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El frente y el interior. En el edificio del arquitecto Andrés Kálnay ubicado en Costanera Sur se lucen los detalles. En el interior, todos los vitrales tienen imágenes relacionadas con la cerveza. Hoy allí funciona el Museo del Humor. | 
A principios de aquella década, Buenos Aires era una ciudad en 
expansión y la llegada de muchos inmigrantes la convertían en 
cosmopolita. Entre quienes arribaron en 1920 estaba Andrés Kálnay, un 
arquitecto de jóvenes 27 años. De origen húngaro, Kálnay se había 
embarcado en Nápoles con destino a EE. UU. Con él viajaba Jorge, su 
hermano mayor. Pero aquel barco no iba hacia el norte de América y los 
hermanos terminaron en San Nicolás de los Arroyos, a unos kilómetros de 
esa ciudad que crecía. Aquella jugada del destino hizo que aquí ambos se
 convirtieran en figuras importantes para la vanguardia y el desarrollo 
de la arquitectura moderna en la Argentina.
Juntos se destacaron 
con distintas obras. Pero el símbolo del talento de Andrés Kálnay 
(Budapest 1893/Buenos Aires 1982) aún se luce en la Costanera Sur: la 
cervecería Munich. Inaugurado el 21 de diciembre de 1927, el edificio 
fue realizado en poco más de cuatro meses, algo que parece increíble por
 la calidad y los detalles de la estructura. Por ejemplo: tiene una losa
 de hormigón armado de un metro de espesor y en el subsuelo tenía una 
instalación frigorífica con una capacidad de 50.000 litros (equivalía a 
1.000 barriles) y cañerías que llevaban 1.500 litros de cerveza hasta 
distintos sectores del edificio.
Aquella obra se había 
desarrollado por pedido de Ricardo Banús, un empresario catalán que era 
dueño de distintas cervecerías tipo Munich. El hombre tenía locales en 
Avenida de Mayo entre Bernardo de Irigoyen y Tacuarí; en Cangallo casi 
Pueyrredón; en la avenida Santa Fe al 4400 y en Paraná al 200, cerca de 
la avenida Corrientes.
El éxito de sus negocios fue lo que lo 
impulsó a crear aquel magnífico edificio que pensó y ejecutó Andrés 
Kálnay. Concebido como una obra de arte, fue una perla más en el paseo 
de la Costanera Sur que incluía el balneario y otras confiterías. La 
Munich, según los especialistas, tiene en su diseño mucho del Art-Decó 
francés, detalles de lo que se conoce como la Escuela de Viena y una 
influencia del Purismo checo.
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| Obra de arte que no fue pura espuma | 
Pero la influencia del arquitecto húngaro no estuvo sólo en el diseño que desarrolló la empresa constructora que encabezaba el ingeniero Federico Kammerer. Kálnay también pensó los vitrales y muchas de las imágenes que decoran el edificio. El tema central, obviamente, es la cerveza. Y ese detalle se refleja en la muy repetida imagen de un pequeño monje y una cabra. Ambos hacen a la historia de esa bebida.
Dicen que lo del monje tiene relación con una congregación de italianos de San Francisco de Padua que estaban en Baviera y que desarrollaron la bockbier (cerveza negra), que tenía una capacidad energética especial. Y la cabra es porque afirman que la palabra bock, en algunos dialectos alemanes, simboliza al macho cabrío, un animal con una energía especial.
La cervecería funcionó
 hasta principios de la década de 1970. Después, pasó por varias manos y
 hasta estuvo al borde de su demolición. Pero en febrero de 2002 el 
edificio quedó a cargo del Gobierno de la Ciudad y no sólo se salvo sino
 que en junio del año pasado fue consagrado a ser sede del MuHu, el 
Museo del Humor de Buenos Aires. Lo concreto es que el edificio de la 
Munich sigue en la Avenida de los Italianos 851 y tanto locales como 
visitantes pueden disfrutarlo.
Es que las obras de Andrés Kálnay 
están para eso, igual que las que hizo junto con su hermano Jorge. Quizá
 el ejemplo que pensaron juntos y que vale apreciar sea el que, en 1926,
 hicieron en Avenida de Mayo 1333, con salida también sobre Rivadavia 
1330. De estilo Art-Decó, ahora allí funcionan oficinas de la Policía 
Federal. Pero la construcción fue pedida por Natalio Botana para la sede
 del histórico diario Crítica. Inaugurado en 1927, en su decoración se 
destacan imágenes de la cultura y el arte precolombino, algo que atraía a
 Jorge Kálnay. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com


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