YA SE LLAMA BIOY CASARES
UN TRAMO DE LA CALLE SCHIAFFINO

 
 
Vecinos y escritores participaron de un acto en Recoleta, su barrio de siempre.


Es una cuadra breve, bella y exquisita. Seguramente a él le hubiera gustado que llevara su nombre, como le gustaba el barrio”. Ayer, a los 87 años, Alberto Delmar bajó de su departamento y cruzó la avenida Quintana para celebrar, junto a otros vecinos, que el elegante tramo de la calle Schiaffino, entre Posadas y avenida Alvear, ahora lleva el nombre de Adolfo Bioy Casares, un hombre que él, como muchos de los que se acercaron, solía ver por las calles de Recoleta, o en las mesas del café La Biela. El cambio apunta a rendir un homenaje a uno de los grandes maestros de la literatura argentina. Y la fecha y la zona elegida no fue arbitraria: el autor de El sueño de los héroes nació el 15 de septiembre de 1914 en la avenida Quintana, cerca del tramo rebautizado, y vivió muchos años en Posadas 1650, a la vuelta, y en la misma manzana.
La escritora Maria Esther Vázquez, también presente en el acto, destacó la importancia del tributo y, rodeada de vecinos, destacó: “Haberle puesto ese nombre a este pedacito de calle es un homenaje necesario y una recordación permanente de una casa donde Bioy Casares y Silvina Ocampo vivieron tantos años”; y recordó que “todas las ventanas de la casa de Posadas daban a ese pedacito de calle que ahora se va a llamar Bioy Casares”.
También señaló: “Tenemos nombres de estadistas, de políticos, de todo tipo de personas que han hecho algo, a veces muy bien y a veces muy mal, pero que le hayan puesto su nombre a ésta me parece muy justo. Además vale la pena que Buenos Aires tenga una calle con el nombre de Bioy, porque él amaba Buenos Aires”.
Como Delmar, ayer hubo varios vecinos que recordaban haberse cruzado con Bioy en el barrio, en algún momento de sus vidas. Y por eso muchos mostraban con orgullo el cartel que nombra el nuevo tramo, que da justo enfrente de la plazoleta San Martín de Tours. Algunos testigos del cambio recordaron que en esas calles creció Honorio Bustos Domecq, el personaje que Bioy creó con su amigo Jorge Luis Borges durante los almuerzos que compartían en la casa de Posadas (Domecq era el apellido materno de su padre). Y otros contaron que el departamento que anidó esas historias había sido un regalo de los padres de Silvina. “Es que esta es un área de nuestra ciudad que ha sido absolutamente afín a su vida: en esta manzana el autor desarrolló la mayor parte de su actividad y vivió allí hasta su muerte. Por esas calles solía andar, cerca de allí está el bar al que iba. Era su zona de influencia”, explicó el diputado Raúl Puy, presidente de la Comisión de Cultura de la Legislatura porteña y la persona que impulsó la ley que avaló el cambio.
La iniciativa viene a sumar nombres de escritores a las calles porteñas, un ítem escaso que incluye a Jorge Luis Borges (Palermo), Julio Cortázar (Agronomía), Leopoldo Lugones (vía rápida) y Raúl Scalabrini Ortiz, entre otros.
“Nos dejó textos imprescindibles, como La invención de Morel o Una muñeca rusa , que son mis favoritos. Por eso esto es un orgullo. Su obra es maravillosa y es importante que quede una señal de él para siempre”, cerró Manuel Florenz, otro de los vecinos que ayer apoyaron la novedad.

LAS VENTANAS CERRADAS

Por Ezequiel Martínez

“Hay que cerrar las ventanas”, pedía Bioy. Siempre. O al menos eso le escuché decir todas las veces que estuve en su departamento de la calle Posadas, ese desmesurado piso en forma de “L” que pegaba la vuelta sobre el Pasaje Schiaffino.
Desde ayer, el edificio donde vivió junto a su esposa Silvina Ocampo –una placa de bronce recuerda que allí la pareja tuvo su residencia en esta tierra–, gira sobre ABC, las prolijas iniciales de Adolfo Bioy Casares que ahora le presta su nombre a una calle de cotizada brevedad. Todos esos saltos y curvas cambiantes son los mismos que jugaban los vientos inquietos que surcaban la estampa impecable del autor de “La invención de Morel”.
Por eso Bioy pedía que cerraran las ventanas, para no tener que sufrir el azote invisible de las corrientes de aire sin domesticar que le llegaban desde la Plaza de San Martín de Tours para aterrizar sobre el Palais de Glace. Pero antes, sin pedir permiso, atravesaban su casa pasándole el plumero a las bibliotecas infinitas del escritor y a su alma de dandy con bastón.

