Una escultura de Cafferata refleja en Palermo las huellas de una práctica despreciable.
Por Eduardo Parise
No tiene las dimensiones de los grandes monumentos de Buenos
Aires. Tampoco está muy a la vista de quienes recorren una de las zonas
más lindas de la Ciudad. Y hasta es probable que su ubicación también
tenga algo que ver con el repudiable contenido de la historia que
contiene la imagen. Porque, aunque se trate de una bella obra de arte,
lo que refleja este monumento, realizado en 1881, es un tema doloroso de
nuestro pasado.
Se titula “La esclavitud”, aunque algunos lo
conocen como “El esclavo”. Para encontrarlo hay que llegar hasta Palermo
y buscarlo cerca del cruce de las avenidas Sarmiento y Figueroa
Alcorta. Está instalado en la plaza Sicilia, a unos metros de la avenida
Intendente Berro (la que pasa frente al Jardín Japonés), detrás de un
viejo chalet que alguna vez fue orgullosa edificación y que ahora
muestra un estado de abandono lamentable.
La escultura, del tamaño
real de una figura humana, fue realizada por Francisco Cafferata, un
artista nacido el 28 de febrero de 1861 en La Boca, un barrio por
entonces con mayoría de inmigrantes italianos, como sus padres.
Cafferata estudió dibujo con Julio Laguens y luego, en su adolescencia,
vivió ocho años en Florencia, donde se formó con los escultores Urbano
Lucchesi y Augusto Pasaglia. Su vida tuvo un trágico final: se suicidó
el 28 de noviembre de 1890.
Pero entre sus muchas obras dejó “La
esclavitud”, que realizó cuando tenía 20 años. Se hizo, como está
grabado en su base, en la “Fundición de A. Jonis — Calle Malavia (sic)
434 — Bs. As.”. Y en 1882 fue exhibida y premiada con la medalla de oro
en la Exposición Continental desarrollada en la Capital. El municipio
porteño la compró en 1905.
La figura (un hombre de raza negra,
desnudo) muestra sus muñecas encadenadas y aparece caída, en una actitud
de total resignación. El equilibrio del trabajo, realizado en bronce,
está rematado por la cabeza, de una gran belleza, y que merece
apreciarse desde todos los ángulos. El artista consideró que aquella
doliente imagen del esclavo no debía estar de pie sino abatida y llena
de impotencia, reflejando su situación de persona vencida.
Los
primeros esclavos negros fueron traídos a Buenos Aires en 1587, apenas
siete años después de la segunda fundación. Y se estima que hacia fines
del siglo XVIII el 35% de su población era de esa raza. Sometidos a los
peores trabajos, en la piel de muchos estaban las huellas del carimbado.
Es decir: el herrado a fuego con la marca del “importador” y luego la
del “propietario”.
Los principales “mercados de venta de
esclavos” en la Ciudad estuvieron en la zona de Retiro y del Parque
Lezama. Aunque en 1813 hubo avances con la declaración de la libertad de
vientres (determinaba que los hijos de esclavos ya nacían libres), la
abolición total en la Argentina recién se logró con la Constitución
Nacional de 1853. De todas maneras, 131 años después de su realización,
la obra de Francisco Cafferata sigue allí en un sector del Parque Tres
de Febrero, reflejando aquella situación que vivieron y sufrieron miles
de personas.
Diferente es el símbolo que, cruzando la avenida
Berro, se encuentra en la plaza Irán. Es la réplica de una gran columna
como las que sostenían el techo de la Apadana de Persépolis, que era la
sala de audiencias de los emperadores de la antigua Persia. Aquel
edificio se comenzó a construir, por pedido de Darío I El Grande, cerca
del 512 a. C. El capitel de la de Buenos Aires, a 20 metros de altura,
está rematado por dos grandes cabezas de buey. Esta columna, realizada
en piedra, fue donada por Irán a la Municipalidad de Buenos Aires el 12
de mayo de 1965, aunque recién se inauguró una década después. Pero esa
es otra historia.
Fuente: clarin.com
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