Con una muestra de 120 trabajos, el Malba muestra en
Buenos Aires la obra deslumbrante del venezolano Cruz-Diez, que propone
una aproximación a la vez sensual y reflexiva a uno de los temas
fundamentales del arte: el color.
UNA ESPECTADORA EN LA CROMOSATURACIÓN. En Malba, 2011 |
Por Ana María Battistozzi
El pintor del futuro será un colorista como nunca se lo ha visto
antes”, afirmó Yves Klein durante una conferencia en La Sorbona en
1959. Pintor, hijo de pintores e imbuido de un espiritualismo místico,
sus reflexiones fueron de las primeras en poner en escena las
tendencias desmaterializadoras que se afirmarían en el arte una década
más tarde y llevarían a convertir el color en una experiencia autónoma,
separada del soporte tradicional de la pintura. Curiosamente una de
las formas más radicales en que esto llegó a tomar forma fueron las
experimentaciones y “ambientaciones” que unos pocos años después
concibió el artista venezolano Carlos Cruz-Diez. A él está dedicada Carlos Cruz-Diez: El color en el espacio y en el tiempo, una de las dos muestras con que Malba celebra su décimo aniversario.
La deslumbrante exposición, curada por Maricarmen Ramírez, directora del International Center for the Arts of the Americas del Museo de Bellas Artes de Houston (MFAH), institución que la organizó y exhibió en 2010, abarca seis décadas de la producción de este artista. Esto es un pormenorizado conjunto de más de 120 piezas que une indagación científica y experimentación sensible a través de relieves, dibujos, serigrafías y diversas estructuras en las que utiliza distintos materiales, desde cartones y maderas pintadas a mano hasta varillas de metal cortadas a máquina e impresas digitalmente. También, grandes ambientes a los que se suman instrumentos de trabajo y registros de una enorme cantidad de intervenciones urbanas.
Pero acaso lo más
importante es que el conjunto logra instalar al visitante en la
experiencia vital del color. Algo distinto y acaso más radical que lo
que pudo imaginar Yves Klein en 1959. Una experiencia profundamente
sensual que lo atraviesa y envuelve, modificando su percepción del
tiempo y el espacio. Esto es lo que ocurre fundamentalmente en el
interior de dos obras de la exposición del Malba. Una es “Ambiente
cromointerferente”, un ámbito blanco, totalmente alterado por
proyecciones de bandas de color que modifican el piso, el techo y
cualquier cuerpo que se encuentre en su interior. La otra es
“Cromosaturación”, la gran ambientación donde el artista saca máximo
partido de la radiación del color en el espacio y su persistencia en la
retina.
“‘Cromosaturación’ tiene que ver con el espacio coloreado”, explicaba el artista el día de la inauguración mientras nos guiaba de un lado a otro para mostrarnos la experiencia que propone esa obra, lo que ocurre con la percepción y el porqué de las misteriosas vivencias cambiantes del color en ese espacio. “Es un problema de lectura del espacio coloreado por la luz –reflexionaba–. Cuando entramos domina el azul, porque es muy fuerte pero después de un rato el ojo no lo lee más y entonces todo se vuelve blanco –demostró– y si luego pasamos a la zona de la luz verde, ocurre algo parecido porque el verde es tan agresivo como el azul. Primero lo vemos con intensidad y luego lo dejamos de ver y si volvemos a la zona del azul, lo vemos aparecer nuevamente.
Pero si entramos a la zona del rojo hay
otra sensación física. La idea es que el color está en el espacio y que
no es permanente sino que está en continua mutación”, concluyó Cruz
Diez, entusiasmado como un niño que consigue incendiar un papel con una
lupa. La muestra incluye una selección de cuarenta
Fisicromías. Se trata de series que empezó a elaborar en 1959 y
postularon el color de un modo distinto al de las composiciones en la
pintura tradicional. Son construcciones que exploran el carácter físico
del color en sí mismo, a través de secuencias y tabiques alineados en
forma vertical que funcionan como filtros para la reflexión del color.
Pero a la vez son modificados según sea la proyección de la luz y la
posición del espectador. Aquí también están las series de Color aditivo e Inducción cromática.
Todas exploraciones del color y la visión basadas en el principio de
persistencia en la retina y su prolongación en los colores
complementarios. Puede que mucho de esto haya contribuido a encasillarlo
en el arte óptico y cinético. Un lugar del que esta muestra y la
investigación de 5 años que la precedió buscaron sacarlo.
