THOMAS BEWICK, 1753-1828, Y LOS CHILLINGHAM




     El Castillo de Chillingham en Northumberland, Inglaterra.

                                      
                                                 Thomas Bewick, The Chillingham Bull, 1789

   
     Otra vista del Castillo

    
      Castillo de Chillingham, la Biblioteca de las Placas

    
     Castillo de Chillingham, el jardín italiano


   Thomas Bewick, Chillingham Castle and Park









  Retrato de Thomas Bewick por John Gray




                                                                                                      Caja de herramientas de Thomas Bewick

                                   La casa natal de Bewick en Cherryburn












Arriba: Boj - Buxus Sempervirens,
detalle




Derecha: Boj en un jardín de antiguo diseño





      Chillingham White, toro, vaca y ternero


       Chillingham White, terneros jugando mientras sus madres comen


     Chillingham White, toro recorriendo su rebaño


   Chillingham White, vacas comiendo y rascándose


   Chillingham White, vaca con ternero al pie



    Raza White Park


Sobre el final del siglo XVIII, el grabador Thomas Bewick revoluciona la xilografía con una simple novedad de gran eficacia, al reemplazar con Boj (Buxus Sempervirens) la madera de cerezo o de peral con que se venía haciendo el grabado en madera hasta entonces. La técnica derivada de la incorporación del boj permitió, a la manera del grabado calcogáfico, minuciosos y precisos trazos. Al ser el boj una madera de grano compacto, la hace más dura y muy apta para la xilografía. El buxus era chico de tamaño, de crecimiento lento y por esas mismas razones, caro. Pero su tamaño se adaptaba perfectamente al pequeño formato de las imágenes de Bewick, que las más de las veces fueron utilizadas para ilustrar inicios o pies de páginas de libros. Antiguamente, desde que Gutemberg inventó la imprenta y hasta que irrumpió la fotografía en el siglo XIX, era muy común que los grandes grabadores ilustraran libros. Los miles de grabados de Bewick y su escuela le sobrevivieron largamente y la mayor parte de las publicaciones editoriales inglesas del siglo XIX se abastecieron del enorme fondo icónico elaborado por él y los miembros de su taller. Bewick muchas veces se fabricaba sus propias herramientas.
Esta singular xilografía titulada "The Chillingham Bull", grabado en madera original del mejor y más famoso xilógrafo inglés del siglo XVIII, Thomas Bewick, muestra en primer plano a un vigoroso toro padre de la raza Chillingham. Más atrás, se ven otros dos animales de la misma raza, que corren libremente entre los árboles del espeso bosque. Es ésta la obra de mayor tamaño – la imagen mide 22 por 27 cm – y más conocida de todas las hechas por Thomas Bewick. Chillingham Park aloja todavía a esta raza, única salvaje en el Mundo y que vaga salvaje por los alrededores del castillo desde tiempo inmemorial. Estos animales son más raros que los mismísimos osos panda de la China o los gorilas de la montaña. En el verano de 2008 había unos 80 animales. Hoy en día, los tiene a cargo la Chillingham Wild Cattle Association.
Es increíble el trabajo de desbaste del taco de madera que tiene toda esta obra hecha por Thomas Bewick en el año 1789. En todos cada uno de los detalles de la figura del toro, en las calidades de su pelaje y musculaturas, cuernos y pezuñas, como en todo el entorno vegetal en el que está emplazado, en el tronco y follaje del árbol de la izquierda, en la porción de tierra y pasto sobre la que apoya la figura del toro, en todo el fondo boscoso y en la guarda ornamental de alrededor, que tiene también muestras de detallismo casi obsesivo y gran pericia al tallar el taco. Me animaría a decir que el grado de calidad lograda por Bewick al bocetar, pasar el boceto al taco, tallarlo e imprimir la imagen lograda es tal, que parecería hecha con técnicas más bien asimilables al metal o a la piedra antes que a la madera. En lo que hace más específicamente al diseño, diría que la imagen de este grabado tan particular, inserta dentro de esa guarda ornamental que la enmarca, parece influida por las grandes verdures que abrigaban las frías paredes de piedra de los castillos. El tratamiento en general de la imagen y en particular de los elementos vegetales y del claroscuro, evoca a muchas de estas tapicerías, sobre todo en los follajes de atrás y de la izquierda del toro. Es notable la sensación de profundidad dada por Bewick en su obra a través de la superposición de pantallas de espacio: el árbol del primer plano, sobre la izquierda, el toro, el entorno vegetal del primer plano y el bosque del fondo con los dos vacunos que corren entre los árboles. Y toda la acción transcurre dentro del marco que conforma la guarda ornamental perimetral como puede desarrollarse una escena teatral, dentro de los límites de la boca del escenario, y hasta con escenografía y telón de fondo.
Los orígenes de la raza vacuna Chillingham, que es salvaje, y toma su nombre del Castillo homónimo, en Northumberland, Inglaterra, se remontan a épocas muy remotas. Se considera que hace siete siglos que están en el lugar. Comparte con la otra raza blanca británica, la White Park, ancestros en épocas de la ocupación romana de las islas británicas y al día de hoy transcurre libremente en los terrenos que rodean al Castillo. Antes del siglo XIII esta raza vagó probablemente por el gran bosque que se extendía desde la costa de Mar del Norte hasta el estuario de Clyde.
En el siglo XIII el rey de Inglaterra autorizó el castillo de Chillingham a ostentar esa categoría y como tal podía estar cercado por una pared que tuviera a esta hacienda en su interior. En la Edad Media la existencia de buena alimentación era un motivo bastante importante para justificar este costoso “corral” de piedra. En las postrimerías de la Edad Media había una muy especial preocupación por merodeadores escoceses, lo que explica la acumulación de fortificaciones en Northumberland. Como ocurre en la mayoría de las especies animales, se produce una selección natural. Es común que los toros más vigorosos triunfen sobre sus ocasionales contrincantes y que terminen siendo jefes de manada, padres de la gran mayoría de las crías, y transmitiéndoles por vía genética sus caracteres de fuerza, vigor y lozanía, lo que asegurará la continuidad a la especie en el tiempo.

En definitiva, esta xilografía y estas fotografías digitales son dos maneras muy diferentes de ver la misma cosa, separadas entre sí por 220 años: una en blanco y negro, la otra en colores, una absolutamente artística y artesanal, la otra artística y tecnológica.
En Buenos Aires, la firma rematadora Bullrich, Gaona, Wernicke vendió hace unos años una copia original de esta xilografía que había integrado la magnífica colección de grabados con tema vacuno que Don Enrique Arturo "Tito" Santamarina tenía en su Cabaña “Las Heras”, en Estación Plommer, Provincia de Buenos Aires. Recuerdo perfectamente que se vendió en doscientos cincuenta dólares estadounidenses, precio éste irrisorio considerando la antigüedad, el origen, la calidad y autoría de la obra.
                                                                       


Pedro L. Baliña
 

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