NUEVAS HISTORIAS DE UNA ARGAMASA MILENARIA

Un recorrido por “Cambiando paradigmas en la cerámica contemporánea: la colección de Garth Clark & Mark del Vecchio” en el Museo de Bellas Artes de Houston, Estados Unidos.
Por Mercedes Pérez Bergliaffa

A la izquierda, tras la puerta principal del imponente pero simple Museo de Bellas Artes de Houston (MFAH), aquí, al sur de los Estados Unidos, impacta la entrada hacia una sala roja: hay algo que destella. Podrían ser piezas de orfebrería, doradas: quizás bronces reales. Pero lo que se ve de cerca sorprende, se trata de cerámicas, de obras realizadas en un precioso e inusual barro domesticado. Más de un centenar de trabajos hechos con diferentes tipos de arcillas y métodos conforman la extraordinaria muestra “Cambiando paradigmas en la cerámica contemporánea”. Pura evidencia de todo lo que un artista puede hacer hoy con un simple montoncito de arcilla, un poco de agua y un horno. Pero a no engañarse, acá, en esta disciplina –siempre tan anclada en la tradición y el folclore-, lo imprescindible  es lo que adelanta el título: no solamente el material, sino su desobediencia. Es decir, las posibilidades que brinda la arcilla y que –quizá debido a una enseñanza ortodoxa, estructurada y tendiente a la repetición-,  no se aprovechan.
Son cinco salas enormes las que hay que atravesar para ver la exposición, una muestra integrada por la colección de cerámica de Garth Clark  y Mark Del Vecchio, una de las más importantes del mundo. Compuesta por 400 obras creadas después de 1940, el conjunto fue adquirido en 2007 por el MFAH. Y es un grupo especial de obras: se debe a que Clark y Del Vecchio - reconocidos especialistas y académicos de la disciplina-, fueron forjando durante cincuenta años una nueva postura en torno a la cerámica. Recorrieron los cinco continentes visitando talleres de ceramistas y escultores, museos y coleccionistas; escribieron libros, organizaron simposios; llevaron a cabo más de seiscientas exposiciones de cerámica moderna y contemporánea. En su juventud, Clark hasta decidió vender todo lo que tenía en su vida de Johannesburgo, Sudáfrica, para largarse a recorrer junto a su mujer ceramista en una vieja van Renault toda  Europa, desde Gran Bretaña hasta Turquía. La van era una especie de taller de cerámica móvil. Así viajaron, conociendo artistas y creando, también, nuevas piezas de cerámica. Además, Clark y su socio, Del Vecchio, tienen desde hace 27 años una galería especializada con sus sedes principales en Nueva York y Los Angeles.
La muestra que presentan ahora en el MFAH está dividida en cuatro secciones: “Implicaciones: el pote moderno”, “Algunas otras funciones del pote: sonidos de la risa y sombras de la Tierra”, “El pote posmoderno” y “Nacido de arcilla”. Y no llama la atención que una gran parte de la exposición se base en esa forma primera, tan mínima y humana de la cerámica, una forma que acompaña desde siempre a la humanidad y que siempre se reinventa: el pote. Nacido del intento de imitar nuestras dos manos juntas al guardar agua, comida, calor  u otra mano. Nacido del intento de cobijar.
La estrella de esta muestra es la joven artista japonesa Aoki Katsuyo. Sin dudas. Ella trabaja con porcelana, esa forma tan refinada de amar, cocinar y esmaltar la tierra, a medio camino entre el barro y el vidrio. Sus obras ocupan una sala exclusiva. “Sueño predecible” es el título de esa pieza clave que es una calavera con innumerables caminos, salidas, huecos, entradas y ornamentos. Llena de elementos decorativos, la calavera tiene influencias de los antiguos movimientos artísticos Rococó, Barroco y Manierista, aunque Katsuyo también incorporó en ella elementos del Western, el lejano oeste americano: un punteado, un lazo, una vuelta… y siempre esos dos agujeros donde tendrían que ir los ojos (señal inequívoca de drama, agujeros del infinito).
Y resulta extraño pensar en el chiste oculto que Katsuyo nos cuenta a través de la elección de la técnica: la porcelana es un invento japonés, que recién llego a Occidente en el s XVIII. Por eso, que la use recreando ornamentos del Rococó y lacitos de vaqueros del oeste produce sorpresa; o  quizás, escalofríos.
“Laberinto”, obra que va adosada a la pared, con dos patas de caballo sobresaliendo, de las que cuelgan unos collares, también es de la misma artista y  de porcelana. Más allá hay un ciervo: Y no es ninguna imitación. Es una cabeza de ciervo momificada, envuelta en resina, adosada a un cuerpo de cerámica. El animalito reposa serenamente, mira desde su base de flores y avellanas gigantes. Y aunque parezca una feliz recreación de un día de bosque, en el fondo es una escena bastante terrible (siempre que en las obras contemporáneas los artistas adosan cuerpos muertos a las obras, me otorga una sensación de oscuridad). Su autor, John Byrd, es un norteamericano que se caracteriza por realizar este tipo de cruce en sus cerámicas, mezclas de taxidermia con tierra cocida y pintada. En el caso de “Cervatillo sin titulo”, Byrd utilizó gres, un tipo de barro más bien rústico y de alta resistencia una vez horneado.
