LA ESCULTURA DE PERÓN Y EVITA

Secreta Buenos Aires

“Mujer con gato” estaba en los jardines de la residencia presidencial. Se la llevaron tras el golpe del 55. Ahora está en Las Cañitas.

Escultura Mujer con gato, en el bulevar Chenaut, Las Cañitas. Estuvo en la residencia de Perón y Evita y también pasó por Mataderos. Foto: Pedro Lázaro Fernández.
Escultura Mujer con gato, en el bulevar Chenaut, Las Cañitas. Estuvo en la residencia de Perón y Evita y también pasó por Mataderos. Foto: Pedro Lázaro Fernández.

Eduardo Parise

La información apareció hace unos días. Según un estudio de la Universidad de Viena, los gatos tienen un vínculo especial con las mujeres y las prefieren como amos antes que a los hombres. De acuerdo con ese trabajo, publicado en la sección Entre mujeres de Clarín.com, se estudió a 41 gatos con sus respectivos dueños (hombres y mujeres) y se concluyó que los animales pueden decodificar a las mujeres y hasta manipularlas. También se demostró que ellas tienden a interactuar más con sus gatos. En Buenos Aires hay una pequeña escultura que grafica muy bien esa interrelación. Se titula “Mujer con gato” y está en la plazoleta del bulevar Chenaut, en la zona de Las Cañitas, barrio de Palermo.
La obra está hecha en un solo bloque de mármol de Carrara y aunque sus dimensiones no tienen la grandeza de otras esculturas porteñas, la calidad de sus formas la convierte en algo para destacar. Mucho más si uno se entera que su escultor había sufrido la amputación de una de sus manos. El hombre se llamaba Maxíme Real del Sarte, había nacido en París, Francia, el 2 de mayo de 1888 y se había formado en la École de Beaux-Arts. Alistado en el Ejército francés, durante la Primera Guerra Mundial sufrió una grave herida y tuvieron que amputarle el antebrazo izquierdo. Fue en la dura batalla de Verdún, ocurrida en enero de 1916.
Por eso, esa pequeña estatua escondida en un rincón de la Ciudad, tiene otro valor. Se sabe que “Mujer con gato” fue comprada por el empresario naviero Alberto Dodero, quien luego se la donó a la entonces municipalidad porteña. Por su vinculación con el presidente Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte, a principios de la década de 1950 la escultura fue instalada en los jardines de la residencia presidencial que estaba en el lugar donde actualmente está la Biblioteca Nacional, en la Avenida del Libertador, entre Austria y Agüero, en Recoleta. Después del golpe de 1955 y derrocado Perón, la residencia fue demolida. Allí había muerto Evita y se pensaba que podía convertirse en lugar de peregrinación para el pueblo peronista.
Entonces, la escultura fue trasladada a una plaza en el barrio de Mataderos, donde estuvo hasta 1970. Recién en 1983 esta obra magnífica fue instalada en su ubicación actual. La colocaron sobre una estructura hecha con adoquines y está a la altura de la gente para que pueda ser admirada en todos sus detalles. Allí se aprecia esa suerte de devoción que la mujer, arrodillada, siente por su mascota. Es que, desde el fondo de la historia, los gatos siempre fueron motivo de admiración. Se dice que su domesticación ocurrió 2.000 años antes de Cristo, en el antiguo Egipto. Inclusive dentro de la mitología de ese pueblo estaba la Diosa Bastet, que se simbolizaba mostrando el cuerpo de una mujer con cabeza de gato. Dicen que era una diosa pacífica, que su misión era la de proteger el hogar y que representaba la alegría de vivir.
De acuerdo con distintas referencias históricas, se dice que las características del gato doméstico fueron descriptas por primera vez en 1758. El trabajo lo realizó Carl von Linneo, un científico, naturalista, botánico y zoólogo sueco, quien vivió entre 1707 y 1778. Se lo considera como el creador de la clasificación de los seres vivos y desarrollador del sistema de nomenclatura binominal. También cuentan que fue quien agrupó a los géneros en familias, a las familias en clases, a las clases en tipos y a los tipos en reinos. La relación de los gatos con obras de arte tiene infinidad de ejemplos en todo el mundo, que incluye a artistas como el español Pablo Picasso, el argentino Antonio Berni o el colombiano Fernando Botero, entre muchos otros.
Los biógrafos del escultor y escritor Maxíme Real del Sarte recuerdan que murió el 15 de febrero de 1954. Cuentan que fue un activo militante católico y que tuvo una gran admiración por Juana de Arco, heroína militar y santa francesa, con gran influencia en la historia de su país. Su exaltación de la figura de la “doncella de Orleans”, como llamaban a Juana de Arco, motivó que Real del Sarte dedicara muchas obras escultóricas a esa persona. En especial las obras mostraron a Juana de Arco en la hoguera, cuando fue condenada por herejía y quemada viva en Ruan, reino de Francia. Tenía apenas 19 años. Una de esas imágenes esculpidas por el artista también está en Buenos Aires. Se encuentra en la avenida costanera Rafael Obligado, frente al Club de Pescadores. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

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