Cinco esculturas del fastuoso Pabellón Argentino de París pueden verse en la Ciudad.
Uno de los dos grupos escultóricos dedicados a esa actividad que coronaban el perdido pabellón, en San Isidro y Paroissien. / MAXI FAILLA
Por Eduardo Parise
Fue el símbolo de una Argentina rica y
ostentosa, pero con demasiados pobres. Y supo lucirse junto a la Torre
Eiffel en la Exposición Universal de París, cuando se celebraba el
primer centenario de la Revolución Francesa. Aquel Pabellón Argentino
que ocupó 1.600 metros cuadrados de terreno tuvo un final poco feliz:
fue traído al país, durante un tiempo estuvo en la Plaza San Martín,
pero terminó desguazado y hundido en la historia. En la última semana se
supo que algunas partes de aquella estructura monumental, que habían
integrado una herrería en Mataderos, están en un campo en Berazategui y a
la venta. No es lo único que quedó: otras piezas escultóricas del
Pabellón, aunque poco valoradas, aún sobreviven en la Ciudad.
Entre
los tantos elementos lujosos que tenía, el Pabellón Argentino
(realizado en 1889 bajo un proyecto del arquitecto francés Albert Ballú)
presentaba en cada esquina grupos escultóricos hechos en bronce. Eran
obra del reconocido escultor francés Louis-Ernest Barrias (1841-1905) y
habían sido realizados en el taller de los hermanos Thiébaut, una
tradicional fundición parisina que fue famosa en el siglo XIX y el
primer cuarto del XX. Desde 1851, aquella empresa se dedicaba a la
fundición de objetos de arte bajo la dirección de Victor Thiébaut, nieto
del creador de esa dinastía de artesanos. La fundición existió hasta
1926.
Justamente, en ese lugar se hicieron esos cuatro grupos
escultóricos que todavía enaltecen el patrimonio artístico de Buenos
Aires, aunque muchos lo ignoren. Dos aludían a “La Navegación”; los
otros dos, a “La Agricultura”. De los primeros, uno está en Avenida de
los Incas y Zapiola (en Belgrano R) y el otro, en el centro de la plaza
Sudamérica (la rodean las calles Guaminí, Itaquí, comandante Piedrabuena
y la avenida Fernández de la Cruz), en el barrio de Villa Riachuelo.
Los dedicados a “La Agricultura” se mantienen en el cruce de avenida San
Isidro y Paroissien (Núñez) y en Riestra y Leguizamón (Villa Lugano).
Otra
obra de lo que fue el Pabellón también sigue en la Ciudad, aunque no
tan expuesta. El grupo escultórico se titula “La República Argentina” y
estaba originalmente sobre el pórtico principal. Es obra del escultor
francés Dominique Jean-Baptiste Hughes (1849-1930). Su figura central,
una joven mujer apoyada sobre una vaca, tiene alegorías a la industria,
el comercio, la agricultura, la ganadería y hasta el ferrocarril. Se
encuentra en el Patio de Honor de la Escuela Técnica Raggio, en Avenida
del Libertador junto a la Avenida General Paz, en Núñez. Igual que los
cuatro grupos que están en otros barrios, fue instalada allí en 1934.
El
Pabellón Argentino no sólo había sido diseñado y adornado por
franceses. También todos sus materiales debían ser de ese origen, una
exigencia de los organizadores de la Exposición. Lo que impusieron las
autoridades argentinas fue la decisión de que fuera desarmable para
después poder traerlo al país. Y para duplicar su superficie, le
pusieron una segunda planta. Lo inauguraron el 25 de mayo de 1889 (justo
ayer se cumplieron 125 años). En febrero de 1890 lo desarmaron y luego
esas 1.690 toneladas fueron cargadas en el puerto inglés de Liverpool en
una barca llamada Ushuaia . Llegó a Buenos Aires en noviembre de 1890.
Originalmente
toda la estructura había sido embalada en 6.000 bultos. Pero en el
viaje, una fuerte tormenta afectó a la barca y se tomó una dolorosa
decisión: se tiraron al mar unos paneles que había pintado el virtuoso
Paul-Albert Besnard (1849-1934), un destacado pintor, diseñador y
escritor. Aquellas obras que terminaron en el fondo del Océano Atlántico
fueron una especie de premonición sobre lo que iba a ocurrir con el
resto del Pabellón Argentino. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
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