“Más
allá de que el artista ciertamente participó del cinetismo –admite
Maricarmen Ramírez– lo que plantea esta exposición es que el
movimiento, como tal, no fue estrictamente su principal preocupación”.
En ese sentido este conjunto trata de reposicionarlo como uno de los
grandes maestros del color en el arte del siglo XX. “Carlos Cruz Diez
reflexiona sobre el color en un momento en que se convierte en un
problema para los artistas –aclara Ramírez–. Su larga trayectoria que
se remonta a 1954 comienza con una reflexión que parte de la pintura y
el espacio. Pero coincide con un momento en que muchos artistas están
tratando de abandonar la pintura y hacer propuestas más radicales. En
este marco casi todos piensan que el color es un tema ya resuelto en el
ámbito de la pintura y muy pocos son los artistas como Carlos
Cruz-Diez que encaran una búsqueda en el color que a decir verdad es
bastante solitaria”, concluye Maricarmen Ramírez y en ese grupo
reducido menciona a Josef Albers, a Ellsworth Kelly y el brasileño,
Helio Oiticica. “Son muy pocos los artistas que emprenden ese camino y
desde mi punto de vista Cruz-Diez es el que más lejos llega porque se
apoya sobre la matriz del cinetismo y con su conocimiento sobre la
psicología de la visión y su fundamento científico. De allí es que
llega a proyectar el color al espacio”.
“Me he leído todas las
teorías imaginables del color –apuntó al instante Cruz-Diez en ese
amable recorrido por su muestra que condujo en el Malba– aunque la
mayor parte de lo que conseguía de los artistas era anecdótico y
superficial”, aclaró para finalmente confesar en voz baja: “Pensar que
todo esto nació de un fracaso. Un fracaso de la idea de que un cuadro o
una representación de una villa podría solucionar un problema
fundamental de la sociedad, como la miseria. Fue entonces que me
pregunté si no le haría mucho mejor a esa gente participar de lo que yo
hago. Compartir conmigo algo de esto y que no sea yo quien venga a
mostrarles a ellos lo que ellos son”. Así fue como nacieron las primeras
piezas manipulables que hizo para la calle y, más tarde, las
innumerables intervenciones públicas efímeras, como “Inducción cromática
para un bus público”, de 1975, o permanentes, como las plazas de
Barquisimento y Porlamar, entre tantas, cuyos registros ocupan toda una
sala de la exhibición.
La deslumbrante exposición, curada por Maricarmen Ramírez, directora del International Center for the Arts of the Americas del Museo de Bellas Artes de Houston (MFAH), institución que la organizó y exhibió en 2010, abarca seis décadas de la producción de este artista. Esto es un pormenorizado conjunto de más de 120 piezas que une indagación científica y experimentación sensible a través de relieves, dibujos, serigrafías y diversas estructuras en las que utiliza distintos materiales, desde cartones y maderas pintadas a mano hasta varillas de metal cortadas a máquina e impresas digitalmente. También, grandes ambientes a los que se suman instrumentos de trabajo y registros de una enorme cantidad de intervenciones urbanas.
INDUCCIÓN CROMÁTICA 53, 1973. Acrílico sobre madera |
“‘Cromosaturación’ tiene que ver con el espacio coloreado”, explicaba el artista el día de la inauguración mientras nos guiaba de un lado a otro para mostrarnos la experiencia que propone esa obra, lo que ocurre con la percepción y el porqué de las misteriosas vivencias cambiantes del color en ese espacio. “Es un problema de lectura del espacio coloreado por la luz –reflexionaba–. Cuando entramos domina el azul, porque es muy fuerte pero después de un rato el ojo no lo lee más y entonces todo se vuelve blanco –demostró– y si luego pasamos a la zona de la luz verde, ocurre algo parecido porque el verde es tan agresivo como el azul. Primero lo vemos con intensidad y luego lo dejamos de ver y si volvemos a la zona del azul, lo vemos aparecer nuevamente.
AMBIENTE CROMOINTERFERENTE. En Malba, 2011 |
CRUZ-DIEZ. En la cromosaturación, 2006. |
PANORÁMICA. Una de las salas donde se despliega la muestra. |
FICHA
Carlos Cruz-Diez. El color en el espacio y en el tiempo
Lugar: Malba, Av. F. Alcorta 3415.
Fecha: hasta el 5 de marzo.
Horario: jueves a lunes y feriados de 12 a 20. miér, hasta las 21.
Entrada: $22; est, docen. y jub. $ 11; miér. gral, $10.
Fuente: Revista Ñ Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario