Como
en una partitura, la nueva exposición colectiva de una de las galerías
más sofisticadas de la ciudad, en términos de criterio conceptual y
seleccionado de artistas, opone al ruido y la saturación visual un
conjunto delicado y armónico de trabajos.Blanco de silencio comparte
obras de diez artistas representados por la galería que ejecutan
variaciones sobre el blanco: abstractas, poéticas, inspiradas en la
naturaleza, o bien piezas de laboratorios ópticos intransigentes y
refinados como los de Macaparana, Fidel Sclavo y Marcolina Dipierro,
todas ellas recuperan un legado de las vanguardias artísticas del siglo
XX -el blanco- y lo hacen progresar por medio de diferentes materiales y
perspectivas.
Dipierro, una de las artistas jóvenes de la casa,
presenta grillas escultóricas, más un conjunto de origamis desplegados
que conservan las huellas del doblado y, apilados, erigen un tótem de
papel blanco. La única obra de Juan Lecuona basta para hacer visibles
las razones que lo han convertido en un artista secreto y a la vez
universal: la bruma blanca de su pintura restituye protagonismo a los
fondos y a las atmósferas inestables del cuadro. El díptico Escena de la que surgimos
, de Carlos Arnaiz, con sus referencias a un mundo de semillas, piedras
y plantas, reconstruye mediante grafismos y texturas de blancos impuros
un escenario preternatural. Laura Lío, artista argentina residente en
Madrid, aporta imágenes de dos hojas de árboles trabajadas en papel
calado envuelto entre dos capas de tul. Una pieza escultórica a gran
escala y un óleo en el que opera la distancia de una niebla se articulan
de manera técnica y poética. Primeras imágenes de una virtuosa que en
2013 volverá a exponer.
Óleos y maquetas de César Paternosto evocan el trabajo
iniciado hace cien años por los suprematistas rusos, cuando el blanco
era considerado plataforma de la sensibilidad plástica. El artista de La
Plata traduce ese programa estético en clave musical y afablemente
irónica, y sus óleos, como pentagramas sin notaciones, recubren el
silencio. Una solitaria obra de Kirin, con sus líneas que forman bucles o
estancias abiertas, contagia vigor y elegancia.
Una revelación de la muestra es la artista checa Kveta
Pacovská, pintora, escultora e ilustradora nacida en 1928, que en 1992
obtuvo el premio Hans Christian Andersen. En los trabajos exhibidos
conviven rastros de la sensibilidad de sus obras para niños con una
libertad aplicada a la pintura tan imaginativa como emocionante. De
Eduardo Stupía, uno de sus raros paisajes pálidos, en los que las
manchas blancas infunden energía al conjunto, y tres assemblages organizados como laberintos o puzles tridimensionales.
Las enigmáticas escrituras de Fidel Sclavo, caladas en
cartón, y sus cuadros de ambigüedad figurativa parecen inscribir su
genealogía en escritores como Felisberto Hernández, Mario Levrero o
Marisa Di Giorgio, más que en artistas visuales. Por último, el solista
del conjunto en un espacio exclusivo: Macaparana. Diagramas blancos
retocados de dorado y plata, notaciones algebraicas informadas por la
música, últimas manifestaciones de la poesía concreta brasileña, míticas
maquetas de su serie de las ciudades, las creaciones de este artista
excepcional nacido en 1952 acompasan el refinamiento formal con la
sencillez de materiales: apenas cartón y un sacabocados.
Blanco de silencio en Jorge Mara-La Ruche (Paraná 1133), hasta el 31 de mayo.
Fuente: ADN Cultura La Nación
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