UNA FOTÓGRAFA QUE REGISTRA LA JUVENTUD





Para Rineke Dijkstra, la fotografía revela tanto diferencias culturales como similitudes universales en el momento de transición a la vida de adultos jóvenes.


FOTOGRAFÍA TESTIMONIAL. Una retrospectiva de Rineke Dijkstra se exhibe en San Francisco.

Por Hilarie M. Sheets - The New York Times
Cuando Rineke Dijkstra era una fotógrafa holandesa desconocida que visitaba los Estados Unidos en 1992, estuvo trabajando en una playa de Carolina del Sur bajo la atenta mirada de una chica extrovertida de catorce años.Dijkstra hacía retratos naturalistas de adolescentes, y Erin Kinney no era el tipo tímido que buscaba.Como no quería decepcionarla, la fotografió de todas maneras y asumió que la sesión era inútil.Más adelante se dio cuenta de que la foto de Erin, en una pose que recordaba el "Nacimiento de Venus" de Botticelli, con una bikini anaranjada, el estómago tenso y una expresión desolada en el rostro, tenía exactamente el aire indefenso que buscaba."Era evidente que se esforzaba por responder a una imagen específica, que trataba de verse perfecta", dijo Dijkstra."Lo llevaba adentro. Era parte de su cultura. Para mí, tenía mucho que ver con los Estados Unidos".Eso llevó a Dijkstra a seguir tomando fotografías en varias otras playas: polacas, británicas, ucranianas y croatas.Le fascinaba la forma en que la fotografía podía revelar tanto diferencias culturales como similitudes universales en el momento de transición a la vida de adultos jóvenes.Los "Retratos de playa" resultantes le dieron fama internacional luego de que los expusiera en 1997 en Nueva York.Dijkstra, que tiene cincuenta y dos años y cuya cámara de doce centímetros por cinco exige un arduo trabajo con placas, no es muy propensa a hablar durante las sesiones. Trata de generar espacio para que surja algo más genuino."Cuando se fotografía", dijo, "se mira de manera más objetiva", pero también hay una conexión entre fotógrafo y fotografiado."No soy sólo una observadora. Tenemos que relacionarnos. Es una tensión que me gusta".Sandra Phillips, curadora de fotografía del Museo de Arte Moderno de San Francisco, donde en febrero se inauguró la primera muestra retrospectiva en gran escala de Dijkstra (en junio se trasladará al Museo Guggenheim de Nueva York), la describió en términos de "profundamente interesada en la fotografía como acto emocional".Durante su rehabilitación intensiva luego de un accidente en bicicleta en 1990. Dijkstra hizo lo que califica de su primer retrato fiel, una imagen de sí cuando salía de la pileta, en el que mira a la cámara con un aire de decisión y cansancio.Al advertir que el agotamiento físico podía reducir la conciencia de sí de los fotografiados, se le ocurrió la idea de trabajar en la playa.Luego del éxito de la primera serie, trabajó en otras en las que plasmó distintos comportamientos, entre ellos los de mujeres que acababan de dar a luz, toreros portugueses que salían de la arena y mujeres israelíes que ingresaban al ejército.Dijkstra también registró la forma en que sus fotografiados cambiaban con el tiempo, como en su serie "Almerisa".El tema era una refugiada bosnia de seis años en un centro para solicitantes de asilo en Leiden, en los Países Bajos.Cuando Dijkstra la fotografió por primera vez en 1994, era una nena que tenía puesto su mejor vestido y cuyos pies colgaban de la silla a la que se había subido.Más adelante, se preguntó qué habría sido de Almerisa y su familia, que iniciaban una nueva vida en los Países Bajos. La fotógrafa los buscó y empezó a hacer una crónica año a año de Almerisa ­siempre sentada en una silla­, que fue convirtiéndose en una adolescente y, para la última de once fotos, se había transformado en una madre que sostenía en los brazos a su bebé."Pertenece a otra cultura, pero de alguna forma adopta la cultura europea occidental", dijo Dijkstra, que fue testigo de casamiento de Almerisa."Se ve que su actitud va cambiando. Su ropa cambia, así como la forma en que se peina. Es una chica que vive las mismas cosas que las demás, pero en su caso hay una diferencia, que es que procede de Bosnia".Dijkstra llevó a Almerisa a Nueva York el año pasado, cuando se expuso la serie en el Museum of Modern Art."Ella se miraba en la pared del museo y la gente miraba las fotos", declaró."De pronto entendió que no se trataba sólo de ella, sino de algo mucho más amplio".


Fuente: Revista Ñ Clarín

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