Fuente: clarin.com

BORGES Y PERÓN:
NO LOS UNIÓ EL AMOR PERO SÍ LA SANGRE


Compartieron un ancestro que vivió en el siglo XVIII, en la zona de Rosario.


Mucho, pero no suficiente se ha escrito sobre Juan Domingo Perón y Jorge Luis Borges, sobre sus obras y sus respectivas historias, vivencias e infortunios. También fueron públicos sus pensamientos diferentes y sus duelos verbales cargados de ironía y antagonismo visceral.
Desde el “ascenso” de Bibliotecario a Inspector de Aves obtenido por Borges en 1946, pasando por la máxima borgeana “los peronistas no son buenos ni malos… son incorregibles”, ambos representaron distintos escenarios de la vida política y cultural argentina durante décadas. Ni el amor, ni el espanto los uniría. El nexo entre ambos es, gracias a la investigación realizada por el abogado Ignacio Martín Cloppet, estrictamente sanguíneo.
Así lo demuestra el libro Eva Duarte y Juan Perón: La cuna Materna. Perón y Evita descienden de conquistadores. El parentesco de Borges y Perón, que acaba de editarse.
Efectivamente, Borges y Perón, comparten un ancestro: el Maestre de Campo Pedro Pascual de Acevedo, quien poblara de descendientes la pampa santafesina y bonaerense y uno de los primeros habitantes de Rosario.
De Acevedo se casó tres veces y tuvo numerosa descendencia entre la que se destacan los presidentes Luis y Roque Sáenz Peña. Como acaudalado estanciero, terrateniente y hombre de armas, participó en varias incursiones contra los indios calchaquíes que asolaban las estancias santafesinas a principios del siglo XVIII. Del matrimonio con su primera esposa, Estefanía de Obelar, en 1719, desciende Juan Domingo Perón, en tanto Jorge Luis Borges lo hace del segundo matrimonio, con Tomasa Benítez.
El escritor conocía su ascendencia Acevedo y “sospechaba” de su parentesco con Perón. Según cuenta Cloppet, en un momento Borges advierte a su sobrino Miguel de Torre Borges –que investigaba su genealogía– que no sacudieran demasiado el árbol genealógico, “a ver si algún día resultaba que éramos parientes de Perón”.
Esto, además del ya establecido parentesco de Borges con Juan Manuel de Rosas, por su bisabuelo Isidoro Suárez, primo del Restaurador.
La cuna materna es la saga del primer libro de Cloppet: Los orígenes de Juan Perón y Eva Duarte, de 2010, donde estudia los ancestros paternos de ambos. Cloppet tiene excelente documentación propia, pues posee un archivo personal gracias a su parentesco con los Duarte (su abuela materna y Evita eran primas hermanas) y por relaciones de amistad de su abuelo con los Perón.
Cloppet no habla de doctrinas ni de política en sus libros: enfoca su estudio en las familias. Así, desmiente que Perón tuviera sangre indígena, al identificar a sus ancestros maternos, originariamente españoles venidos a América desde mediados del siglo XVI. Esto pone en evidencia la falsedad de la versión que sostenía que la bisabuela de Perón –María Victoria Gaona– era tehuelche. La sangre materna de Perón resultó ser de viejo linaje conquistador al igual que la de Eva Duarte, de quien se informan datos filiatorios que remontan al siglo XV.
El primer libro de Cloppet puso fin a la controversia sobre el lugar de nacimiento de Perón y sobre los orígenes familiares de los Duarte (Huart), llegándose a conocer los pueblos vascos de donde procedían los apellidos.
Próximamente, las dos obras serán publicadas en francés en un volumen conjunto, lo que da una cabal imagen del interés de sus estudios.
El vínculo parental descubierto por Cloppet entre Borges y Perón le da nueva significación (tal vez irónica) a aquella frase borgeana: “… hay que tener cuidado al elegir los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos.”