Próxima al cervatillo, ladeada y descansando, aparece una cabeza gigante. “Soñador rosado desnudo”, de Michael Lucero. Desde done se la mire, siempre es distinta. De un lado tiene la faz, del otro, un plano pleno con una mano esgrafiada (grabada a presión, si uno pasara el dedo por sobre ella, podría sentir los caminos, las incrustaciones de las líneas del dibujo). En otro de los costados tiene formas poliédricas, levemente  irregulares, que sobresalen y entran; y atrás, en la nuca, paisajes. Porque toda esta cabeza tiene pintada y grabada sobre ella ríos, bosques, cielos y nubes con colores brillantes, característicos de la obra de Lucero. Son los paisajes internos de un hombre de barro que sueña.
“¡Oh, por favor, ¿podríamos quedárnosla, mamá?”, le dicen los niños a su madre, señalando una vaca; y ése es el título de la obra del muy joven inglés Barnaby Barford (anda por los escasos 30). Hay una familia Mac Donalds alrededor del animal, mirándolo con simpatía; y los niños piden, piden…. Están hechos con nuestra amiga, la porcelana. Y eso seduce, además de su escala pequeña, su terminación perfecta- parecerían de plástico-, su brillantez... Y su ironía.
“Tallas de baldosas styroformes”, “Botella china de  peregrinos” y “Tetera arquitectónica” son, definitivamente, obras de quiebre, dentro del lenguaje específico de la cerámica aplicada a los  utensilios. Su autora, la norteamericana Anne Kraus –quien falleció hace algunos años con sólo cuarenta y tantos -, era una ceramista con pasado de pintora. Por eso el color en estas obras es un elemento tan importante como las texturas, las formas y el peso, el volumen que presenta cada pieza. “Mis sentimientos hacia la historia de la cerámica, hacia la tradiciones de la cerámica, son  de un gran amor”; explicó en cierta ocasión la artista. “Veo en ella algo que encuentro tan hermoso, que sólo quiero hacer mi propia versión de eso. Es como un tributo que le hago.” Y Kraus recordaba entonces la temprana relación que estableció con la cerámica, cuando de niña miraba las vasijas prusianas que decoraban el living de la granja de su abuela, en el norte de Dakota.
Teteras, vasos, tazas, jarrones: utensilios tradicionales que aquí son distintos, porque ninguno se puede usar. Presentan textos y narrativas en clave de cómic. ¿De dónde salieron estas palabras, estas imágenes…?  Kraus mantuvo durante mucho tiempo un diario en el que iba anotando sus sueños, bocetándolos y escribiendo los diálogos que de ellos recordaba. Llenó docenas.  Por eso   - como pasa en todos los sueños-, tampoco sus teteras, jarrones y copas pueden terminar de comprenderse siguiendo un solo sentido.  Por eso, como en los sueños, es mejor entrever y recibir sus mensajes de manera oblicua, y aceptarlos así.
”Vos, sueño, que estuviste sentenciado a dos años pero te escapaste…”, dice un tetera. Kraus mantiene con sus obras una relación totalmente personal, en la que el público muchas veces está excluido.
Muy cerca hay una piedra preciosa en una vitrina: una pequeña pieza abstracta, parecida a una roca de fuertes colores, de fuertes texturas. Una simple cerámica pintada que mantiene una forma y energías totalmente originales, pregnantes. Y están las direcciones que marca cada una de las caras de este objeto… sobre todo, su superficie dura, ruda, a veces áspera, producto, probablemente, del raspado y extracción de arcilla durante los diferentes estadios de secado del barro (esos en los que la masa ya no era aceitada ni babosa pero tampoco dura ni seca).
“Chino”, se llama, y es del norteamericano Ken Price. “Inventiva, enigmática, obsesiva, preciosa”: así describen en los Estados Unidos a la cerámica de este reconocido artista, considerado un guía innovador dentro de las nuevas corrientes de la disciplina. “Chino”: el título se debe a su particular gama de colores, influenciados por los de la dinastía Song de ese país (960- 1279).
“La cerámica no es un solo medio homogéneo”, sostiene el especialista Clark, “no es un mundo de una sola voz parecida, uniforme, sino que es una actividad compleja que combina una tecnología sutil, muy desarrollada, con un oficio, arte y diseño. Es una historia de trece mil años que enriqueció a otras disciplinas, en especial a la escultura. Una historia que se puede dividir en varias escuelas”. George Bernard Shaw decía: piensen en la cerámica como en muchas actividades distintas, unidas por un solo material común: la arcilla.  
Entonces,  ¿qué es la tradición en este campo, después de todo...?  Es todo eso hecho con un mismo material y con lo que hay que romper, arrastrando su uso al límite. Pero  a un  límite conceptual.

LISTADO DE OBRAS QUE APARECEN EN EL VIDEO
Por orden de aparición:

“Sueño predictivo”, Aoki Katsuyo
“Laberinto”, Aoki Katsuyo
“Cervatillo sin título”, John Byrd
“Soñador rosado desnudo”, Michael Lucero
“Oh, por favor, mamá, ¿podríamos quedárnosla?”, Barnaby Bradford
“Tallas de baldosas styroformes”, Anne Krauss
“Botella china de  peregrinos” Anne Krauss
“Tetera arquitectónica”, Anne Krauss
“Jarra sin título”, Ralph Bacerra
“Chino”, Ken Price
“Demonios del intelecto (profesando ser sabios, pueden devenir locos)”, Richard T. Notkin
“En la habitación del sueño”, Elise Siegel


Fuente: clarin.com

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