Ciudades
Secreta Buenos Aires
Un monumento y una calle porteña recuerdan al legendario personaje de los cuentos.
Plaza Sicilia. La escultura está en Palermo, aunque primero había sido colocada en la Plaza Lavalle, cerca de la avenida Córdoba. /ARCHIVO CLARIN |
Por Eduardo Parise
Alguna vez se dijo que era único en el mundo. Pero no. En España y otros países hay monumentos similares. De todas maneras, no puede negarse que Buenos Aires es una de las pocas ciudades que tiene representada, y en mármol del mejor, a la figura de esa nena cuya historia se transmite en forma oral o escrita desde hace siglos y en todos los idiomas: la legendaria Le Petit Chaperon Rouge, o simplemente Caperucita Roja.
Alguna vez se dijo que era único en el mundo. Pero no. En España y otros países hay monumentos similares. De todas maneras, no puede negarse que Buenos Aires es una de las pocas ciudades que tiene representada, y en mármol del mejor, a la figura de esa nena cuya historia se transmite en forma oral o escrita desde hace siglos y en todos los idiomas: la legendaria Le Petit Chaperon Rouge, o simplemente Caperucita Roja.
La obra no supera los dos metros de altura y
puede verse en cualquier momento en un sector de la plaza Sicilia, en
Palermo. Está junto a la avenida Sarmiento, metros antes de llegar a la
avenida del Libertador y sobre la mano izquierda, según el sentido del
tránsito. La realizó el escultor francés Jean Carlus (1852-1930), un
hombre nacido en la zona de la Dordogne. Fue miembro de la Societé des
Artistes de su país desde 1886 y sus trabajos recibieron múltiples
premios. La escultura que recuerda a Caperucita en la Ciudad fue
comprada por la entonces Municipalidad en 1937 y hasta 1972 estuvo en
Plaza Lavalle, cerca de la avenida Córdoba, entre Talcahuano y Libertad.
En ese lugar después se colocó la estatua del ex presidente Hipólito
Yrigoyen.
La imagen que está en Palermo recuerda aquella historia
de la chiquita que iba a visitar a su abuela enferma, un cuento de
trasmisión oral que mostraba la seguridad de los poblados y lo peligroso
del bosque, algo típico del tiempo medieval. Aquella leyenda fue
recogida en 1697 por Charles Perrault (1628-1703) en un libro al que se
lo conoce como “Los cuentos de la mamá Gansa”, por el dibujo que
ilustraba su tapa. El cuento de Caperucita tenía un final trágico porque
la nena y su abuela terminaban comidas por el lobo. La moraleja
planteaba lo inconveniente de hablar con desconocidos, como había hecho
ella en el camino del bosque.
Los historiadores cuentan que en
1812 los hermanos Grimm –Jacob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859)–
modificaron ese final incluyendo la figura del leñador que mataba al
lobo y recuperaba a Caperucita y a su abuela. Desde entonces, ese
agregado se convirtió en el texto completo que llega hasta nuestros
días.
La estatua está hecha en un solo bloque de mármol blanco en
el que se ve a la chiquita con su clásica caperuza y llevando la
canasta con alimentos para su abuela y, en la otra, un ramo de flores.
Detrás, aparece la imagen del lobo que se asoma acechante. La síntesis
lograda por Carlus es más que elocuente y grafica muy bien el espíritu
de esa leyenda que sigue pasando de generación en generación. Después de
haber sufrido algunos daños (el vandalismo siempre puede más que el
arte) la obra fue restaurada en 2010 y colocada nuevamente en la plaza
Sicilia. La figura de la nena es muy parecida a la que se observa en
otra obra de Jean Carlus, pero que nunca salió de Francia. Lleva por
título “El agua” y en principio estaba destinada a la Place du Capitole,
en Toulouse. Sin embargo, después la ubicaron en el Jardín de Michelet,
en la zona de Bonnefoy, el barrio más popular de esa ciudad.
Además
del monumento, en Buenos Aires hay otra referencia al antiguo cuento
europeo. Es la calle Caperucita, de una sola cuadra. Está en la zona de
Parque Chacabuco, entre Picheuta y avenida Del Barco Centenera. La
designación con ese nombre se realizó mediante la ordenanza 1.424 del 30
de diciembre de 1925, mucho antes de que el monumento llegara a la
Ciudad.
Claro que, si de leyendas se trata, la de Caperucita Roja
no tiene exclusividad. En una ciudad tan grande como Buenos Aires hay
otros ejemplos de trabajos que evocan a figuras míticas de la literatura
universal. Tal vez el más conocido sea el del famoso Don Quijote, aquel
personaje creado por Miguel de Cervantes Saavedra. Fue inaugurado en
junio de 1980 en una plazoleta de Lima y Avenida de Mayo y la imagen
siempre generó polémicas. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
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