Fuente: Revista Ñ Clarín

DE SALA DE MÁQUINAS A CENTRO DE ARTE


Artistas de primer nivel expondrán en donde estaba la usina de los Molinos Río de la Plata.



Por Silvia Naishtat

Len Blavatnik no pudo tomar el avión ni el día y dejará de participar en la fiesta más glamorosa que tendrá esta noche la Ciudad. El socio inversor de Alan Faena, conocido como el zar de la industria musical, tras su multimillonaria adquisición de Warner Music en US$ 3.300 millones, se perderá lo que es un hito para el barrio más joven de Buenos Aires: la inauguración del Faena Arts Center en Puerto Madero. La inversión de US$ 15 millones lo posiciona entre los mayores desembolsos para un centro cultural en la Argentina. El Malba, por citar un caso, requirió US$ 25 millones. A simple vista, los pisos de mármol de Carrara, la escalinata y sus dimensiones lo confirman.
La fórmula de Faena es sencilla. Llegó al otro lado de Puerto Madero cuando todo era pantano, baldío y abandono y compró siete manzanas. Desde entonces, se dedicó a armar un barrio dentro del barrio y a construir una marca para cada uno de sus emprendimientos.
Primero fue el afamado diseñador Philippe Starck para el hotel y últimamente el arquitecto inglés sir Norman Foster. Solo así se explica que sus propiedades tengan cotizaciones únicas como los US$ 9.000 el metro cuadrado de las residencias con el sello de Foster que se entregan el próximo marzo. El 75% está vendido y el grueso de los compradores son argentinos.
Para el Faena Arts Center convocó al Picasso de estos tiempos, el artista brasileño Ernesto Neto, y en un mecenazgo particular Faena destinó US$ 500.000 para el desarrollo de una obra especialmente diseñada para el lugar. Neto estuvo seis meses tejiendo en crochet una producción que deja boquiabierto.
Con la vestimenta blanca que lo caracteriza y gestos de tranquilidad asombrosa, Faena vive los 4.000 metros cuadrados que dedica al arte y a la experimentación como una conquista. “Lo destino a la cultura en vez de al negocio inmobiliario. Para mí, tiene un valor extraordinario”, le dice a Clarín.
El lugar no sugiere un museo tradicional. Y emerge en lo que fue la antigua sala de máquinas de un edificio industrial del año 1900. Allí funcionaba uno de los primeros y mayores molinos del país. Pertenecía a la firma Molinos.
El Arts Center comparte espacio con viviendas y locales del complejo Los Molinos, reconstruido por Faena tras una inyección de US$ 50 millones.

LOS MOLINOS

El Faena Arts Center funcionará donde estaba la sala de máquinas de los Molinos Río de la Plata.
El edificio fue recuperado e inaugurado hace dos años como Los Molinos Building, con viviendas, oficinas y locales.
Con el flamante espacio para exposiciones se completa el Faena Art District en Puerto Madero.


DIMENSIONES PARA CREAR SIN LÍMITES
 
SALA MOLINOS. TIENE 630 M2 Y EL TECHO ESTA A 10 METROS DE ALTURA
El Faena Arts Center –Azucena Villaflor 460, Puerto Madero– está situado en el corazón de uno de los primeros grandes molinos del país. Esta tarde y después de una inversión de 14 millones de dólares se convertirá en un lugar –4000 metros cuadrados– dedicados a diversas disciplinas artísticas. La entrada costará 20 pesos.
Tiene dos enormes y luminosas salas blancas para exposiciones paralales. Cada una tiene una superficie de 630 metros cuadrados. La sala Catedral, en la planta baja, es un espacio convencional de exhibición. Pero impacta la sala Molinos, en el piso superior con un techo a 10 metros de altura.
“Es un espacio para las vanguardias artísticas, no convencional, que faltaba en Buenos Aires”, dice Ximena Caminos, directora creativa del Faena Group. Aquí habrá talleres y se otorgarán becas. Faena asegura: “Queremos tener a nuestros artistas”. Por ahora están confirmados 3 extranjeros: el británico Richard Long y los diseñadores brasileños Humberto y Fernando Campana.

