Pierre Le Guennec tenía en su garaje los dibujos que, dice él, el pintor
malagueño le habría regalado cuando hizo unos trabajos en su casa; el
clan del artista lo demandó y este mes se conocerá la sentencia
Le Guennec, acusado de ocultamiento de obras robadas por un tesoro valuado en 70 millones de euros. Foto: AFP |
Por Nathalie Kantt
/ Para LA NACIÓN
PARIS.-Claude Ruiz Picasso, hijo del artista malagueño, fue contactado por primera vez a principios de 2010 por un tal Pierre Le Guennec. Claude está a cargo de la Picasso Administration, la sociedad que controla los derechos de las obras de su padre, y Le Guennec necesitaba autenticar algunos dibujos, paso previo e indispensable para luego ponerlos en venta.
PARIS.-Claude Ruiz Picasso, hijo del artista malagueño, fue contactado por primera vez a principios de 2010 por un tal Pierre Le Guennec. Claude está a cargo de la Picasso Administration, la sociedad que controla los derechos de las obras de su padre, y Le Guennec necesitaba autenticar algunos dibujos, paso previo e indispensable para luego ponerlos en venta.
Le Guennec aseguraba haber recibido las obras como regalo
de parte de Pablo Picasso y Jacqueline, su última mujer, para quienes
trabajó como electricista a principios de los años 70. Cuando después de
varios intercambios, finalmente la pareja desembarcó en París, el
asombro fue absoluto: la valija con rueditas de los septuagenarios
contenía 271 dibujos, litografías y collages "olvidados" durante 40 años
en el garaje como si fueran viejos papeles sin demasiada importancia.
El valor estimado de esa colección es de 70 millones de euros.
Para
la Picasso Administration, nunca hubo dudas de que ese tesoro era
legítimo, pero lo que llamó la atención fue la cantidad de obras
aparecidas en manos de una misma persona, además de que ninguna figuraba
en el inventario de la sucesión que reúne unas 70.000 piezas y 200.000
archivos. En septiembre de ese año, los herederos demandaron a la pareja
por ocultamiento de obras robadas, delito penal que a diferencia del
robo no prescribe, y un mes más tarde la Oficina Central de Lucha contra
el Tráfico de Bienes Culturales (OCBC) secuestró las obras en el
domicilio de los Le Guennec, en Grasse -conocida como la región de la
perfumería- cerca de Cannes.
El juicio tuvo finalmente lugar a
mediados del mes pasado. En una sala de audiencias particularmente llena
para esa localidad del sur de Francia, el electricista y su mujer se
enfrentaron al clan Picasso: Claude, que administra el patrimonio desde
1989, su hermana Paloma y su media hermana Maya (los tres nacidos fuera
del matrimonio, pero reconocidos al momento de la herencia luego de un
proceso), Catherine Hutin-Blay (hija de Jacqueline Roque, la última
mujer de Picasso), y los nietos Marina y Bernard Ruiz-Picasso,
descendientes de Paulo, primer hijo del artista y fallecido en 1975.
Le
Guennec empezó a trabajar para Picasso en 1970. Primero por un problema
de horno, luego como electricista de varias de las propiedades del
artista. Instaló, por ejemplo, un sistema complejo de seguridad con
alarmas en la villa de Notre-Dame-De-Vie, cerca de Mougins. Picasso
quería proteger esta casa de 35 ambientes (donde vivió hasta su muerte,
en 1973) que se había convertido en una especie de museo, como había
sucedido con su anterior residencia, La Californie, en Cannes. En esa
época, ya era una estrella mundial. Vivía con Jacqueline, se encerraba y
rechazaba las visitas, pero no paraba de pintar. La mujer y los grandes
maestros seguían siendo el epicentro de sus creaciones.
Según el
testimonio de Le Guennec, Jacqueline (fallecida en 1986) le habría
entregado "un montón de viejos papeles" una noche de 1971 o 1972, "en un
pasillo" y sin demasiada explicación, con el aval de Picasso. Explicó
que ni él ni su mujer son gente del arte, que lo que recibieron eran
simples "borradores, papeles rasgados y arrugados", sin otro valor más
que el afectivo. Mareado por sus propias contradicciones durante el
juicio, aseguró que después de 40 años decidió sacar esos papeles del
garaje porque estaba enfermo y, ante una operación, tuvo "miedo" de que
sus hijos tuvieran problemas al intentar legitimar o justificar el
origen de esos dibujos. Los herederos de Picasso no creen una sola
palabra. Están convencidos de que es imposible que el artista o
Jacqueline hubieran donado esa gran cantidad de obras sin dedicar y sin
firmar.
Picasso y su mujer vivían en esta casa de 35 ambientes, donde el electricista puso un sistema de alarmas Foto: AFP |
Un inventario inédito
Durante el
juicio, hubo dos momentos de un silencio abrumador, cuenta Le Monde. El
primero, cuando en la sala se proyectó, a través de fotografías y
durante 40 minutos, la integralidad de las obras en posesión del
matrimonio Le Guennec en estos 40 años. El público descubrió un
inventario inédito de 271 dibujos de Picasso de entre 1905 y 1932:
retratos de Olga, su primer mujer; escenas de playa, desnudos, estudios
de manos y de pies, arlequines, paisajes, caballos, collages cubistas,
óleos, carnets y litografías. El segundo fue durante la audición de la
ex directora del museo Picasso de París, la conservadora Anne
Baldassari, considerada una de las personas que más conoce sobre la vida
y obra del artista malagueño en el mundo. "Su enfoque científico y
sensible de las obras le dio de repente vida a lo que Pierre Le Guennec
presentó como un montón de papeles viejos. El testimonio de Baldassari
llegó para alumbrar la postura de Picasso sobre este tema", escribe el
diario. La especialista precisó, por ejemplo, que Picasso rechazó
divorciarse de Olga (se casaron en 1921 y lo estuvieron hasta la muerte
de ella, en 1955, aunque vivieron separados los últimos 20 años) cuando
se enteró de que, estando unidos bajo el régimen de la comunidad, el 50%
de sus obras desaparecía. El artista se preocupaba por conservar sus
creaciones y también regalaba algunas, pero esas donaciones siempre
coincidían con la cronología de la relación y nunca incluían las obras
más importantes. Las presentadas por el electricista, reconvertido luego
en taxista y hoy jubilado, se extienden sobre tres décadas sin lógica
de destino ni sentido. "El Picasso que yo conozco no se separaría de
estas obras, sería como arrancarse la piel. Constituyen el laboratorio
de su creación y su pensamiento. Picasso era extremadamente generoso y
podría sorprendernos, pero todo converge hacia una improbabilidad",
concluyó la especialista.
Para la defensa del clan del artista, la
idea de "un pequeño electricista versus los Picasso" es un mito. Detrás
del jubilado, se escondería todo un sistema organizado en connivencia
con especialistas y marchands de arte sin escrúpulos, como la
galería suiza Jan Krugier, con el fin de vender y así blanquear estas
obras en el mercado internacional, en una clara maniobra de tráfico
ilegal. Así, Le Guennec sería una especie de "mula" que esperó todos
estos años con la creencia de que el delito prescribiría. Prueba de
ello, la carencia de conocimientos artísticos del jubilado durante el
juicio, en contradicción con las precisiones técnicas y las
descripciones perfectas en el inventario al momento de presentarlo para
su autentificación, en 2010.
Como dato adicional, el electricista
olvidó aclarar a los investigadores que es primo y heredero de la viuda
de Maurice Bresnu, el chofer de Picasso. La pareja Bresnu, ambos
fallecidos, poseedora de una gran colección de dibujos, acuarelas,
pasteles, cerámicas y objetos personales del artista, logró vender
varias piezas en el mercado internacional pese a su dudosa procedencia.
Después
de tres días de un juicio picassiano y surrealista, como calificó el
abogado de los herederos, los jubilados se enfrentan a cinco años de
prisión y el pago de 375.000 euros. La sentencia del tribunal se espera
para el 20 de marzo.
Fuente: lanacion.com
Fuente: lanacion.com
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