas argentinos y suizos. Perret recuerda que “el contacto y los
intercambios entre argentinos y suizos fueron muy constructivos en la
época de los movimientos militantes del arte concreto”. Por ejemplo, Max
Bill, mencionado en el primer número de la revista argentina Arte
Concreto Invención , en 1946, invitó al argentino Tomás Maldonado como
profesor a la Escuela Superior de Diseño, en Ulm. El surgimiento del
arte concreto argentino –opuesto a toda forma de realismo–, a partir de
la publicación del único número de Arturo, en 1944, implicó una muy
importante renovación plástica en el arte local, en sintonía con la
abstracción geométrica.
El desarrollo de la ciudad fue clave para
los artistas modernos y sigue siendo un punto de referencia fuerte para
muchos hoy en día, como Pablo Siquier, que ha desarrollado una pintura
con una estética muy personal de complejas formas geométricas con
reminiscencias a motivos arquitectónicos y tramas urbanas. También el
suizo Gian Paolo Minelli recurre a la ciudad para fotografiarla
enfatizando líneas, ángulos, entre otras características geométricas de
los objetos capturados por su mirada, sin dejar de lado preocupaciones
sociales.
Completan la muestra interesantes obras de Alejandra
Barreda, Jimena Fuertes, Davide Cascio, Cristina Tomsig, Mara Facchin,
Fabián Burgos y Stéphane Ducret.
Al cumplirse un siglo de la
aparición de la geometría abstracta, luego de recorrer la presente
muestra, pensamos en la celebración de las formas, de los colores, del
espacio, de las texturas, de la imaginación. Rasgos posibles por un
movimiento que sentó las bases de su propia expansión y cambio, llegando
a los atractivos y consistentes desvíos y desmesuras contemporáneos.
FICHA
Geometría: desvíos y desmesuras.
LUGAR: Espacio de Arte de la Fundación Osde,
Suipacha 658
FECHA: Hasta el 6 de julio
HORARIO: lunes a sAbadoS, 12 a 20
Entrada: gratis
Fuente: Revista Ñ Clarín
LUGAR: Espacio de Arte de la Fundación Osde,
Suipacha 658
FECHA: Hasta el 6 de julio
HORARIO: lunes a sAbadoS, 12 a 20
Entrada: gratis
Fuente: Revista Ñ Clarín
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