Fuente: clarin.com

GUILLERMO, EL CHICO QUE SE CRIÓ EN UN POTRERO Y TERMINÓ EN EL COLÓN


Jugaba de delantero en las inferiores de un club santafesino, pero cuando conoció el Colón se enamoró.




Aquella tarde en San Jerónimo, al sur de Santa Fe, se jugaba el clásico sancarlino. Después de un córner que terminó en rebote para su equipo, a Guillermo Boccardo la pelota le cayó en los pies. El pibito –el 10 en la espalda, un mechón rubio sobre la frente–, corrió y corrió, y en ese contraataque levantó el polvo del potrero. “Desde afuera del área le metí un zapatillazo que terminó en un gol al ángulo memorable”, repasa Guille. Poco queda de ese nene que festejaba los goles del Club Infantil de Fútbol metiéndose en el barro. Espalda erguida, cuello largo, 18 años: lo recuerda vestido con calzas y suspensor. Este año lo convocaron para formar parte del Ballet Estable del Teatro Colón, uno de los más prestigioso del mundo.
Para esa época –2003–, lo invitaron a hacer una recorrida por el mítico teatro. Quedó hipnotizado. No recuerda si lo encandiló el oro de las molduras, el telón que caía pesado sobre el escenario o la pana roja de las butacas. A esa altura, con 11 años, ya repartía el tiempo entre la escuela de danzas de su pueblo y el fútbol. Era delantero de su equipo. Pero la danza clásica lo apasionaba. “Mi mamá me anotó para dar el examen. Fueron tres: el técnico, el físico y el de ritmo. A los días me aceptaron como alumno. Sentía que no estaba preparado, pero quise hacerlo”, cuenta Guille.
La mudanza no fue sencilla. Los Boccardo no tenían suficiente dinero para que su hijo del medio se fuera con algo de plata. Patricia y Carlos, sus papás, descontaban la posibilidad de acompañarlo: Guille empezaría su carrera solo, en la gran ciudad. Al día siguiente de la noticia, el cartel de venta colgaba del espejo del Citroën blanco. Era la ofrenda –y el sacrificio– de papá, mecánico. Alguien del pueblo se lo llevó por $900. Patricia hizo empanadas y pastelitos y salió a venderlos. Guillermo juntó botellas y cartones. Y cuando terminaba febrero se bajó del micro, de noche, en Retiro. Era alto pero todavía no había cumplido los 12.
“Me asustaba el ruido las sirenas de las ambulancias. La terminal de Retiro me daba miedo. Estaba perdido con tantas líneas de colectivos y no entendía las combinaciones de subtes. Pero sobre todo le tenía pánico a la exigencia, presión y disciplina que impone la escuela del Colón”, confía el bailarín, mientras se estira las medias blancas, parte reglamentaria del uniforme. Primero vivió en la casa de un compañero, hasta que el intendente de su pueblo le ofreció instalarse en lo de unos familiares en Congreso. Después vivió en pensiones en Flores y en Once. Hoy comparte un departamento en La Boca con su hermana y futbolistas.
Guillermo ya pisó el escenario del Colón. Fue figurante en Manón. Figurante es quien actúa en vez de bailar. “Fui cochero, lacayo y mendigo. Son papeles importantísimos para cualquier alumno del Colón. Pero –confiesa– que yo quería bailar”.
Todos los días desde hace siete años, Guillermo ensaya y estudia por la mañana y la noche.Son ocho horas diarias, menos los domingos. En el corte de la tarde, va al gimnasio o toma clases particulares de danza clásica. “Hay que despejarse de la vida en la clase y en el ensayo. No hay problemas de plata, familia ni novias. Lo que hay es un piano que marca un ritmo y un cuerpo que se mueve. El maestro nos dice: yo les doy la llave, pero la puerta deben abrirla ustedes”.
Y una tarde, una igual a las anteriores, rutinaria y exigente, alguien lo paró en el pasillo. “Alumno, dígame su nombre”. Quien preguntaba era una de las maestras que dirige a los mejores bailarines del Colón. “Guillermo Boccardo”, contestó. “Mañana lo necesito para ensayar con el Ballet Estable. Sea puntual”. Esa fue su puerta.
Ahora, en el Ballet, la tarea de Guillermo es aprender cada uno de los pasos de las variaciones masculinas. Es el reemplazante de cualquier figura. Y es, también, un paso para convertirse en el príncipe del Lago de los Cisnes o de Cascanueces.
Es un día dorado, pero el sol no toca el telón cortafuego del escenario del Colón. Debajo está la fosa, un agujero musical donde dormita el arpa en su estuche negro. En la sala, bajo los palcos mudos, se mueven las franelas repasando las molduras. Las butacas ordenan la geografía desde el imperativo de la pana roja. Y entre todo, Guillermo, que ahora se despega del piso en un salto y parece una gacela.

BILLY ELLIOT, EL CINE LO CONTÓ

Estrenada en 2000, Billy Elliot cuenta la historia de un chico de 11 años cuyo padre, viudo y minero en la Inglaterra en crisis de los primeros 80, lo anota para que aprenda a boxear. Pero Billy, lejos de interesarse por los golpes, queda cautivado con la clase de danza que dictan al lado. A escondidas, comienza a practicarla. Tiene talento. Enterado, su padre se escandaliza, pero luego afloja y lo acompaña a la Royal Academy. Con música de T-Rex y de The Clash, y con 3 nominaciones al Oscar, resultó un retrato lleno de magia y ternura.

Fuente: clarin.com

UN GOYA OCULTO EN UN GOYA
FUE DESCUBIERTO CON RAYOS X



El pintor lo habría ocultado para evitar represalias una vez vencido Napoleón. 


A LA IZQUIERDA, EL CUADRO QUE SE VEÍA EN EL MUSEO RIJKS, DE AMSTERDAM. A LA DERECHA, EL RETRATO QUE ESTABA PINTADO DEBAJO Y QUE TIENE DIEZ AÑOS MÁS QUE EL QUE ESTABA VISIBLE. LOS EXPERTOS SUPONEN QUE SE TRATA DE UN MILITAR DE ALTO GRADO QUE ACOMPAÑÓ A JOSÉ BONAPARTE.

Escondido. Oculto. Rezagado. Un magnífico retrato pintado por el genial Goya fue descubierto debajo de la obra "Retrato de Don Ramón Satué", una de las obras célebres del artista.
Así lo anunció el museo Rijksmuseum de Amsterdam.
Con una técnica desarrollada conjuntamente por la Universidad de Amberes y la de Delft, que utiliza rayos X fluorescentes y permite detectar toda la gama de color y pigmentos que hay debajo de un cuadro sin necesidad de tocar la superficie, fue posible realizar el hallazgo.
Bajo el cuadro del juez español Ramón Satué se puede ver otro retrato; un general del Ejército de Caballería del imperio napoleónico. Las autoridades del museo aseguran que el retrato oculto fue pintado diez años antes que la célebre obra de Goya.
Las autoridades del museo no descartan que se trate de José Bonaparte hermano del emperador, ya que cuenta con las máximas distinciones de la orden. Sin embargo, el rostro que aparece bajo la cara de Ramón Satué no ofrece los detalles suficientes como para ser identificado.
Este cuadro se encuentra temporalmente en el museo Bojimans Van Beuningen de Rotterdam mientras concluyen las obras de ampliación del Rijksmuseum, previstas para 2013. Es la única obra de Goya en los Países Bajos.

