Dos restauradores dimitieron. Afirman que el relleno de algunos blancos del cuadro “no es ético”.
ANTES. EL CUADRO, CON EL ASPECTO QUE PRESENTABA ANTES DE LA LIMPIEZA.
DESPUÉS. SE QUITARON MANCHAS Y LLENARON BLANCOS DEL CIELO (DETALLE).
Por Guido Carelli Lynch
Muy pocos de los más de 8 millones de visitantes que pasan todos los años por el Museo del Louvre se detienen frente a La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana, uno de los cuatro cuadros de Leonardo Da Vinci que alberga este
antiguo palacio real francés. Prefieren sortear codazos histéricos y
hacer fila para ver de cerca a la Mona Lisa, que sonríe como Santa Ana, pero detrás de un vidrio blindado y climatizado.
La
polémica restauración de este “ignorado” y también famosísimo óleo que
Da Vinci pintó hacia 1503 funciona como una amarga campaña publicitaria
de la obra en la que Sigmund Freud creyó encontrar un testimonio de la
homosexualidad del genio renacentista. La renuncia de dos destacados
miembros del comité científico que sigue la delicada restauración dio la
vuelta al mundo y amenaza la reputación del museo parisino. El ex
superintendente del departamento de Pinturas del Louvre Jean–Pierre
Cuzin y la antigua directora del Instituto Francés de Restauración de
Obras de Arte Segolene Bergeon Langle dieron un portazo, en desacuerdo
con la restauración “agresiva” a la que el cuadro fue sometido. La
polémica se insinuó en octubre pasado, en el Journal des Arts, una
revista especializada, pero estalló tras las declaraciones de los
antiguos investigadores. “Desde el principio tomé la posición de que me
iría si se cruzaban ciertas líneas rojas”, declaró a The New York Times
Bergeon Langle.
La gota que rebasó el vaso y motivó la renuncia de
los dos especialistas fue la decisión del equipo de restauración de
llenar algunos blancos de la obra. “Hay un componente ético. A pesar del
gran progreso, debemos ser modestos. Llegarán materiales mejores y más
fáciles de controlar. Debemos dejar algo de trabajo a las futuras
generaciones”, agregó Bergeon Langle. Cuzin, en cambio, optó por el
silencio.
“Podemos confirmar que ambos renunciaron aduciendo que faltaba diversidad en los debates del comité”, señaló en declaraciones a Clarín
y vía mail, el director del Departamento de pinturas del Louvre,
Vincent Pomarède. El también Conservador en Jefe del museo compara esta
restauración con el fallido intento de optimizar la pintura en 1993,
cuando el museo dio marcha atrás ante el temor de dañar para siempre la
obra de 168 centímetros de alto por 130 de ancho. “El contexto es
diferente. Ahora tenemos instrumentos científicos que no existían
entonces, más eficientes y precisos, que permiten trabajar con serenidad
en la pintura”, insiste antes de explicar que un barniz protege la
pintura original de las nuevas. Para Pomarède la limpieza era
absolutamente necesaria para la conservación de la pintura y por razones
estéticas, ya que la última restauración fue en la década de 1950.
“Hicimos los exámenes científicos más modernos de la actualidad, rayos
UV, infrarrojos, rayos X, y utilizamos una nueva técnica de medición del
espesor de barniz. Nuestra prioridad era disminuir los barnices y
eliminar los excesos de pintura, como las manchas azules del cielo,
además de estabilizar la tabla de madera que funciona como soporte de la
obra”, insiste.
Pomarède es parco para referirse a las razones
que motivaron la renuncia de los dos especialistas y también cuando se
le pregunta por los descubrimientos que “arrojó” la recuperación del
cuadro. “Nos ha dado algunas lecciones y una de las más importantes es
que Leonardo utilizaba materiales muy clásicos para las técnicas de su
tiempo, pero con una perfección muy excepcional. Cada uno de sus cuadros
es único”, explica sin dar mayores precisiones.
Ninguna otra restauración había generado tanto nerviosismo en el museo más visitado del planeta como la de La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana.
Quizás un futuro retoque de la Mona Lisa
pueda ser más polémico. “Por ahora, tenemos otras prioridades”, se
desentiende Pomarède. Cuando el renunciante Cuzin ocupaba su puesto en
1998 fue más tajante: “Cambiar el aspecto de la Mona Lisa es atentar contra la historia del arte”, sentenció. Tarde o temprano le tocará y alguien más renunciará.
Fuente: clarín.com
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