A través de una instalación tejida que ocupa dos
salas del Centro Cultural Recoleta, el colectivo artístico femenino
Suprema, busca en el obstáculo a la circulación una oportunidad para
pensar qué hacemos con la basura.
Inspiradas en las imágenes que circulan por Internet de un cúmulo de desechos plásticos acumulados al norte del Océano Pacífico formando una verdadera isla, las integrantes del Grupo Suprema
comenzaron a trabajar en torno al planeta y la ecología, hace ya cuatro
años. Pero antes que enunciar mensajes, eligieron poner el cuerpo, como
ocurrió en la elección de su técnica: el tejido de bolsas plásticas
para crear un entramado de formas orgánicas y coloridas, obras site specific que cubren superficies considerables, como las salas 1 y 2 del Centro Cultural Recoleta donde hasta el 31 de marzo se exhibe Laberinto de consumo.
Mujeres
de diversas generaciones y formación, Carmen Dalone, Josefina Sajon,
Victoria Taylor, Juana Menéndez y Catalina Negri (que nació y vive en
Barcelona), el Grupo Suprema tiene un origen y muchas anécdotas del
trabajo en conjunto. Cuando había más integrantes, el colectivo
artístico propuso a una universidad cubrir el piso de todo el edificio
con una alfombra gigante de bolsas desechadas tejidas… “Y obviamente nos
djeron que no”, contó Josefina Sajon, también profesora de artes
visuales. Entendían, sin embargo, que el proyecto tenía mucha fuerza y
decidieron seguir adelante en un taller de San Fernando. “Conversando
con las chicas, comenzamos a tejer las bolsas y a elevarlo”, agregó. Así
llegaron a El techo del consumismo, una obra que se exhibió a fines de 2011 en el Museo de Arte de Tigre (MAT).
“Cada
vez que consumimos algo genera un deshecho que deja de permanecer en
nuestro universo cognitivo”, explica Victoria Taylor, también abogada.
“Pero en realidad sigue un proceso del que no tenemos ni control ni
conciencia, y que en realidad sí repercute en toda nuestra vida”.
EN DETALLE. Entramados coloridos, que dejan pasar la luz y no renuncian a la belleza. |
Laberinto del consumo, en ese proceso, llega a poner obstáculos que obliguen a los visitantes de la muestra a detener la marcha e intentar un reflexión. Para reforzar el objetivo, a la entrada a la instalación cada uno es invitado a toma una de las bolsas tejidas con el mismo material que dentro lleva un kilo de arena. Un kilo que corporiza el kilo de basura que cada habitante genera por día.
Ese laberinto colorido y flexible, de
formas orgánicas construidas de un material de los más artificiales y
tóxicos sobre la Tierra –allí reside una paradoja– guarda para el que se
acerca a ver en detalle más destellos de belleza. Una cola de caballo
trenzada de finas tiras de bolsas del plástico traslúcido por delgado
(las típicas del supermercado chino), vaporosa, contrasta con la
abigarrada trama de las que en su primera vida contenían varios kilos de
zanahorias, copiándole el color y dejándole orificios para respirar,
además de leyendas informativas en azul. Una pieza rellena –de restos de
otros plásticos– tejida en espiral a partir de sachets de lácteos, con
plateados, verdes y azules que, según recientes investigaciones
científicas, son los colores que más contaminantes del suelo.
A
la vez femenina y exigente, la tarea del tejido de bolsas plásticas –ya
sea con el punto al crochet como otros más rudimentarios con nudos–
involucra otro entramado, el comunitario: la red de familiares, vecinos y
voluntarios que colaboran en la recolección de las bolsas, su materia
prima, y a la vez dejan entrar a su vida la pregunta sobre qué pasa
cuando desechamos algo. “Todas las personas que nos conocen ya saben que
si tienen bolsas nosotras vamos a darles otro uso”, contó Juana
Menéndez, la más joven del grupo que con 20 años reconoce que desde que
tiene memoria también tiene conciencia ambiental.
CROQUIS. Para cubrir el espacio completo, las artistas hicieron mediciones para reproducir la sala en su taller. |
A través de Catalina Negri, la integrante extranjera, un fragmento de El techo del consumismo viajó a Barcelona para participar de Drap Art, un festival internacional de reciclaje artístico. En su gira europea, en agosto de 2012 presentaron en Berlín la performance Cubrime, como parte de una movida mundial de apoyo a la Casa de Artes Tacheles que había sido desalojada.
A partir de allí, fueron convocadas por el proyecto Freedom Park para
intervenir un fragmento del Muro de Berlín; y el viaje culminó con la
misma performance en Documenta 13, en Kassel, como parte del proyecto Occupy Puclic Space.
“Hemos perdido la utopía de un mundo sin basura, de un mundo ordenado
donde cada cosa está en su sitio, donde los excedentes y desechos pueden
ser reciclados en un 100%”, dice Felicitas Cordes, curadora junto a
Erica Kupersmit, de la muestra y autoras ambas del texto que la
antecede. Su interés en el trabajo del Grupo Suprema se gesta en la
identidad local del proyecto. “Había un grito local en esa red sin fin
de plástico”, reconoció, y contó cómo a partir del encuentro comenzaron a
pensar los rasgos de la sobremodernidad y sus sobredesechos.
En otras palabras, la idea de que en la actualidad la basura crece más
rápido que los medios para reciclarla; no existen los terrenos donde se
depositará. “Al igual que la categoría de no-lugar de Marc Augé –dice
Cordes– hoy la basura es también lo que no tiene lugar, aquello que no
está en su sitio”.
Hasta el domingo 31 de marzo de 2013.
Centro Cultural Recoleta
Salas 1 y 2
Entrada gratis
Centro Cultural Recoleta
Salas 1 y 2
Entrada gratis
Fuente: Revista Ñ Clarín
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