Francisco de Goya (1746–1828) es uno de los pintores españoles más importantes de la Historia. Además, quizás sea el artista muerto a quien más obras “nuevas” se le atribuyen. Ayer sumó una nueva pintura a su producción “póstuma”: un grupo de investigadores del Rijksmuseum de Amsterdam, uno de los más importantes de Holanda, dio a conocer un retrato de un subalterno de José Bonaparte –el hermano de Napoleón– oculto debajo de otra pintura de Goya.
La nueva pintura apareció debajo del Retrato de Don Ramón Satué. El descubrimiento fue posible gracias a una innovadora tecnología de rayos X desarrollada por la Universidad de Amberes, de Bélgica, y la holandesa de Delft. “Es casi con toda probabilidad el retrato de un alto cargo militar que acompañó a José Bonaparte en su llegada a España como rey”, según explicó el curador de Arte Internacional del centro, Duncan Bull, en una entrevista telefónica con la agencia EFE.
Los expertos apuntan a dos altos cargos militares originarios del antiguo Reino de Nápoles, uno de los cuales conoció en persona a Goya durante su estadía en España, según algunos documentos históricos.
“Nunca podremos decir a ciencia cierta de quién se trataba, pero reducir el elenco a unas pocas personas ya es bastante”, afirmó el responsable de Arte Internacional del Rijksmuseum, que contó con la cooperación del Museo del Prado para realizar la investigación. Incluso, en un principio se sugirió que el retratado sería el mismísimo José Bonaporte.
Sin embargo, esa primera hipótesis se descartó al comprobar que la pose era “demasiado informal” y no contaba con la iconografía característica de los retratos del imperio napoleónico, según Bull.
Para el experto no hay dudas: la autoría del retrato es de Goya, porque el pintor nacido en Zaragoza “no solía reciclar lienzos ajenos para realizar sus obras”.
El primer retrato podría estar datado entre 1809 y 1813, es decir, una década antes de que Goya pintara encima el Retrato de Don Ramón Satué, la única de sus pinturas que se encuentra actualmente en Holanda.
Los expertos creen que la obra quedó en manos de Goya después de la ocupación francesa en 1813, quien entonces podría haber decidido ocultarlo con otra pintura para evitar posibles represalias por parte del régimen absolutista de Fernando VII. El lienzo se encuentra actualmente en el museo Boijmans Van Beuningen de Rotterdam, y regresará al Rijksmuseum en 2013.
La última vez que se había atribuido una obra a Goya fue hace nada más que dos meses, cuando la revista Ars Magazine presentó un estudio de la Universidad del País Vasco que probaba que el pintor era autor del lienzo La Virgen con San Joaquín y Santa Ana , en manos de un afortunado coleccionista privado.
En febrero pasado investigadores encontraron una mujer tapada en la pintura Jovellanos en el Arenal de San Lorenzo (1780-1782).
En 2008 también había aparecido Muchachos al avío, un grabado que se creía perdido de la serie los Caprichos, en la cocina de la residencia presidencial de la ex Yugoslavia del mariscal Tito.
Podemos apostar que, más temprano que tarde, el gran Goya volverá a ser notcia.

Fuente: clarin.com

SUPERAMOS LAS 170.000 VISITAS
A NUESTRO BLOG
DESDE TODAS PARTES DEL MUNDO



 
    Florian Paucke,  Polonia, 1719 - Monasterio de Zwettl, Neuhaus, 1780.
Misionero jesuita polaco, quien trabajó principalmente en la zona
del Río de la Plata y dibujó y pintó las costumbres de la región.


En el día de ayer, 18 de septiembre de 2011, hemos superado las 170.000 visitas a nuestro blog desde todas partes del Mundo.
Saludamos con ese motivo a todos quienes nos visitan y les agradecemos que nos lean y consulten.
Su fidelidad nos estimula, obliga y compromete a seguir cada día tratando de superarnos, consiguiendo más y mejor material - textos e imágenes - y a cuidar de manera muy especial la parte visual de nuestro blog.
Pedro L. Baliña........................
www.puesta-en-valor.com................

EL ESPLENDOR DE LA CULTURA FRANCESA CAUTIVÓ A LA CIUDAD

 
Miles de visitantes recorrieron la Embajada.  
La sede diplomática en el Palacio Ortiz Basualdo abrió sus puertas al público. 
Y en la plaza de Arroyo y Juncal se montó un mercado con delicias gastronómicas.     Habrá actividades durante toda la semana. 

Deslumbrante. el público disfruta de un momento único, en el interior del Palacio Ortiz Basualdo, de enorme riqueza patrimonial.

Por Romina Smith

En la plaza de Coubertin, en Cerrito entre Arroyo y Juncal, hubo un punto de encuentro entre los que se acercaron a degustar las crêpes y los macarons recién comprados en el Marché à la Française (una pequeña y coqueta feria gastronómica llena de exquisiteces) con los que formaron una larga fila alrededor de toda la manzana para poder ingresar a la bellísima Embajada francesa, en su sede de Cerrito al 1300. Y en la Plaza Francia, frente al Museo de Bellas Artes, casi 200 personas se sentaron sobre el pasto para compartir un picnic con baguettes y clases de idioma. Más temprano incluso hubo una multitudinaria bicicleteada temática desde el Obelisco hasta el Planetario. Desde ayer, y hasta el próximo domingo, Buenos Aires se viste de azul, blanco y rojo para celebrar y acercar lo mejor de la cultura francesa a la Ciudad. Los festejos arrancaron con una multitudinaria visita a la Embajada, en el Día del Patrimonio Francés, y continuarán toda la semana con una agenda de más de cien actividades gratuitas vinculadas a la gastronomía, arquitectura, arte, moda, música y cine de Francia.
Esta es la tercera vez que Buenos Aires tiende un puente cultural con los galos a través del slogan Viví Francia. Y la largada de ayer fue bien tempranera: a las 9.30, todavía con el frío de la primera mañana, más de 3.000 personas salieron a pedalear con globos de los colores de la bandera francesa atados a sus bicicletas. El evento, organizado por el programa “Mejor en Bici” del Gobierno porteño, no sólo tuvo los pedales al tono sino también los premios, que fueron cedidos por las empresas que auspician las actividades. A las 10 abrieron las puertas del Palacio Ortiz Basualdo, que es sede de la Embajada de Francia y ayer se convirtió en lo más convocante de los festejos. Y a esa misma hora también se sumaron los diez puestos de la feria gastronómica en la plaza de Coubertin, vecina a la sede diplomática, con todas sus delicias. Según los organizadores, por el mercadito de exquisiteces pasaron unas 5.000 personas. Y se estima que unas 3.500 pudieron recorrer la sede (el año pasado habían recibido 3.000 visitantes).
Hilda Erpen fue una de las miles de personas que aguantaron la larga fila (que llegó a dar vuelta la manzana) para entrar al palacio, una magnífica construcción diseñada por el arquitecto francés Paul Pater para la familia argentina Ortiz Basualdo e inaugurada en 1918. “Llegué hace más de una hora con mucha curiosidad para ver cómo es la Embajada por dentro. Mi abuela y mi bisabuela eran francesas y llegaron a Entre Ríos en tiempos de Justo José de Urquiza”, contó la mujer. Muchos en la larga fila tenían una historia similar, eran hijos o nietos de inmigrantes, o tenían una conexión familiar que los acercaba a Francia. Otros se acercaron por curiosidad. Elvira Tuñón, por ejemplo, comentó que fue “para ver cómo es un palacio por dentro”. Y Clarisa Clement se acercó para conocer una Buenos Aires que ya no está: “¿Era la ciudad aristocrática, no es cierto? Dicen que tiene mezcla de estilos y que a pesar de su valor casi la demuelen para ensanchar la 9 de Julio”. Fue una visita excepcional, porque la Embajada francesa sólo abre sus puertas al público una vez por año para sumarse a las “jornadas europeas del Patrimonio”, un día en que 49 países europeos abren sus edificios gubernamentales para que todos puedan disfrutarlos. “Esta es una oportunidad única. Y vinimos para aprovecharla, con buen humor a pesar de que llegamos hace dos horas y media”, sumó Hugo Roldán. Cerca suyo, otras personas hacían colas (pero más cortas) para comprar quesos, mermeladas y mostazas, entre otros productos, a precios más baratos que en los comercios. A la tardecita, y a pesar del viento frío, todavía había gente probando y comprando. El mercado abrió sólo por un día, pero durante toda la semana habrá un circuito gastronómico francés por distintos restós. Y para los que quieran comer como en París, pero sin salir de Buenos Aires.


EL PALACIO


El Palacio Ortiz Basualdo, sede de la Embajada de Francia, fue construido entre 1912 y 1918 para una familia argentina. 
Es obra del arquitecto francés Paul Pater. 
En 1925 fue utilizado por el Príncipe de Gales.
Desde 1939 es sede diplomática del Estado francés.
En los 70 corrió peligro cuando se hicieron las obras de ensanchamiento de la 9 de Julio. 
La presión de distintos sectores logró salvarlo.


Fuente: clarin.com