Por Eduardo Parise
El propio autor, el artista francés Emile Antoine Bourdelle, lo considera su obra maestra entre los grandes monumentos que realizó. Y en la Ciudad lo ubicaron en un lugar de privilegio. Sin embargo, muchas de las miles de personas que cada día le pasan por delante, nunca lo vieron. Está sobre una plataforma que ocupa unos 20 metros cuadrados, en un pedestal de granito de más de 13 metros de alto y la figura ecuestre tiene cinco metros más. Y, como para no pasar desapercibido, en la base del pedestal cuatro grandes estatuas de bronce (cada una de tres metros, representan “La Libertad“, “La Victoria”, “La Elocuencia” y “La Fuerza”) le dan un marco especial.
Es el monumento al general Carlos María de Alvear, un polémico militar argentino, famoso caudillo en las luchas por la Independencia y en la guerra con el imperio brasileño, quien, además, presidió la Asamblea del Año XIII y fue Director Supremo de las Provincias Unidas. Lo inauguraron el 16 de octubre de 1926 y desde entonces domina la barranca de la plaza que está a metros de la calle Posadas y la Avenida Del Libertador, en pleno Recoleta y frente a lo que suele denominarse Plaza Francia, que en verdad se llama Plaza Intendente Alvear.
La historia dice que, en 1910 (después de aprobado el presupuesto por el Congreso), el monumento le había sido encargada por una comisión especial al escultor estadounidense Andrew O’Connors, por entonces radicado en París. Pero después cambiaron de idea y finalmente se lo pidieron a Bourdelle, quien lo terminó en mayo de 1923. La entrega a la Argentina se hizo en el Salón de las Tullerías de París, en una ceremonia que presidió el ministro de Bellas Artes de Francia.
Emile Antoine Bourdelle (el apellido de su padre era Bordelles, pero se lo cambiaron por un error al anotarlo) había nacido el 10 de octubre de 1861 y a los trece años, tras la escuela primaria, empezó a hacer grabados en madera en el taller de ebanistería de su papá. Después, estudió en Bellas Artes de la ciudad de Toulouse, hasta llegar a París, donde fue alumno de otro grande: Auguste Rodin. A Bourdelle se lo considera uno de los más destacados artistas de la Belle Epoque. Murió en octubre de 1929. En Buenos Aires, además del monumento a Alvear, también hay otras obras de gran calidad que surgieron de su talento creativo: La Muerte del Ultimo Centauro y Heracles Arquero.
Para el trabajo de Alvear, el artista francés estudió muchos documentos y se empapó de los rasgos de personalidad que identificaban al militar. Por eso lo colocó sobre un caballo brioso, el cuerpo bien erguido, levantando su mano derecha y con una capa tremolante sobre sus espaldas. Lo curioso es que no lleva sombrero. “Es que lo perdió en una batalla”, dijo Bourdelle cuando le preguntaron por algo tan poco común en los bronces que evocan a militares.
Además de este espectacular monumento, la zona de Recoleta tiene muchos lugares valiosos tanto en lo arquitectónico como en lo cultural. Y uno de ellos es un edificio que está a un costado de la estatua de Alvear. Es el Palais de Glace. Inaugurado en 1910, en la actualidad es un centro cultural y sala de exposiciones. En sus orígenes albergó una pista de patinaje sobre hielo y luego se convirtió en centro de baile con la actuación de famosas orquestas de tango. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario