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El estudio. Fue recreado con maquetas y dibujos de Testa. / NÉSTOR GARCÍA | 
Por Berto González Montaner*
Por una semana, Buenos Aires fue la meca de la arquitectura. 
Unos 60 conferencistas llegados de los cinco continentes participaron en
 el Auditorio Buenos Aires de la XIV Bienal Internacional de 
Arquitectura.
El broche de oro lo pusieron el viernes por la noche
 César Pelli, el más famoso y el más querido de los arquitectos 
argentinos exitosos en el exterior; y Jorge Silvetti, otro argentino 
radicado en los Estados Unidos quien fue decano de Arquitectura en 
Harvard, uno de los faros de la disciplina a nivel mundial. Silvetti 
junto a su socio Rodolfo Machado, luego de mucho precalentamiento 
teórico e intelectual, vienen haciendo en las últimas décadas unos 
edificios sin precedentes, de gran refinamiento y sofisticación 
conceptual. Entre sus obras más importantes se destaca la Villa Getty en
 California, una especie de acrópolis que les llevó 12 años construir. Y
 un centro de estudios para diversas religiones en uno de los bordes de 
la plaza Washington para la Universidad de Nueva York. Los temas que los
 ocupan están relacionados con los ámbitos universitarios, los museos y 
las bibliotecas: Y el que profundamente les preocupan, es el tema de la 
arquitectura como cultura.
César Pelli, como señaló el actual 
director de la Bienal, Carlos Sallaberry, tiene el invicto. Desde 1985 
en que Jorge Glusberg fundó esta bienal, no faltó a ninguna y ya 
comprometió su asistencia a la próxima en 2015. Sintiéndose casi como 
dueño de casa dijo al público que colmaba el auditorio: “Yo voy a estar,
 espero que ustedes también”. Mostró obras exquisitas, varios teatros y 
muchas torres corporativas de gran altura y elegancia. La que empezará a
 construir acá en Catalinas Norte para el Banco Macro. Las Maral 
Explanada que está haciendo en Mar del Plata. La que hizo en Milán, la 
Nueva Puerta de Garibaldi, que emerge con una punta que se divisa desde 
toda la ciudad. Y la Torre Costanera de Santiago de Chile que se dibuja 
orgullosa contra el majestuoso fondo de la cordillera.
Pero sin 
duda lo más comentado de esta bienal, tanto por los asistentes 
nacionales como internacionales, fue la muestra homenaje a Clorindo 
Testa en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. Tuve la suerte 
de que justo cuando me acerqué a recorrerla, llegaba Juan Fontana, el 
cercano colaborador de Testa y curador de la muestra. “Quisimos 
reproducir el clima y el espíritu del estudio. De alguna manera es lo 
contrario de lo que en general se expone en la Bienal… En vez de obras, 
pusimos muchos dibujos, maquetas, instalaciones… los proyectos. Después 
de todo, hicimos muchos proyectos y concursos; no tantas obras”. “Fijate
 –me dijo como si hiciera falta constatar su afirmación– para Ciudad 
Konex hicimos una gran cantidad de planos y finalmente lo que se 
construyó fue solamente la escalera…, una instalación”. Así guiado por 
sus explicaciones recorrí la muestra que estará colgada hasta el 20 de 
octubre en este lugar, obra del mismo Testa.
En el medio de la 
sala hay una mesa larga que aloja una infinidad de maquetas, casi 
miniaturas, de cartón pintadas con colores intensos. En contrapunto 
aparecen varios ramilletes con puntales de obra en escala real. ¿Qué 
significan?, le pregunté a Fontana. Surgieron a partir de la instalación
 “Apuntalamiento para un museo” que hizo en la década del 60 con la 
finalidad de hacer una crítica a la deplorable situación edilicia que 
sufría el Museo Nacional de Bellas Artes. Y volvieron a aparecer con 
nueva forma en la instalación que armó para el pabellón argentino de la 
Bienal de Venecia del año pasado. 
Casi en la entrada de la 
muestra, Fontana reprodujo el cuartito que funcionaba en el estudio como
 archivo con los 477 tubos que atesoran dibujos técnicos, originales y 
planos en calco vegetal de las obras y proyectos realizados desde la 
década del 50. Sobre las paredes desparramó prolijamente y bien 
enmarcados dibujos conceptuales y bocetos, de esos “garabatos” que hacía
 Clorindo con marcadores de colores. También, paneles con proyectos, 
fotos de obras y desempolvó la legendaria serie Habitar, trabajar, 
circular, recrearse. En esa instalación de 1974, compuesta por 120 
paneles de 70 x 70 centímetros, dibujó magistralmente con aerosoles de 
color una ácida crítica al reduccionismo del urbanismo moderno. 
El
 cóctel de cierre de la Bienal fue en este mismo lugar. Allí me volví a 
topar con Pelli que como un niño emocionado me arrastró en medio de la 
multitud a ver nuevamente los 120 dibujos de Testa. “¡Fantástico!” 
exclamaba Pelli. “No los conocía. Nunca me los mostró… Ja, ja”, se reía 
lleno de felicidad ante la sorpresa. “¡Qué dibujos fantásticos! ¡Qué 
mano!” Hacía pocos minutos se había retirado silenciosamente otro de 
estos personajes que podrían formar parte de lo que Sábat llama “Gente 
imprescindible”: Victor Pelli, uno de los hermanos de César, que como él
 mismo aclara “atiende en otra oficina”. Desde el Chaco, se dedica hace 
décadas a la vivienda social y es uno de los grandes referentes 
argentinos en estos temas.
* Editor General ARQ
Fuente: clarin.com

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