UN REGRESO ESPERADO

Durante décadas, el Premio Braque fue uno de los más prestigiosos del país. Con el apoyo de la Embajada de Francia, vuelve a mostrar ahora en el Muntref un panorama de la producción joven en la Argentina.

Por Mercedes Pérez Bergliaffa

La noticia tiene importancia: se trata del resurgimiento del Premio Braque, uno de los más importantes dentro de la historia de las artes de nuestro país, y muy ambicionado por los jóvenes artistas locales, ya que significa el otorgamiento de una residencia de producción en París, con todo pago. Esta vuelta del Premio que había sido discontinuado hace más de quince años, se organiza ahora en el ámbito del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Muntref) y con el apoyo –como siempre desde sus orígenes– de la Embajada de Francia en la Argentina.
“El Braque” –como lo llaman en su jerga los artistas–, se estuvo realizando en nuestro país durante más de treinta años, de 1963 a 1997, aunque tuvo un corte importante de 1969 a 1979. Recién volvió a organizarse ese año, cuando se le otorgó el premio a un artista –Carlos Kusnir– pero sin llevarse a cabo la exposición de las obras seleccionadas. El concurso siguió realizándose desde ese momento hasta los 90, cuando, por motivos que no están demasiado claros, se suspendió la convocatoria del premio. Algunas versiones sostienen que la razón fue en realidad una combinatoria de factores: la quiebra de la Fundación Banco Patricios –última sede del premio–, sumada a las decisiones tomadas por la gestión cultural de turno dentro de la Embajada de Francia. Es que la Embajada siempre trabajó con una institución como partenaire para organizarlo, y que al cerrar el Banco Patricios, esto se habría terminado.
¿Pero por qué el Braque es tan importante? El premio otorga al artista joven que lo gane una especie de beca de varios meses en París. Y, se sabe, estas oportunidades a nivel local escasearon siempre. Participar en él puede ser decisivo para la carrera de un artista porque, aun cuando no obtenga el Premio, el hecho de haber sido seleccionado significa una enorme visibilidad y el posicionamiento de la obra –y del mismo artista– como “experimental”, o al menos como perteneciente a las tendencias más innovadoras. Ese mismo espíritu que tuvo siempre el premio, desde sus inicios allá por los años 60, cuando se exponía la selección de obras en una de sus primeras sedes, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) –que se alternaba con el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA)– es el mismo que se mantiene vigente hoy en día, en esta nueva etapa.
JULIAN D'ANGIOLILLO. “Antrópolis, un parásito en Tecnópolis (Memorabilia).”
JULIAN D'ANGIOLILLO. “Antrópolis, un parásito en Tecnópolis (Memorabilia).”
Pero hay un dato más por el cual el Braque fue importante y sintomático a nivel histórico: en su edición de 1968, varios de los artistas más importantes de lo que hoy en día se conoce como la “vanguardia” de la época, se rebelaron contra el premio. Corrían tiempos de cambio. Era la época del Mayo Francés y de Tucumán Arde y los artistas realizaban todo el tiempo este tipo de acciones y manifestaciones políticas activas. En ese momento se quejaron de una de las cláusulas del Premio, por medio de la cual se especificaba que los bocetos de las obras que se presentaran a concurso debían señalar la posible existencia de fotos, leyendas o escritos que integraran la obra. Otra nota advertía, también, que el museo –en este caso, el Nacional de Bellas Artes– se reservaba el derecho a cambiar las obras como lo juzgara necesario. Los artistas interpretaron esto como un acto de censura y se negaron a participar. Alguien tiró una bomba. La policía trasladó a varios artistas a la seccional. Hubo movida: la primera en reaccionar fue Margarita Paksa. La siguieron Roberto Plate, Pablo Suárez, Roberto Jacoby y el Grupo de Artistas de Vanguardia de Rosario, entre otros. Ese año el Premio lo recibió el pintor Rogelio Polesello, cuya obra recibió huevazos y bombas de mal olor.
Ahora, cuarenta y pico de años después, la coyuntura es distinta. Los artistas no tiran bombas ni se oponen –por lo general– a los premios. En la edición actual exhibida en el museo de la Untref, los artistas fueron invitados a participar. Es decir, no fue un llamado abierto. Esto despertó miradas a favor y también en contra: durante los años 90 cualquier artista podía presentarse al Braque y tener la posibilidad de mostrar su trabajo dentro del contexto del Premio; no existía la mecánica de la invitación previa.
Este año el premio –elegido por un jurado integrado por el artista Juan Carlos Romero; Aldo Herlaut, por la Embajada de Francia, y Aníbal Jozami, rector de la Untref–, fue otorgado a Leonardo Damonte (1978) por su instalación sin título, con cierto carácter de monumento efímero realizado con carretillas, sogas industriales, recortes de maderas, diversas luces blancas (tubos fluorescentes y neones) y otros elementos claramente tomados del universo del trabajo. Todos estos materiales son utilizados por Damonte de manera provocativa, estableciendo un diálogo original, en el que están desprovistos de su identidad primera. La disposición de cada uno de los elementos en el espacio, así como su despliegue conjunto, ubican al trabajo dentro del grupo de todos los seleccionados como uno de los más llamativos, intrigantes y dueño de un tipo de confección cuidada, exacta, limpia, pulcra. El trabajo brilla: tiene luz colocada al lado de madera bruta, barata. Neón pegado a una carretilla.

