UNA VISITA GUIADA POR LAS ÚLTIMAS TENDENCIAS DEL ARTE

El Malba abre hoy una muestra de "obras vivientes", la primera curada por el nuevo director del museo, Agustín Pérez Rubio
Puerta giratoria, de Allora & Calzadilla: bailarines en fila  Foto: Aníbal Greco
Puerta giratoria, de Allora & Calzadilla: bailarines en fila. Foto: Aníbal Greco

Por Celina Chatruc / LA NACIÓN 


La madre, el padre y el hijo se sentaron sobre una tarima, junto a un pequeño letrero que decía: "Luis Ricardo Rodríguez, matricero de profesión, percibe el doble de lo que gana en su oficio por permanecer en exhibición con su mujer y su hijo durante la muestra". Los tres debían quedarse en esa sala del Instituto Di Tella para dar vida a La familia obrera, ideada por Oscar Bony. Era 1968 y la instalación, considerada subversiva por el régimen de facto de Juan Carlos Onganía, fue clausurada por la policía.
Esa misma familia es testigo ahora de una de las obras que integran la muestra Experiencia Infinita, centrada también en la relación entre el trabajo y el tiempo. Se inaugurará hoy, a las 19, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), junto con otras dos: Intenciones Secretas, de Annemarie Heinrich (fotografías), y VI Sesión en el Parlamento, de Osías Yanov (performance, que se repetirá todos los jueves, a las 19).
Experiencia Infinita es la primera exposición curada para el Malba por su director artístico, el español Agustín Pérez Rubio, quien asumió ese lugar el año pasado. Aquí, procuró evitar los lugares comunes al detenerse en los nuevos modos de producción de obras que están alterando, según él, las formas de percepción, exhibición, circulación y colección del arte. "No es una muestra de performance, sino de situaciones y experiencias", aclaró ayer Pérez Rubio, al presentar las instalaciones en vivo creadas en el siglo XXI por ocho artistas o parejas de artistas de prestigio internacional: Allora & Calzadilla, Diego Bianchi, Elmgreen & Dragset, Dora García, Pierre Huyghe, Roman Ondák, Tino Sehgal y Judi Werthein. El número ocho, explicó el curador, es intencional: alude al símbolo de lo infinito. Incluso la tipografía usada para difundir la exposición tiene un espíritu universal, al estar compuesta por varios alfabetos.
Esta ambiciosa propuesta, en la cual resulta clave la participación del público, parece cumplir la fantasía de Pérez Rubio de que exista "un museo viviente, donde las piezas actúen, hablen y se muevan".
Entre otros acontecimientos, de Elmgreen & Dragset: puro blanco  Foto: Aníbal Greco
Entre otros acontecimientos, de Elmgreen & Dragset: puro blanco  Foto: Aníbal Greco

Elmgreen & Dragset

Entre otros acontecimientos (2000)
En 1997, Michael Elmgreen (Copenhague, 1961) e Ingar Dragset (Trondheim, 1968) pintaron de blanco una sala expositiva una y otra vez, desde el mediodía hasta la medianoche. Su intención era transformar en ese "cubo blanco" -tema recurrente en su trabajo- la relación de poderes, al señalar un tipo de trabajo que habitualmente permanece invisible. En 2000, los artistas recrearon la experiencia en una galería de Leipzig, con dos pintores de casas desempleados. En esta versión en el Malba, los pintores pintan las paredes ya blancas de una sala del museo con nuevas capas blancas. Así, el proceso de la sutil transformación del espacio se convierte en la obra de arte.

Dora García

Narrativa instantánea (2006) y ESP (2015)
La artista española (Valladolid, 1965) presenta dos obras: una que enfrenta al público con comentarios proyectados en una pantalla, escritos por un observador anónimo sobre la base de lo que éste ve y oye en la sala. Por otra parte, ESP es un proyecto realizado en colaboración con el Instituto de Psicología Paranormal que involucra a personas que cuentan con percepción extrasensorial; sus percepciones dentro del museo quedan registradas en cuadernos exhibidos en la sala. Mañana, a las 11, con entrada gratis, García tendrá un encuentro con el público titulado Sexto sentido, en el que se podrá profundizar en el tema de las experiencias paranormales.

Roman Ondák

Mecanismo de relojería (2014)
El registro del tiempo es el tema central de esta obra del artista eslovaco (Zilina, 1966). Al entrar a la sala, el visitante se encuentra con una persona que le pregunta: "¿Qué hora es?". Cuando le responde, el performer repregunta: "¿Y cómo te llamás?". Luego escribe en la pared la hora y el nombre. Debajo anotará los datos de los próximos visitantes y continuará en el sentido de las agujas del reloj hasta cubrir toda la sala.
Suspensión de la incredulidad, de Diego Bianchi: sólo para mayores  Foto: Aníbal Greco
Suspensión de la incredulidad, de Diego Bianchi: sólo para mayores  Foto: Aníbal Greco

Diego Bianchi

Suspensión de la incredulidad (2014)
Muy al estilo Bianchi (Buenos Aires, 1969), esta instalación es la más provocadora de la muestra. No apta para menores, ya que un hombre sostiene hasta con sus partes íntimas un entramado de hilos que lo unen a los objetos que lo rodean. Sus movimientos inciden sobre el espacio que lo rodea, una especie de sistema planetario sensible a cada respiración.

