Imaginó una aeroísla y un auditorio de acústica perfecta, también flotante.
En medio del río. Así ideó Williams una versión de su Sala del Espectáculo Plástico y del Sonido en el Espacio |
Se acuerdan de la Aeroísla. La que lanzó Alsogaray en la época de Menem. La idea era hacer una inmensa isla frente a Costanera Norte y sobre ella construir una aeroestación. Esa no fue la primera vez que alguien proponía semejante proyecto. Semanas atrás, Miguel Jurado mencionó en esta misma sección el plan de Le Corbusier para Buenos Aires que incluía un círculo en medio del estuario del Río de la Plata donde ponía un aeropuerto. Sobre esa idea se montó Amancio Williams, el autor de la legendaria Casa del Puente o Casa del Arroyo en Mar del Plata, para proyectar una revolucionaria aeroestación flotante.
Williams, quien hoy tendría 101 años, es el invitado de la semana a Tres Dimensiones. Es que además, su reciente aniversario coincide con la publicación de su obra en la colección Cuadernos ARQ, Maestros de la Arquitectura Argentina. Y no sólo eso, anda circulando un documental sobre su vida que fue suceso en el festival de cine Bafici, se proyectó en el Centro Cultural San Martín y está recorriendo salas de Rosario, Tucumán y Salta.
El aeropuerto flotante no fue la única creación de Williams para Buenos Aires. Como dice Roberto Fernández, autor de este Cuaderno ARQ, fue lo que se conoce como un “type-giver”. O sea, no fue un simple creador de formas sino un inventor de tipos arquitectónicos, como pueden ser la casa “chorizo”, la casa con patio, la torre o el rascacielos.
En esa búsqueda esencial creó en los años 40, una propuesta de viviendas extendidas y ajardinadas (Viviendas en el Espacio), unos bloques de residencias colectivas con circulaciones muy anchas y escaleras mecánicas (Block H) y un impactante auditorio de acústica perfecta (Sala del Espectáculo Plástico y del Sonido en el Espacio) que en una de las propuestas alojó en medio del río.
El tipo más exitoso fue el de sus replicados “paraguas” de hormigón. Originalmente los diseñó para el pabellón de Bunge & Born en la Exposición Rural de Palermo y luego los usó en una Estación de Servicio en Avellaneda (1954), en un Supermercado textil en Bernal (1960) y como sobretecho de la Escuela Industrial en Olavarría (1960), y en los hospitales que proyectó para Corrientes. Tan icónicos resultaron que en 1999 el arquitecto Claudio Vekstein los recreó en la costa de Vicente López para hacer el monumento a Williams y luego, en la ciudad de Santa Fe, los usaron para crear un gran tendido de sombra, como metáfora de bosque tecnológico, en la Fábrica Cultural El Molino. El arquitecto británico Norman Foster hizo algo similar cuando se valió de paraguas coloridos y de metal para las estaciones de servicio que creó para Repsol en 1997. Y seguramente se volvió a inspirar en ellos cuando proyectó la sede del Banco Ciudad en Parque Patricios, que ahora están por inaugurar como sede de gobierno porteño.
Otras de las influencia de Williams sobre el británico Foster, considerado hoy uno de los mejores arquitectos del mundo, es sin duda su propuesta para el rascacielos suspendido. Sin duda la famosa torre del HSBC de Hong Kong construida por Foster en 1979 reconoce el legado del rascacielo originalmente pensado para la esquina noreste de Paraguay y Esmeralda, en el centro porteño, donde hoy el Estudio Aisenson construye la Torre Bellini Plaza San Martín. La obra tenía la particularidad de tener una enorme estructura de hormigón de 115 metros de altura de la cual colgaban tres bloques metálicos de ocho pisos cada uno y otro de cuatro donde se ubicaban las oficinas.
Volviendo al aeroparque sobre el río, recuerdo que cuando Alsogaray lo lanzó, pocos días después, estuvo Foster en Buenos Aires, que estaba construyendo su aeroísla en Hong Kong. Y comentó que era una buena idea construir un aeropuerto en una isla artificial cuando no hay espacio suficiente en tierra pero que no le veía sentido hacerlo en Argentina donde hay suficiente espacio en otras partes.
*EDITOR GENERAL ARQ.
Fuente: ARQ Clar+
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