MARIANA TELLERIA. “Morir no es posible”, instalación.
MARIANA TELLERIA. “Morir no es posible”, instalación.
Hubo, además del Primer Premio, seis menciones. La Mención Especial del Jurado la obtuvo la obra “Doméstico desierto” de Viviana Blanco (1975). Hecho de carbonilla, papel roto y arcilla sin cocer –por lo tanto seca, blanca y quebrada– la instalación remite a lo escondido que se asoma, a la posibilidad de entrever por el agujero, el muro, la tierra y el pelo –las líneas– dibujadas a puro trazo sensible. “Destilé lo que no podía traer al presente”, explica Blanco. “Viajé por mis fluidos. La mutación aconteció”.
Las otras menciones fueron para Leonello Zambón con “Canción dormida. Tríptico para el tesorero de la noche” –una de sus típicas instalaciones realizadas con materiales desprolijos, vivos gracias a la incorporación de aparatos low-tech encendidos–; Paula Landoni y sus exquisitos libros troquelados y textos-collages de “Corte y confesión. Nota detrás de una arqueología”; Santiago Porter, con las grandes fotos de árboles desolados de “Sin título (Bosque)”; Verónica Gómez y sus pinturas colocadas cual una puesta en escena sin actores, llenas de nostalgia y feminidad –“Flores para Natacha Guthmann”–; Mauro Koliva, con sus dibujos microscópicos de birome sobre papel impresos en gran formato, en digital –“Nube elefante”– y Marisa Rubio con una interesante video-performance en la que el personaje (Clara S.) se infiltra en clases de teatro, por ejemplo. Hasta ahí, lo que el jurado decidió subrayar.
Ocurre en todos los concursos, casi sin excepción: es difícil coincidir completamente con las elecciones del jurado. Sin duda, habrá quienes lamenten que no se haya incluido entre los trabajos distinguidos, por ejemplo, a la deslumbrante “Antrópolis, un parásito en Tecnópolis (Memorabilia)”, de Julián D’Angiolillo, una obra compleja que en la exhibición de Muntref toma la forma de una instalación, pero que durante su realización fundante –varios días de 2011–, se realizó como un combo de feria, performance e intervención en las afueras de la feria de tecnología y ciencia, creado con los materiales que se iban desechando desde Tecnópolis. Con un claro “código-conurbano”, la obra pone el dedo en la llaga de varias situaciones contemporáneas. El video que la integra: hipnotizador e impecable.
Los “Retratos” de Valentina Liernur –tienen tanto óleo encima que estimulan hasta a nivel olfativo– y la instalación “Abstractos de verga roja”, de Mauro Guzmán, son otras de las obras que sobresalen dentro de la selección. Sin dudas, visitar la muestra es echar un vistazo a una parte rica de la producción contemporánea joven y local, un área del mundo que explota en el Muntref: ésa que los artistas deciden señalar.

FICHA
Premio Braque

Lugar: MUNTREF, Valentin Gomez 4838, Caseros, Provincia de Buenos Aires.
Fecha: hasta el 28 de abril.
Horario: todos los días, 11 a 20.
Entrada: gratis.

Fuente: Revista Ñ[ Clarín

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