Por Adrián Gualdoni Basualdo
para LA NACIÓN
La trayectoria de Emilio Pettoruti hacia el nivel más alto del mercado del arte argentino reconoce un recorrido de cinco pasos decisivos. Fueron cinco obras salidas a subasta a lo largo de tres décadas, que fueron subiendo gradualmente la cotización del artista.
Hay un hito liminar, hoy ya legendario, en noviembre de 1980, cuando en las tarimas de Sotheby's y en el contexto de las inaugurales subastas de arte latinoamericano se ofreció Quinteto , la emblemática obra que el artista realizó en 1927. Vendía la soberbia pintura el Museo de Arte Moderno de San Francisco, que se la había comprado a Pettoruti cuando el maestro platense expuso en sus salas en 1944. Resultó su visionario adquirente la por entonces creciente colección de Carlos Pedro Blaquier y señora. La suma de 209.000 dólares pagada en la ocasión, además de ser una suma formidable para la época, ocupó el podio del mercado por largos años.
A partir de esa venta, fueron varias las colecciones que pusieron atención en Pettoruti. En 1988, el venezolano Elías Capriles compró Serenata romántica en 242.000 dólares, superando el récord anterior y consolidando el interés internacional por el artista.
Un nuevo paso firme en la valoración de Pettoruti dio en 1993 Eduardo Costantini, al adquirir en memorable puja realizada en el porteño hotel de ventas de Saráchaga la espléndida Canción del pueblo , hoy en el patrimonio de Malba. Su precio fue 324.200 dólares, cifra que se colocó al tope de las ventas durante cinco años.
Morocho maula destronó la obra anterior, cuando en mayo de 1998, en Christie's de Nueva York, fue vendida en 497.500 dólares a una colección privada latinoamericana que ha hecho del bajo perfil una de sus marcas.
El paso final en este circuito de récords lo protagonizó El cantor , figura de 1934, vendido en las salas del Rockefeller Center en noviembre de 2008, a contrapelo de la crisis financiera que paralizó los mercados, en la contundente suma de 782.500 dólares.
Para Emilio Pettoruti, y en especial para sus grandes obras, la plaza está firmemente demandada. El consagratorio nivel del millón de dólares está aguardando que la oferta suba a las tarimas, porteñas o neoyorquinas, la pintura que ponga al rojo el martillo que la adjudique.
Fuente texto: ADN Cultura LA NACIÓN
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