WARHOL: LA BESTIA POP QUE HIZO ARTE
DE LA SOPA, EL JABÓN Y LA CARA DE MAO





Hace casi cincuenta años que hizo explotar el arte: lo convirtió en vida cotidiana.
A 25 años de su muerte, su obra y legado siguen siendo inabarcables.

Autorretrato con camuflaje (1986). Los retratos fueron muy populares, íconos que aun perduran.
 

Por Nora Viater mailto:nviater@clarin.com


El funeral de Andy Warhol fue otra de sus performances. Llevaba puesto un traje negro, sus clásicos anteojos negros y una peluca plateada. Entre las manos, una rosa roja. Warhol murió en Nueva York el 22 de febrero de 1987, hace 25 años, a raíz de las complicaciones de una operación de vescícula. Warhol adelantó una época: “En el futuro, todo el mundo será famoso durante 15 minutos”, dijo. Warhol hizo explotar las categorías del arte porque hizo arte con cuanto objeto se le cruzó por delante, lo hizo vida cotidiana: latas de sopa, cajas de jabón en polvo, zapatos, tarjetas postales, vidrieras. Y rostros, retratos: desde Marilyn Monroe hasta Mao.
Andy (Pittsburgh, 1928) fue el tercer hijo de un matrimonio checo que emigró a los Estados Unidos. Comenzó como ilustrador comercial publicitario, una experiencia clave para comprender cómo era el mecanismo que daba vida a la cultura popular en los años de posguerra. La infancia de Warhol estuvo atravesada por una enfermedad que lo mantuvo atado a la cama y, desde ese espacio mínimo, a la radio, a las imágenes de las estrellas de cine.
Pero fue la década del 60 el inicio de una nueva era; la década anterior lo había puesto en la escena como un diseñador gráfico exitoso. Con esas herramientas, conoció más de cerca el mercado. Warhol expuso individualmente por primera vez en 1962, en una galería de California. Allí estaban sus objetos de culto, su “americanismo” puesto en escena: el díptico de Marilyn Monroe, las latas de sopa Campbell, las de Coca-Cola. Fueron años intensos, desmesurados. Utilizaba especialmente la fotografía serigrafiada, variaciones sobre un mismo tema, como si fuera una partitura y él, Warhol, el músico. En ese momento dijo: “Puedes estas viendo la tele, ver un anuncio de Coca-Cola y sabes que el Presidente bebe Coca-Cola, Liz Taylor bebe Coca-Cola y piensas que tú también puedes beber Coca-Cola”. También podía trabajar con íconos no tan amables, como la silla eléctrica. En el prólogo de su libro El pop art, el argentino Oscar Masotta dice que “si el surrealismo se basa en la metáfora, el pop lo hace en la redundancia”.
Una vez le preguntaron qué intentaba decir el pop art. Y Warhol respondió: “No lo sé”. Cuando el periodista intentó profundizar y lo consultó sobre el significado de todas esas latas de sopa Campbell, contestó: “Son cosas que yo tenía cuando era chico”.
Algunos biógrafos dicen que Warhol respondía como un autómata. En los 70, en otra entrevista, el periodista le recuerda que él alguna vez había deseado ser una máquina. Warhol le dice: “Es que la vida duele tanto... Si pudiéramos convertirnos en máquinas, todo nos dolería menos. Seríamos más felices si estuviésemos programados para ser felices”.
En medio de ardorosas polémicas por su trabajo, se consiguió un asistente, Gerard Malanga, quien colaboró con Warhol en la producción del artista: serigrafías. Para fines de 1965 todo el mundo hablaba de él, ya se había conseguido algo más que quince minutos de fama. Son los años de The Factory, una usina por la que no paraban de circular escritores, modelos, músicos, estrellas del cielo de Hollywood y del underground . Una poderosa fábrica de creación.
Si no hubiera sido un artista pop, a Warhol quizá le cuadraría el apelativo de “renacentista”. Editó una revista de moda, Interview. Se compró una cámara de 16 mm y filmó películas como “Sleep”, en la que durante 6 horas registró a un hombre dormido. En “Empire”, hizo una toma del rascacielos Empire State desde el piso 44 de otro edificio, sin mover la cámara. Ocho horas así. Cuando conoció a los músicos de The Velvet Underground, integrado entre otros por Lou Reed, se convirtió en su manager y productor. Los rescató del circuito under, los metió en la Factory y diseñó para ellos la célebre banana warholiana para la portada del disco “The Velvet Underground and Nico”.
En 1968 un atentado parece congelar la escena. Valerie Solanas, una discreta integrante de la troupe de la Factory, le disparó seis tiros y Warhol sobrevivió a una larga intervención quirúrgica. Ella fue detenida y dijo que “él tenía demasiado control sobre mi vida”. “Antes de que me disparase, siempre sospeché que estaba viendo la tele en vez de vivir la vida”, dijo él.
Warhol como su propio coleccionista. Para sus “Cápsulas del tiempo” guardaba en cajas –llegó a armar unas 600– diarios, cartas, revistas, regalos, juguetes, fotos, pasajes aéreos.
En los 80, Warhol comienza a recibir críticas: lo acusan de ser “un artista de los negocios”. Por toda respuesta, él pinta cuadros de artistas renacentistas. En 1985 conoció a Marta Minujin y ella, simbólicamente, le pagó a Warhol la deuda externa. Fueron mil choclos y la transacción quedó documentada en doce fotos. En esos años retrató a la empresaria y coleccionista Amalia Lacroze de Fortabat, fallecida ayer (ver página 44).
Su influencia es inabarcable. Sobre sí mismo, dijo: “Si quieres saber todo sobre Andy Warhol, basta con ver mis pinturas y películas y allí estoy. No hay nada más”.

Fuente: Revista Ñ Clarín

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