Unas 2.500 personas asistieron a la inauguración de la muestra del genio en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Histórica. “Caravaggio y sus seguidores”, destinada a ser un éxito de público desde el primer día./ guillermo r. adam |
“Las revoluciones se comen a los revolucionarios”, decía hace
unos días Ángel Navarro, profesor de Historia del Arte de la Universidad
de Buenos Aires. Hablaba, claro, de Caravaggio (1571-1610), el artista
que cambió las reglas de la pintura en los siglos XVI y XVII. “La figura
de Caravaggio cayó en el olvido y quedó escondida en un estante de la
Historia del Arte hasta que fue rescatada en el Siglo XX”, decía
Navarro.
Ayer se inauguró en el Museo Nacional de Bellas Artes Caravaggio y sus seguidores , una muestra en la que se exhiben obras del gran pintor y otras de quienes fueron influidos por él.
Si su genio quedó escondido alguna vez, estaba a plena luz ayer, durante una inauguración multitudinaria y casi sin precedentes.
Más
de 2.500 visitantes pasaron por el museo entre las 19.40 y la
medianoche. El director del museo Guillermo Alonso y Julio Crivelli,
presidente de la Asociación de Amigos del MNBA, recibían a los amigos.
Al rato, se sumó Cristiano Ratazzi, presidente de FIAT y uno de los
auspiciantes de la Asociación de Amigos. También estaban, entre otros,
las artistas Josefina Robirosa, Rosa María Ravera, Carolina Antoniadis;
el gestor cultural Miguel Frías; el director de Artes Visuales de la
secretaría de Cultura Andrés Duprat y el ex director del museo Jorge
Lorenzutti.
Con colas organizadas dentro y fuera del museo y en
tandas, para cuidar estos verdaderos tesoros, el público empezó a
circular. Para amenizar la espera algunos optaban por una copa de
champagne o por recorrer otras salas del museo. Los menos pacientes
aplaudían para que la cola continuara.
La estrella indiscutible de la noche fue La Medusa
. “Qué loco lindo”, dijo alguien de mirada fresca y no muy entendido
mientras la contemplaba. “Este señor me impresionó”, decía una señora
mientras señalaba al San Jerónimo ”.
El público, que
también debió esperar afuera del museo, era variadísimo: parejas
jóvenes, familias y muchos italianos mayores. Casi todos se llevaron su
propio registro con la cámara de los celulares. Tenían tiempo hasta el
15 de diciembre, pero esas 2.500 personas querían estar ahí, ser parte
de la Historia.
Fuente: clarin.com
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