Secreta Buenos Aires.
Hasta 1960, todo pasaba en el Chantecler.
Baile, shows y grandes personajes: desde el "príncipe cubano" hasta la madame Jeanette.
Baile, shows y grandes personajes: desde el "príncipe cubano" hasta la madame Jeanette.
Paraná al 440. A metros de avenida Corrientes, la avenida que entre las décadas del 20 y el 50 efectivamente no dormía. El Chantecler fue inaugurado en 1924 y demolido en 1960.
Eduardo Parise
Su historia forma
parte del tiempo aquel en que Corrientes era “la calle que nunca
duerme”. Y aunque no estaba sobre esa avenida, el lugar era parte de ese
circuito –desde la avenida Callao hasta Leandro N. Alem– donde
transcurría toda la movida de la noche porteña entre las décadas de 1920
y el final de la de 1950. Traducido al castellano, el nombre del sitio
(“Canta Claro”) no suena muy atractivo. Pero en francés, y en aquel
Buenos Aires, decir Chantecler era sinónimo de tango, lujos y placeres
para artistas, políticos, turistas y dandys. Es decir: la first class de
una sociedad muy distinta de la actual.
Lo inauguraron en
diciembre de 1924 en Paraná 440, a unos metros de Corrientes, con la
actuación del sexteto de Julio De Caro. Su dueño era Charles Seguin, un
francés que, además de ese espacio, tenía los teatros Casino y Tabaris,
entre otros negocios. Para instalarlo, el hombre no había mezquinado
presupuesto: tres pistas de baile, un gran escenario, palcos con
cortinados de pana roja como en los teatros, teléfono privado para hacer
los pedidos a la barra y, en el fondo del local, hasta una exótica
pileta de natación climatizada donde jóvenes y esbeltas muchachas
realizaban juegos acuáticos. Todo se complementaba con espectáculos de
varieté y shows con artistas que solían llegar desde los famosos y
cercanos teatros Maipo y El Nacional.
En la entrada del edificio
existía una dársena para que los autos pudieran dejar a los concurrentes
directamente sobre la puerta. Solía recibirlos un muchacho de raza
negra que después se iba a convertir en el presentador de las orquestas
que actuaban allí. Se llamaba Angel Sánchez Carreño. Algunos decían que
había llegado desde Cuba, pero los historiadores descubrieron que había
nacido en el Gran Buenos Aires en marzo de 1880. También cantante de
boleros, Sánchez Carreño fue más conocido por su seudónimo: “El príncipe
cubano”. Y a él se le atribuye haber bautizado al violinista y director
Juan D’Arienzo (luego emblema bailable del Chantecler) como “El rey del
compás”.
Por supuesto que la bebida símbolo del lugar era el
champán. Y aunque allí actuaron grandes maestros como Carlos Di Sarli,
Joaquín Do Reyes, Héctor Varela, Atilio Stampone, Leopoldo Federico y
Eduardo Del Piano, su máxima estrella siempre fue una madame. Giovanna
Ritana (Jeannette) era la bella y joven mujer de Amadeo Garesio, un
hombre nacido en Córcega, pero que había llegado a Buenos Aires con una
compañía de trapecistas. Dicen que Garesio y Ritana regenteaban varios
prostíbulos porteños. Y que, a la muerte de Charles Seguin, quien no
tenía descendencia, habían heredado el Chantecler. Cuentan que madame
Ritana solía florearse por los salones acompañada del brillo de sus
alhajas y luciendo en la mano una copa de burbujeante champán.
El
cabaret Chantecler fue demolido en 1960 y con él se fue toda una época
en la que la velada solía terminar a las 10 de la mañana, con la gente
comiendo puchero después de una gran partida de pase inglés, en la que,
entre pedido y pedido, se anotaban hasta los mozos. También quedó en el
olvido la imagen de Ritana y muchas otras chicas que vivieron en ese
carrusel con alegrías de ficción. Pero lo que sí se recuerda es aquel
affaire que en diciembre de 1915 tuvo como protagonista a Carlos Gardel,
justo el día en que cumplía 25 años. Fue una emboscada a la salida del
Palais de Glace de Recoleta y, en medio de una supuesta discusión. Esa
noche, Gardel recibió un balazo en un pulmón y se salvó de milagro. El
ataque había sido un encargo de Amadeo Garesio porque se había enterado
que el cantante solía tener encuentros clandestinos con Ritana, su
mujer, quien entonces manejaba uno de sus prostíbulos, en la calle
Viamonte. El episodio iba a quedar zanjado y archivado después de una
intervención de Alberto Barceló, el caudillo político de Avellaneda, y
su ladero Juan Nicolás Ruggiero, amigo de Gardel y de Garesio. Pero esa
es otra historia.
Fuente: clarin.com
Fuente: clarin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario