Desde hoy se puede admirar la gigantesca obra. Además, abre una exhibición de arte experimental argentino.
El Faena Arts Center explota de color. Porque desde hoy se
muestra allí una pintura gigante, gigante, del reconocido alemán Franz
Ackermann. Es, en realidad, la pintura más grande que hizo en toda su
vida. De unos 260 metros cuadrados, construida con 21 paneles, el gran
mural sobre tela es el resultado de lo que vio el artista a lo largo de
varios recorridos por Buenos Aires, “con sol, con lluvia, en buenas y
malas calles”, contará Ackermann después. Famoso por realizar “mapas
mentales” de las ciudades que visita, el pintor mezcla un poco de todo,
en sus obras: líneas “como cables sueltos”, formas abstractas
–orgánicas, blandas, y geométricas, duras–, fotografías blanco y negro
con vistas de los barrios de Once, Flores, La Boca, Palermo (pero vistas
de ómnibus abandonados, bajadas de autopistas, carteles de negocios
medio derruidos, y toda una serie de cosas que a algunos artistas del
“Primer Mundo” les llama siempre la atención como objetos plástico-
visuales: los ven como si fueran esculturas o intervenciones
urbanas...). Sobre todo, en medio de esa gran extensión de 42 metros de
largo que es el mural, hay esa especie de núcleo, “una pupila, lo llamo
yo”, explica Ackermann, “que divide al mural en dos. Si no estuviera,
uno entraría en la sala y vería esta pintura grande, pero se perdería,
no sabría por dónde empezar a mirarla. En cambio, con esto, la gente se
acerca al núcleo, mira los detalles, lo mira de cerca. Si no estuviera
esta pupila central, observarían el mural sólo de lejos, como quien
observa la Torre de Pisa o la Torre Eiffel”.
Si bien el pintor
insiste en que su gran mural “es como una película, como un túnel, que
hay que mirarlo, recorrerlo de izquierda a derecha, comienza por unos
cables sueltos en el panel izquierdo y termina con otros cables sueltos
en el panel de la derecha”, en realidad, cuando uno entra en las salas
del Faena, el color que tiene la obra por todos lados es tal, que
inmediatamente nos fagocita. Si usted va a verlo le va a pasar eso, que
el color lo va a llamar mucho, muy fuertemente. Entonces usted va a
acercarse –irremediablamente– a la obra, y va a empezar a mirarla por
varios costados. ¿Pero por qué pasa esto? ¿Cómo una pintura puede tener
varios principios y finales? Porque aunque Ackermann insista en contar
una y otra vez lo que el mural narra –el tema– de manera lineal, en
realidad, quien más nos está diciendo en esta obra es el color. El es
uno de los verdaderos ejes rectores de la cosa.
Usted habló
acerca del tema del mural, pero cuando lo vi sentí que tiene una fuerte
relación, casi física, con el color. ¿Es así?
–Sí, el
color es la parte más fuerte de este trabajo. Te voy a contar una cosa:
Hay una pintura de Barnett Newman –un pintor abstracto de los años 50,
que trabajaba con pinturas en las que realizaba “campos de color”–, que
se llama Quién le teme al rojo, al amarillo y al azul . Cuando
Newman la hizo, quiso decir con eso que no sólo la arquitectura podía
ser una cosa física, sino que el color también, y mucho. Empezó a hacer
enormes pinturas basadas en esa situación, pero teniendo en cuenta que
el color puede ser físico y espacial a la vez. Pensando en todo eso,
decidí pintar este mural, que no es sólo narrativo, sino que es también
un momento ambivalente respecto a la arquitectura que lo contiene.”
Comenzado en agosto de este año en Berlín –ciudad donde Ackermann
vive–, y terminado luego durante dos viajes que hizo a Buenos Aires para
pintarlo, el artista trabajó con dos ayudantes que vinieron con él
desde Alemania más otros siete argentinos. “En realidad siempre que
viajo estoy pintando, pero regularmente lo hago en cuartos de hoteles,
en tamaños muy chicos y con acuarelas”, explica Ackermann. “Ese tipo de
pintura es muy, muy flexible, la puedo hacer en cualquier lugar. En
cambio, en el caso de esta enorme pintura, primero tuve que ver la
pared; y ella me estaba esperando.” Ackermann la mira de arriba a abajo,
vestido de overall. “La próxima”, dice, “me alquilo un coche y me voy a
recorrer la Patagonia con mi cuaderno de bocetos. Ahí voy a pintar mis
pinturas flexibles. Mis mapas mentales”, sonríe. Y uno, mirándolo, le
cree.
Artistas creando: una muestra experimental
A la par de la exposición del mural de Ackermann, en la planta
baja del Faena Arts Center se presentan las obras de un grupo de
artistas argentinos, jóvenes y de mediana edad. Ellos estuvieron
trabajando durante los últimos tres meses en el espacio de LEA, el
Laboratorio de Experimentación Artística que funciona dentro del mismo
centro de arte, pero en otro piso. El resultado de esos meses de taller
son estos trabajos que se exponen ahora: esculturas hechas con trozos de
botellas de vidrio, latas llenas de cemento; videos filmados en los
espacios del Faena hotel; intervenciones de arena mezclada con cola,
esparcidas por el suelo; instalaciones donde el color y la textura de la
mezcla de plastilinas reina.
Si usted va, observe estos trabajos como experimentos, procesos o pruebas que estos artistas están haciendo, quizás no como un punto de llegada. Y no deje de ver las obras de Luis Terán, Irina Kirchuk, Adriana Minolitti, Ernesto Ballesteros y Lucrecia Liontti.
Si usted va, observe estos trabajos como experimentos, procesos o pruebas que estos artistas están haciendo, quizás no como un punto de llegada. Y no deje de ver las obras de Luis Terán, Irina Kirchuk, Adriana Minolitti, Ernesto Ballesteros y Lucrecia Liontti.
Fuente: clarin.com
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