Marita, homenaje y denuncia del tráfico de personas. |
Si se han visto los murales que Diego Perrotta (Buenos Aires, 1973) realizó en barrios de la ciudad (en la Fundación Alberto Elía-Mario Robirosa en Barracas, en la fachada de FM La Tribu en Almagro; en la plaza de Rojas 130, frente a la estación Caballito de la línea Sarmiento) y en Tecnópolis, todos en colaboración con Omar Panossetti, asombra encontrar su obra en el espacio de una galería de arte ubicada en la calle Arroyo. Un artista ligado a las tradiciones gráficas populares y al entrecruzamiento de arte e ideología -en el linaje de Daniel Santoro, Alfredo Benavidez Bedoya, Carlos Gorriarena, Pablo Suárez y Marcia Schvartz, que trabajaron con diversos medios, soportes y propósitos- acude ahora al acrílico, a una paleta intensa y contrastante y a un código icónico mixturado, que engloba referencias literarias, visuales y sociopolíticas.
Sobre la base de un guión apoyado en tres retratos de
mujeres en tres momentos históricos de la Argentina -el personaje de
Emma, protagonista de los grabados de Lino Enea Spilimbergo, expuestos y
censurados por la Iglesia católica en Tucumán a mediados del siglo XX;
el de Ramona Montiel en la obra de Antonio Berni y la joven Marita
Verón, secuestrada en 2003 en Tucumán; las tres representadas de manera
frontal en primerísimo plano, con los melancólicos fondos aguados de
Perrotta-, Mujer latente ensaya una mirada acerca de la
explotación sexual, la trata y la desaparición de personas. Con esta
consigna, el artista explora las posibilidades del arte como instrumento
de denuncia y, al mismo tiempo, de narración. En todas las obras, las
mujeres interpelan a los espectadores con la mirada fija e intensa de un
tótem. Situadas en escenarios de un realismo crudo (como la profesional
protagonista de El burdel ) o de un onirismo plástico configurado por paisajes en proceso de formación ( Tránsito
), las figuras femeninas atraviesan un vía crucis de obstáculos,
tabúes, espinas, estigmas y sometimientos de una manera a veces activa, a
veces sólo como víctimas (en La aparecida , una mujer despide a otra que no ha podido escapar).
La cuidada puesta en escena de las pinturas también
permite una lectura secuencial: libros, altares domésticos, leyendas que
integran la escena ("trata de escapar"), volcanes y formas vegetales,
objetos e imágenes (de santos, del diablo, incluso de variaciones de la
obra del artista en A la luz ) determinan un espacio realista,
con una perspectiva atemperada y una distribución ordenada en el plano:
las mujeres de Perrotta ocupan, con mayor o menor esfuerzo, un lugar
. No son prótesis del hombre, ni propiedades de una organización social
(la mafia en las redes de prostitución), ni encarnaciones de una
pedagogía moral; son, en las obras del artista, sujetos de una práctica
-la pintura- cuya reflexión sobre los alcances de la figurabilidad y los
medios para hacer visible lo encubierto aún prosigue.
Ficha. Mujer latente , acrílicos de Diego Perrotta, en Holz (Arroyo 862), hasta el 16 de julio.
Fuente: adn Cultura La Nación
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