Pierre Huyghe

Jugador (2010)
El artista francés (París, 1962) pone en evidencia el rol del público y de cómo habitar el espacio de exhibición mediante una figura, mitad hombre y mitad máquina, que deambula por el museo y se comporta como los visitantes: recorre las salas, va a la tienda, al baño, se sienta, observa. El personaje emerge de su video The Host and the Cloud (2009-2010), referido a un ritual que separa a un individuo de su entorno.
Jugador, de Pierre Huyghe: mitad hombre, mitad máquina  Foto: Aníbal Greco
Jugador, de Pierre Huyghe: mitad hombre, mitad máquina  Foto: Aníbal Greco

Allora & Calzadilla

Puerta giratoria (2011)
Jennifer Allora (Filadelfia, 1974) y Guillermo Calzadilla (La Habana, 1971) apelaron a movimientos tomados de protestas políticas, marchas militares y formaciones escénicas de varios países, entre ellos, la Argentina, para crear una "puerta humana" que es necesario atravesar para poder salir de la muestra. Alineados de pared a pared, varios bailarines forman una fila que rota en un movimiento circular que obliga a los visitantes a abandonar la sala.

Judi Werthein

Obras contadas (2006-15)
Realizada especialmente para esta exposición por la artista argentina (Buenos Aires, 1967), esta representación permite acceder a una "colección de narraciones de obras de arte" que se inició en 2006 y que terminará en un libro. Está conformada por relatos realizados por curadores, artistas y teóricos sobre obras que nunca vieron. En el Malba, algunos de esos relatos son narrados por actores en forma oral. El proyecto no cuestiona el trabajo del artista, sino la forma en que muchas veces accedemos a él.

Tino Sehgal

Esto es propaganda (2002)
Coherente con su exploración sobre la posibilidad de hacer arte sin producir objetos ni huellas materiales, el artista británico (Londres, 1976) trabaja con la voz y el movimiento para crear encuentros. Está prohibido tomar fotos de la situación a la que el público accede en el primer piso, donde se exhibe la colección permanente del Malba. Junto a un registro fotográfico de La familia obrera, el visitante deberá prestar atención a lo que dice la cuidadora de sala, quien invita a reflexionar sobre la relación entre el arte y el poder institucional..


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El crítico

Algunas notas sobre el público en el arte contemporáneo


Por Lola Arias / Para LA NACIÓN

Me gusta mirar al público: en los museos, en los teatros, en los conciertos, en los cines; siempre hay un momento en que dejo de ver la obra para mirar a los espectadores. Experiencia Infinita, la muestra de arte vivo que inauguró hace unos días en el Malba, era una oportunidad perfecta para saciar mi sed. Viejos, jóvenes, niños, bebes en cochecitos se paseaban entre los performers un poco desconcertados, sin saber bien cuáles eran exactamente las obras ni cómo comportarse frente a ellas.
En la sala de Elmgreen & Dragset, dos pintores de brocha gorda pintaban la sala una y otra vez, blanco sobre blanco. La mayoría de los visitantes seguían de largo pensando que la sala estaba en refacción; excepto una chica que decidió tomar prestado el pincel y ponerse a dibujar en el piso unos signos de pregunta. Los pintores, lejos de frenar su osadía, empezaron a filmarla. La situación era rara: estábamos viendo algo que no debíamos ver: performers y público se habían salido del pacto de la obra.
No muy lejos de allí, en la obra de Dora García, un texto en una pantalla iba describiendo a cada uno de los que estaba en la sala: "un bebe balbucea", "una mujer saluda a otra mujer", "un hombre tiene un bolso con la palabra DJ". Al verse descriptos, los espectadores miraban incómodos a su alrededor hasta descubrir a la persona que estaba escribiendo sobre ellos. Algunos le sonreían y luego seguían su curso. Otros comenzaban a sacarle fotos a la pantalla como diciendo: el arte hablaba de mí.
La obra de Diego Bianchi, una de las más geniales de la muestra, era un hombre de cuya boca, pene y demás partes del cuerpo emergían ganchos con cuerdas que los unían a todo tipo de artefactos: anteojos, ramas, pedazos de autos. Como una marioneta invertida, que en vez de ser movida, hacía que el mundo se moviera. La pequeñez del espacio y el sadismo de la escena hacía que el público no supiera bien dónde ponerse ni qué mirar. Agachados, retorcidos, en cuclillas, los espectadores eran cómplices involuntarios de un extraño ritual.
Mientras intentaba salir a través de la obra de Allora & Calzadilla (unas puertas giratorias hechas con bailarines en movimiento), pensé en ese contrato implícito que suponían estas situaciones construidas. Definitivamente, una serie de reglas invisibles regían el comportamiento de los performers y el público. A veces las reglas eran claras, pero algunos espectadores se sentían tentados a romperlas; otras veces, los mismos performers parecían olvidarlas. Todas las obras se apoyaban en algo muy frágil: algo que podía quebrarse en cualquier momento. Y esa fragilidad era la fuerza que hacía de la experiencia algo único.
Compartí un viaje en el ascensor con dos bailarines que acababan de terminar su turno. Mientras los escuchaba hablar sobre la pausa del almuerzo, pensé en qué rápido las obras de arte habían sido reemplazadas por los nuevos obreros del arte contemporáneo: los performers. Y qué rápido los performers se desvanecen para que sólo veamos al público.

La autora es escritora, dramaturga y directora de teatro.


Fuente: lanacion.com

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